Mecánicamente repetimos la rutina de comprar y tirar. La mayoría de los productos que consumimos tienen una vida util sumamente corta y no tardan mucho en pasar de la góndola al tacho de basura. Gran parte de estos productos ni siquiera son productos en sí, si no tan solo su envoltorio. El packaging es sólo un ejemplo de la cantidad de recursos que podríamos ahorrar y del despilfarro de energía que significa nuestro modelo de consumo.
El modelo de producción y consumo actual se sustenta sobre la premisa de comprar y tirar, para salir nuevamente a comprar. Nuestros dispositivos tecnológicos se quedan obsoletos en pocos meses y nos vemos en “la obligación”de reemplazarlos en un breve plazo por algo más moderno. Algo similar sucede con la indumentaria, cuya vida util depende de los dictamenes de la moda, detrás de la cual no está otro que el mercado. El packaging que contiene los productos muchas veces parece tener más material y requerir más tiempo y energía de producción que el producto en sí mismo. Y su vida útil termina al poco tiempo de salir el artículo de la linea de producción. No quiero ni hablar de los productos de cuidado personal, como toallitas humedas, pañales descartables, papel higiénico, etc…
Este sistema de lo descartable ha hecho maravillas por el mercado de consumo. Cada día se produce más y más, se consume más y más y se desecha más y más, haciendo girar la enorme rueda del capitalismo que sustenta nuestro estilo de vida. La economía depende de este sistema y muchos de los países líderes (no me atrevo a decir todos) fomentan activamente el consumo desenfrenado para mantener sus cifras donde deben estar.
Lamentablemente este modelo, al que nos hemos habituado de tal manera que no podemos ver otras formas posibles de producción y consumo, representa todo lo que no hay que hacer si queremos que nuestros recursos (y nuestro ambiente tal y como lo conocemos) estén disponibles para las siguientes generaciones.
¿Qué consecuencias directas tiene ese modelo de producción y consumo? Pues no es difícil de imaginar qué significa para el ambiente este sistema en el cual la producción, el consumo y el desecho se van incrementando a pasos agigantados. En primer lugar corremos el riesgo de un inminente agotamiento de los recursos naturales. Todo lo que consumimos proviene, en mayor o menor medida, de la explotación de algun recurso natural, en la mayoría de los casos de alguno no renovable como ser el petróleo. Además de la materia prima en sí misma, debemos pensar en el costo energético que tiene la elaboración de los productos, ya que la producción de energía es otra cadena importante que tiene sus propios impactos sobre el ambiente. Al mismo tiempo existe un gran impacto dado por la contaminación derivada de los procesos productivos que perjudica directamente a la atmósfera, el agua y el suelo, afectando a las formas de vida y a los servicios ambientales.
De acuerdo a la Declaración oficial de Naciones Unidas con motivo de la Cumbre de la Tierra de 2002, una de las principales causas de que continúe deteriorándose el medio ambiente mundial son las modalidades insostenibles de consumo y producción, particularmente en los países industrializados. En este sentido, Naciones Unidas hace un llamado a revisar estas modelos insostenibles, recurriendo a modelos de consumo responsable.
Esta claro que el modelo de producción y consumo en el que vivimos (y del cual formamos parte, muchas veces a gusto y por elección) se encuentra fomentado por los gobiernos mundiales y las grandes potencias económicas, lo que nos plantea la gran duda de ¿qué podemos hacer nosotros, pequeños e insignificantes individuos, para cambiar el paradigma?. Pues la respuesta es simple: mucho. Lo más importante, y el primer paso, es reconocer que lo que consumimos rara vez es lo que necesitamos. Nuestras necesidades son en gran medida inducidas por este sistema que depende del consumo constante para mantenerse. Comprar nos genera placer. El olorcito a cosa nueva es indiscutiblente agradable. Pero al cabo de un tiempo esa cosa nueva se queda vieja y la necesidad vuelve a aparecer. Cuando logramos darnos cuenta de esto, podemos comenzar a trabajar para revertír el impacto del modelo. No se trata de dejar de comprar cosas nuevas, si no de aplicar ciertos criterios de consumo responsable.
Por consumo responsable entendemos la elección de los productos y servicios no sólo en base a su calidad y precio, sino también por su impacto ambiental y social, y por la conducta de las empresas que los elaboran. Revisar nuestras actitudes, habitos y necesidades resulta básico para consumir con responsabilidad.
Pero ¿Qué signifca esta responsabilidad en el consumo? El principio fundamental es que todos y todas somos corresponsables con nuestra compra de los impactos sociales y ambientales de la producción de lo que consumimos. En este sentido ser responsables significa asumir que de nuestras decisiones depende el futuro del ambiente y nuestra sociedad. Por ello a la hora de consumir debemos regirnos por ciertos criterios planteandonos diferentes interrogantes para realizar la mejor elección de compra.
Abel Sberna