-¿Ansina (así es) que Tata Dios nos está mirando todo el tiempo, Mendieta?

-Ajá, responde Inodoro Pereyra.

-¿Y no se aburre?

El diálogo ocurre entre dos de los personajes más importantes de Roberto Fontanarrosa , el humorista argentino de cuya muerte se cumplen hoy diez años. Su humor, las viñetas y frases inolvidables marcaron un estilo único lleno de ironía, burla y crítica social y política del escritor y dibujante. Y el intercambio revela el tono mordaz y satírico con que el Fontanarrosa se refirió a sus compatriotas. Porque el humorista, también conocido como “El Negro”, más que argentino, fue rosarino. Y esa distinción marcó el estilo de las viñetas, historietas y cuentos que hicieron de su humor uno de los más influyentes en América latina que, una década después, siguen adaptándose tanto al escenario como a la pantalla. Esta noche, a las 22, por ejemplo, Volver emitirá un documental homenaje, Cine negro, mientras que el jueves próximo llegará a los cines argentinos Fontanarrosa: lo que se dice un ídolo, El próximo jueves 27 de Julio estrena en cines “Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo”, para el que se adaptaron seis de sus cuentos, que protagonizan Gastón Pauls, Julieta Cardinali, Catherine Fulop y Luis Machín, entre otros.

“Roberto Fontanarrosa no es un argentino por excelencia porque no fue pedante, ni pagado de sí mismo, ni jactancioso -dice a BBC Mundo Daniel Divinsky, editor y amigo de Fontanarrosa-. Nunca se planteó seguramente retratar la argentinidad, pero eso surgió naturalmente de las fuentes en las que abrevaba su narrativa y su humor”. Así, la Argentina y la manera (despectiva) como los rosarinos ven a los porteños de Buenos Aires están entre las líneas de las decenas de publicaciones de Fontanarrosa. Con la ayuda de Divinsky y su biógrafo, el periodista rosarino Horacio Vargas, en BBC Mundo recogemos 5 frases del escritor y dibujante que de una u otra manera se refieren -más para mal que para bien- a los argentinos.

Fundación Leer
“Vos viste que los peruanos, los bolivianos, en fin, en el resto de Sudamérica nos tienen como una especie de admiración a nosotros, no sé, nos ven distintos, con más mundo, más roce, te diría”. Así le explica -en el cuento “El mayor de mis defectos”- un porteño a otro cómo conquistó a una modelo en Israel, señalando que su peor tara es su orgullo. Lo que el cuento revela, explica Divinsky, es la burla del rosarino Fontanarrosa al porteño, que, para muchos, ve con cierta superioridad a los demás sudamericanos.

“Lo cierto es que los argentinos tenemos algo especial, algo que es difícil de explicar, y que no es ni la pilcha, ni los zapatos, ni los talompa”. Otra vez, “El mayor de mis defectos” funciona como catálogo de las observaciones de Fontanarrosa. En ese momento del relato, el narrador del cuento se revela como porteño: se refiere a la ropa como “pilcha” y a los pantalones como “talompa” y usa las palabras “cancherear” y “trolo” y “gil” y pregunta retóricamente cada dos frases “¿viste?”. Sigamos con aquel porteño seductor en palabras de Fontanarrosa: “Un argentino combina un poco esa cosa salvaje del sudamericano, esa cosa aindiada, algo primitiva, con el toque europeo, lo que nosotros tenemos de la cultura europea. Y después está la rapidez ¿viste? la viveza de uno para captar enseguida. Eso las mata”. Y cuando dice “las mata” se refiere, por supuesto, a las mujeres.

“A ellas les gusta saber que uno les va a dar rigor, las hace sentir más mujeres eso. Eso del feminismo y las pelotas de Mahoma son puros versos”. Fontanarrosa critica el machismo del porteño (o del argentino en general). Las mujeres, continúa aquel seductor “canchero”, “están desesperadas buscando un tipo que, en realidad, las ponga en vereda y las trate con mano firme. No te voy a decir que les pegue, no soy tan boludo, yo no me engaño, pero que las ponga en su lugar. Y eso, ellas saben que lo encuentran en los argentinos, al menos en los de barrio, como uno, en los que no se piantaron en el verso del psicoanálisis”. Hasta acá la burla del rosarino al habitante de Buenos Aires, ciudad con más psicoanalistas per capita del mundo.

“Uno piensa que con el paso de los años se va a volver más sapiente y criterioso, que va a ser como el viejo que le enseñaba a Kung Fu: el sabio. Pero es mentira, con el fútbol estoy cada vez más intolerante y maniático”. Como buen argentino, pocas cosas fueron tan importantes para Fontanarrosa como el fútbol y su adorado Rosario Central. “Si hubiera que ponerle música de fondo a mi vida, sería la transmisión de los partidos de fútbol”, dijo alguna vez el escritor. Divinsky asegura que Fontanarrosa “incorporó con éxito lo coloquial y cotidiano a la literatura, haciéndola accesible a grandes mayorías, sin perjuicio de lo cual logró el respeto de lo que se podría llamar la ‘academia'”. “Se lo ve como un referente popular por su temática y por el uso del idioma”, añade el editor. Y para lograr el fútbol, y el lenguaje futbolero, fue clave.

“Lo de Maradona en su enunciación pareció que iba a ser muy grave y después resultó una broma al revés. Es como si el más encarnizado de tus vecinos se compra un Rolls Royce. Te mató. Y después no lo puede sacar del garaje”. Acá Fontanarrosa se refería a la llegada de Diego Maradona a Newell Old Boys, el eterno rival de Rosario Central. Vargas cuenta que la esposa del escritor, Liliana, “entró dos veces a la habitación matrimonial para despertarlo más temprano de lo habitual: cuando estalló la guerra de Malvinas y en 1993, cuando Diego Maradona firmó para Ñuls”. Y es que la frase -o esa “una broma al revés”- tiene un contexto importante: a Maradona no le fue nada bien con Newells

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