Cristian Delicia y el colectivo Nudo produce viajaron este enero al continente blanco para contar y recrear la historia que comenzó el 22 de febrero de 1904, cuando se izó allí la primera bandera patria. Los desafíos, el aislamiento, los rigores climáticos de una hazaña.

Querer contar los 120 años de presencia argentina en la Antártida puede ser arduo, un deseo desmesurado. No sólo por el período de tiempo que abarca, sino por las dificultades para llegar y porque, una vez allí, en ese continente blanco, el clima puede ser indómito, una fuerza monstruosa e impredecible.

Para Cristian Delicia, y sus compañeros de Nudo produce “recorrer el país y contar historias”, en el lugar, rescatando aquello que le da forma y fondo al país y a sus habitantes, está en el ADN de lo que son: un colectivo de realizadores audiovisuales y antes y después que eso, aventureros. Así nació la idea de narrar los 120 años de presencia argentina en la Antártida en una serie de nueve capítulos, que se llama “Antártida: tierra de pioneros” y que se emitirá a fin de año, o el año próximo, cuando se cumpla el número redondo, que es el 22 de febrero, 120 años después de que se izara una bandera argentina en aquel territorio.

Pero hablar de la serie sería comenzar por el resultado final de una tarea que los tiene atraídos y ocupados desde el 2018, cuando decidieron que eso era lo que querían contar. Y para llegar a ese punto, tuvieron que pasar por dos administraciones distintas en la Casa Rosada (con sus cambios de ministros), tuvieron que empezar de cero dos veces para explicar, y acordar los traslados del equipo de cinco personas hasta ese lugar recóndito; tuvieron que pasar, como todos, una pandemia que imposibilitó cualquier chance de traslado hasta las bases siempre blancas; tuvieron que permanecer firmes en sus convicciones de contarlo todo, aún cuando las tormentas más feroces les arruinaran la mitad de los equipos que llevaron, cuando finalmente llegaron hasta allá.

Un largo camino



El periplo, tal como lo cuenta Delicia, director de la serie, comenzó en 2018, pero se retrasó hasta el verano de 2023. “Primero, teníamos previsto viajar en el verano de 2021. Pero en ese momento, enero, la pandemia aun estaba muy presente, y eso generó que el Comando Conjunto Antártico (Cocoantar, el organismo que tiene la misión de conducir las operaciones argentinas en forma permanente y continua en la Antártida y zona de interés) pusiera en marcha protocolos muy fuertes. Es que, mientras nosotros nos vacunábamos, la gente de la Antártida aún estaba sin vacunarse. Así que desistimos de la invitación de ese año. Luego, en el verano de 2022 sucedió lo mismo: teníamos la esperanza de que los protocolos se flexibilizaran, pero nuevamente y frente a otro brote, resolvimos que no. Esos protocolos eran bastante estrictos, incluían tres semanas de aislamiento antes de zarpar. Como íbamos con un equipo bastante numeroso, de cinco personas, volvimos a postergar el viaje hasta el verano de 2023”.

En enero de este año, entonces, los cinco integrantes de Nudo produce se embarcaron en la doble aventura de llegar y vivir en la Antártida, en un viaje que les llevó cien días, y de filmarla para contar su historia y la de los pioneros que hicieron posible una presencia sostenida en ese lugar. Durante cincuenta días vivieron en el rompehielos, y los otros cincuenta en las bases argentinas. Casi un tercio del año viendo todo blanco, aislados de sus familias y con un único objetivo: traer las imágenes y las historias para la serie.

“Es muy dura la vida ahí. Tenía bastante claro que el guión iba a estar sujeto a las ventanas meteorológicas que se presentaran en el lugar y también que esas ventanas pueden ser muy reducidas. Es muy difícil describir cómo cambia el clima en minutos. Podes filmar un clip de ocho minutos y ver que a los dos minutos hay sol, a los 4 minutos cae lluvia, y después viene una nevada”, cuenta Delicia, que ahora está en Buenos Aires, trabajando en los nueve capítulos que se verán en breve.

“Además de la condición del clima, que es quien permite hacer o no, también hay una situación que tiene que ver con los equipos. Los equipos reaccionan a veces de buena manera y otras no. Todo esto hace que la tarea se vuelva más compleja y arriesgada porque a las ventanas meteorológicas, había que sumarle las decisiones del guión en las que necesitábamos algunas situaciones extremas para captarlas y contarlas”.
Delicia recuerda una situación en particular en la que la aventura se convirtió en riesgo. “Estábamos saliendo de isla Decepción, en un bote zodiac, y nos agarró un temporal tan grande que después de cincuenta minutos de navegación, perdimos el 50 por ciento del equipamiento. Las cámaras estaban empapadas de agua salada. No servían más. En el fragor de la aventura eso era lo de menos porque lo importaba era llegar sanos y salvos al otro lado”.

Pero hubo momentos en los que literalmente buscaban situaciones extremas. Por ejemplo en las imágenes que se verán en el primer capítulo, que se centra en la figura de José Sobral. Lo que contarán es la épica de ese hombre que, aislado en la Antártida tras naufragar, entre 1902 y 1903, Sobral se pregunta con angustia si alguna vez lo rescatarán. La imagen de un hombre solo en ese extremo del mundo, atrapado en medio de una tormenta de nieve, era esencial para el guión y las imágenes. Y ahí esperaron a que ocurriera y se pudiera recrear.


Los capítulos intercalarán representaciones de aquellos momentos históricos, con entrevistas a quienes conocen lo que es estar aislado en la noche polar. Para comprender las vivencias extremas de este primer argentino que pisó la Antártida, un grupo de científicos, psicólogos y personal militar que estuvo destinado en la base Belgrano II, relatan sus experiencias ante las cámaras.


“En la escena en la que recreamos la soledad de Sobral en aquel momento, se ve a alguien que camina en medio de un temporal y eso lo recreamos pero la filmación fue en un temporal real. En ese momento todo es blanco, hubo gente que se perdió. Estaban a treinta metros, pero perdés referencias”, cuenta Delicia.

Antes de viajar a la Antártida, ese tiempo en el que el proyecto se estancaba por la pandemia, viajaron dos veces a Caviahue para filmar y conocer a los que estaban haciendo el Curso Polar que dicta el Cocoantar al personal que luego se va a las bases antárticas. “Eso nos permitió entrevistar y conocer a los jefes y jefas de base que luego iban a estar en la Antártida, así que cuando finalmente llegamos, ya los conocíamos. Pero también, y esto es algo que nos proponemos en la productora, nos permite conocer con tiempo a las personas en sus lugares de trabajo”.


Un puente entre el pasado y el presente



Además de la historia de Sobral, la serie “Tierra de pioneros”, también contará, por ejemplo, la de Julián Irizar, el marinero que comprende la urgencia con la que debe moverse, cuando le ordenan comandar el rescate de la expedición de “los suecos” del Buque Antartic en 1903. Su instinto marinero y rudimentarios instrumentos de navegación, lo guiarán a través de un océano entonces desconocido. Un oceanógrafo y el actual capitán del Rompehielos Irizar, cuentan aquella proeza.

La serie atraviesa los casi ciento veinte años de presencia argentina ininterrumpida, abordando hitos fundacionales, como la primera comunicación radiotelegráfica entre continentes, el vuelo transpolar inaugural, la creación del Instituto Antártico Argentino, las primeras científicas en el territorio blanco y la primera expedición al Polo Sur.


Con las filmaciones hechas ahí más las recreaciones, la serie se propone dialogar con el pasado. “Estas imágenes en blanco y negro tienden un puente temporal con nuestra actualidad , con las tareas que actualmente despliega el Estado Argentino en el Continente Blanco para defender la soberanía en aquellas latitudes extremas”, dice la producción de esta serie que además de Delicia, director de la serie, también integraron Javier Heinzmann , director de Fotografía; Javier Leoni, productor general; Santiago Rodríguez Vega, director de Sonido, y Ezequiel Señoran, sonidista.


No es la primera vez que Nudo produce encara un proyecto extremo. “Hicimos un documental sobre el cruce de los Andes, y cruzamos los andes a lomo de caballo y de mula, y también hemos viajado por el país a lugares recónditos. Esta productora nace con esa intención: recorrer el país y contar historias”, cuenta Delicia.


Esos viajes, pero sobre todo éste, que los llevó a alejarse de casa cien días, a un lugar e el que las comunicaciones no eran lo más sencillo ni algo posible cotidianamente, fue un desafío que involucró a las familias. “Nuestras familias han sido muy conscientes del tiempo de ausencia y de los riesgos. Si bien el contacto no se perdió nunca, a veces el contacto fue muy difícil: aún teniendo conexiones, son muy limitadas. Podés estar tres días sin comunicación. Pero ahora, viendo el esfuerzo y el resultado, es maravilloso, también para ellos. Estuvimos en diez bases de las catorce que tiene Argentina. Hay personas que tienen 40 años de Antártida y no han estado en todas. Entonces, eso de estar haciendo algo único hizo que nuestras familias lo entendieran. Eso no significa que uno no haya tenido momentos flacos, de extrañar, cosas que pesan a la distancia”, cuenta.

Para el equipo, esperar casi cinco años entre el nacimiento de la idea y su concreción, tuvo recompensa. Una recompensa en el trabajo, que se verá en los nueve capítulos que reúnan la larga historia de la Antártida. Pero también una recompensa privada, más personal.

Lo dice Delicia: “Siento que descubrí una nueva forma del poder de la sorpresa. Siento que estamos viviendo un momento en el que pululan tantos registros, tantas imágenes en las redes, todo el tiempo, de todos los lugares, que el poder de sorpresa se va perdiendo, además de la inmediatez. Lo que me pasó en ese lugar es que creo haber estado ante gamas de colores que no había visto nunca, nunca; que vi situaciones de montañas de miles de metros que arriban tenían cielos que nunca vi. Fue un jaqueo a lo visual. Y pienso en las narraciones de Julio Verne o en los escritos de los exploradores de antaño. El poder de sorpresa no cabe en los ojos».

Fuente: La Patagónica


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