En algunos paredones del noroeste santacruceño, el chinchillón anaranjado volvió a ocupar su lugar. Hoy, el desafío es entender cómo vive, se mueve y se adapta esta especie única de la Patagonia, y qué enseñanzas deja su recuperación.
En los cañadones del noroeste de Santa Cruz, las cámaras trampa registran cada noche una rutina que hasta hace pocos años parecía perdida. Siluetas ágiles que cruzan entre las grietas, movimientos fugaces sobre las rocas. Son los chinchillones anaranjados, los mismos que habían desaparecido de muchos paredones y que hoy vuelven a poblar el paisaje del Parque Patagonia. Para el equipo que los sigue desde hace años, cada registro nuevo tiene algo de reencuentro: una forma de confirmar que el paisaje se está curando, de a poco, con ellos.

Chinchillón anaranjado recaptura Jhoana Cañadón Caracoles mayo 2023 Franco Bucci
“Cuando empezamos a trabajar con la especie, allá por 2018, no sabíamos casi nada de su biología ni de su distribución actual”, recuerda Emanuel Galetto, coordinador del proyecto. “Sabíamos que había dejado de verse en muchos sitios, incluso en lugares donde el ambiente parecía perfecto para que siguiera existiendo. Empezamos a recorrer, a escuchar a los pobladores, y a entender que algo se había roto en esas poblaciones”.
Con la información reunida, el equipo diseñó un plan de manejo que combinó investigación y acción directa. En 2020, junto a la provincia de Santa Cruz, comenzaron las primeras translocaciones. El traslado de individuos desde el Cañadón Pinturas y la Meseta del Lago Buenos Aires hacia los paredones del Cañadón Caracoles, donde la especie se había extinguido. Cuatro años después, ya pueden verse nuevas generaciones nacidas en ese lugar y una población que sigue expandiéndose..

Lo que muestran los datos
“Hoy tenemos individuos que llevan tres o cuatro años viviendo en esos paredones y que ya tuvieron crías que, a su vez, se reprodujeron. Eso demuestra que se adaptaron y que las condiciones del lugar son adecuadas”, explica Galetto.
El seguimiento con cámaras trampa y collares VHF permitió observar comportamientos nunca antes registrados. “Identificamos juveniles que pueden desplazarse hasta doce kilómetros entre un paredón y otro, algo que no se conocía ni para esta ni para otras especies del mismo género. También vimos que las hembras permanecen cerca de su área de acción, mientras que los machos jóvenes se dispersan buscando nuevos lugares donde asentarse”.
Estos hallazgos aportan información indispensable sobre la conectividad del paisaje y el modo en que las poblaciones se mantienen vivas. “El chinchillón necesita de esas pequeñas islas de roca que funcionan como corredores. Si esos puntos se pierden por acción humana o por la falta de cobertura vegetal, las poblaciones quedan aisladas y desaparecen. Por eso, restaurar esa red natural es tan importante como mover individuos”.

Chinchillón anaranjado recaptura Jhoana Cañadón Caracoles mayo 2023 Franco Bucci
Las observaciones también permitieron reconstruir rutinas y ciclos. “Las hembras suelen tener una cría por año, a fines de octubre o en noviembre, y permanecen con ella casi un año. Son animales más bien crepusculares”, cuenta Emanuel. “Están activos en las primeras y últimas horas del día y pasan buena parte del tiempo asoleándose o refugiados en las grietas”, describe Galetto.
Detrás de esas conductas hay adaptaciones notables. “Sus patas con almohadillas ásperas, son útiles para trepar. Poseen pelaje denso para resistir el frío”, y un comportamiento social que combina independencia y cooperación.
 
Una experiencia que se comparte
Además del trabajo científico, el proyecto creció hacia la comunidad. “Nos interesa que la gente que vive o visita el parque conozca al chinchillón anaranjado y entienda su importancia. Damos charlas en escuelas, trabajamos con jóvenes que pueden convertirse en guías, y tratamos de que este conocimiento se integre al territorio”, dice el investigador.
Hoy, ocho grupos familiares se distribuyen entre diez paredones del Cañadón Caracoles. Es la tercera generación nacida ahí, y el equipo sigue monitoreando su supervivencia y dispersión. “El objetivo es consolidar una población autosustentable y que este aprendizaje sirva para recuperar otras especies en la Patagonia. Lo que estamos viendo con el chinchillón anaranjado es que la restauración activa funciona. Y eso abre una puerta enorme para la conservación”.
 
					 
					