Sur54.com – A sus 70 años, y con un patrimonio personal de unos US$ 780 millones construido en sus 50 años de actividad empresarial, puede decirse que Rubén Cherñajovsky es un sobreviviente de la economía y la política argentinas. Intenso defensor de la industria nacional, supo aprovechar como pocos las ventajas que ofrecía el régimen especial de Tierra del Fuego, donde asentó la base de su principal negocio –el de la electrónica– y también adaptarse con agilidad a las sucesivas etapas de apertura comercial.

Paradoja de un industrial que aboga por políticas de protección para el desarrollo y la generación de empleo, sus primeros pasos en el mundo de los negocios los dio como importador, cuando con apenas 21 años y un capital de US$ 30.000 vio una oportunidad en la importación de almendras de Chile. Hoy, sin embargo, su negocio que más velozmente crece es el de la exportación de langostinos, un rubro al que llegó como efecto colateral de la escasez de dólares en el gobierno anterior, cuando para importar insumos para producir debía exportar y generar sus propias divisas. “El gobierno te decía: si vos querés tener dólares para importar, tenés que generarme los dólares. Muchas empresas lo que hicieron fue cursar las exportaciones de terceros a través de sus compañías, pero yo consideré que eso era algo trucho, algo que no me parecía, y pensé que lo mejor era generar una actividad exportadora genuina”, relata. Así llegó a la compra de buques pesqueros y a operar en un sector que atraviesa una insospechada expansión, del que se convirtió en el mayor exportador con ventas por US$ 200 millones. Sin embargo, asegura que, aunque en esos años había muchas complicaciones, “estaba más cómodo”.

¿Era más difícil en ese momento que hoy?

Y, era difícil, sí. No podíamos comprar ni pagar todo lo que queríamos. Teníamos montones de dificultades, pero hay que reconocer que, en ese momento, el hecho de que el mercado estuviera cerrado, para nosotros que teníamos fabricaciones, nos daba un momento de bonanza, estábamos más cómodos. Yo no quiero empezar a opinar políticamente, lo que digo es que con el mercado cerrado yo, con capacidad exportadora, no tenía grandes dificultades.

¿Y ahora?

Ahora tengo que competir de una manera menos protegida, incluso ahora nos bajaron la protección de los aranceles, pero de todas maneras seguimos compitiendo. Tenemos una industria sumamente desarrollada; en una sola planta la empresa llegó a tener de robótica US$ 100 millones de robots para hacer las placas. Estamos muy tecnificados, es una industria con muchos ingenieros. Hay mucho prejuicio, mucha comunicación en contra. Nosotros tenemos en el sur, por ejemplo, una empresa que les da de comer a más de 3.000 personas.

Los inicios de Cherñajovsky en Tierra del Fuego se remontan a fines de los 70, cuando su pequeña empresa de importación vira a la de electrónicos, con equipos de audio que traía con su tío y otro socio de Japón. Fue a mediados de los 80 que la historia cambió: “Después de años de que funcionara bien la importación, donde éramos líderes en el comercio de equipos de alta fidelidad, viene Alfonsín y vuelve a cerrar, o por lo menos proteger, la industria, y la mayor parte de las empresas electrónicas se empiezan a radicar en Tierra del Fuego, que era el lugar donde vos podías producir localmente con ventajas arancelarias”, recuerda. Casi una década más tarde, en 1991, surge Newsan, producto de la fusión de la local Sansei –la marca que comercializaba– y la japonesa Sanyo para, por primera vez, fabricar localmente. La compañía es hoy el principal empleador privado de Tierra del Fuego, con 3.200 trabajadores en sus seis plantas y un centro logístico en Ushuaia, donde producen las marcas propias Sanyo, Philco, Atma, Noblex, JVC, Pioneer, Microlab, Braun, Compaq y Siam, además de producir otras bajo licencia como Sony, Motorola, Alcatel, LG y Huawei. Su facturación ronda los US$ 2.500 millones.

Pero el cambio de gobierno a fines de 2015 trajo aparejado el fin de la plena vigencia de la ley 19.640 de promoción industrial de la provincia, y ahora todo el sector atraviesa un período de transición.

¿Cómo se está dando “la reconversión” en Tierra del Fuego con el impacto de la baja de aranceles?

Hay un proceso de achicamiento porque se dejaron de producir computadoras y el mercado también se comprimió. Es complejo porque Tierra del Fuego es una provincia pequeña, y la presencia de la industria es relevante en todo sentido, fácil no es. Estamos tratando de colaborar y alinearnos en un proceso gradual, pero para nosotros la industria es algo muy relevante, con muchísima inversión no solo económica sino de recursos humanos, muchos ingenieros, gente muy capacitada. Soy un defensor de la industria; que esté en Tierra del Fuego o no, es otra cosa. Lo que hay que tener es una discusión muy amplia sobre política industrial y definir una a largo plazo.

¿Es algo que no ves que esté ocurriendo?

Yo quiero que Argentina tenga industria electrónica y que no la pierda por su capacidad, por lo que significa estratégicamente. Es mi opinión, interesada porque soy parte de esa industria, pero creo que no tenemos posibilidades de no tener una industria desarrollada en Argentina. Por la necesidad de ocupación, no creo que Argentina pueda tener una salida con la gente que trabaja en nuestras fábricas en servicios, no es gente preparada para trabajar en servicios. Yo soy una persona industrialista, desarrollista.

Macri se define igual.

Es que yo no creo que Macri no quiera que tengamos industria. No creo eso.

¿Y qué creés?

Yo creo que es muy difícil reconvertir un país, cualquiera que se siente ahí tiene que enfrentar todo lo que significa el costo argentino. Cómo adaptás todas las variables para que este país pueda funcionar… La verdad no los envidio a los muchachos, es muy difícil. ¿Cómo conseguís al mismo tiempo una industria competitiva y sustentable? El rol del Estado en todo eso es conseguir políticas de largo plazo, estables. Creemos que este país necesita una reconversión.

No es muy habitual verte en notas y entrevistas. ¿Por qué ahora sí?

Es una buena pregunta. Porque me convencieron de que en realidad, cuando tenés un grupo que tiene la discreción que tenemos nosotros, no aparecer genera una posición que a veces puede ser malinterpretada. La idea es explicar bien quiénes somos, qué hacemos, y evitar ligarme a mí con lo que no necesito estar ligado, llámese ese período de 2015 donde yo estuve, es cierto, cerca de Daniel (Scioli) porque era amigo mío y traté de ayudar. Como haría con Macri si me pidiera que lo ayude.

Fuente: Forbes Argentina

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