Productores locales apuestan a la calidad y la expansión de la cereza en distintas regiones de Santa Cruz, con una marca que une tradición, territorio y desarrollo.
Pasaron cuatro décadas desde las primeras cosechas de cereza y la conformación de una cooperativa en la localidad de Los Antiguos, en la zona noroeste de la provincia. Con un clima particular por su ecosistema lindante a la cordillera, rodeado por el Lago Buenos Aires y una temperatura ideal entre luz y la humedad; ha permitido que madure este fruto de color rojizo intenso, con un dulzor y una acidez que distinguen su sabor inconfundible.
En los últimos cinco años comenzó a gestarse la idea de contar con un sello propio, que traduzca todos estos años de trabajo colectivo y que remarque la identidad regional de la cereza antigüense, siendo que además es la más austral del mundo.


Sabor patagónico inconfundible
Facundo Kachewski, vocal director del Consejo Agrario Provincial (CAP), fue parte activa de este camino que llevó nada menos que cinco años de trabajo constante. “Se hicieron muchas gestiones. Principalmente se creó una asociación civil integrada por productores, y desde ahí se empezó a cumplir con todos los requisitos que exigía la Secretaría de Agricultura de la Nación”, cuenta.
El proceso no fue sencillo. Uno de los pasos fundamentales fue obtener la personería jurídica de la asociación, una condición clave para avanzar con el trámite nacional. Desde el Consejo Agrario colaboraron estrechamente con estas gestiones y con la articulación con distintos niveles del Estado. “Ahora estamos en la última etapa: conseguir el financiamiento del CFI para implementar la denominación con todos sus protocolos”, agrega Kachewski.
Y es que para que una cereza pueda ostentar este sello de calidad y origen, no alcanza con crecer en un suelo privilegiado. Debe cumplir con ciertos estándares de producción, desde el cultivo hasta la cosecha, que garanticen que ese sabor inconfundible tiene un origen rastreable y controlado.
La cooperativa El Oasis, que agrupa a unos 20 productores, junto con otras asociaciones y empresas privadas, conforman el núcleo de este proyecto. Son ellos quienes desde hace décadas —algunos desde los años 80— vienen construyendo una reputación basada en el esfuerzo, la calidad y la identidad patagónica. “En el ’95 se hizo la primera exportación. Este es un camino que viene de lejos”, recordó Kachewski.

Reconocimiento nacional
En un país donde las denominaciones de origen son pocas —olivos en el norte, uvas en Cuyo, espárragos en regiones específicas—, que una cereza patagónica logre este reconocimiento no es un dato menor. Los productores lo entendieron así hace 10 años, cuando participaron de una jornada sobre Indicaciones Geográficas y Denominaciones de Origen, organizadas por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Municipio local.
“Todavía no estaba en los productores la idea de empezar todo este proceso, que es bastante largo y tedioso. Así que hubo como un impasse de cuatro o cinco años, y por eso recién se empezó más fuerte hace unos cinco años”, explicó la Dra. Liliana San Martino, quien forma parte de la Agencia de Extensión Rural INTA en Los Antiguos.
Se realizaron talleres sobre la cereza típica de la zona, para advertir diferentes parámetros relacionados con el dulzor, la firmeza, intensidad de sabor, el color de la piel y diferentes aspectos que definen la cereza típica de la región. Se compararon sus particularidades respecto a las producidas en otros lugares del país, como Trelew, Gaiman y Mendoza.
Liliana comentó que tenían “información que apoyaba esto de que son cerezas diferentes, pero el proceso de la denominación de origen en realidad conlleva otro tipo de información, para lo cual se hicieron talleres” entre el 2021 y 2023.

Sello de exportación
La cosecha de la cereza se ha transformado en una forma de vida para muchos de los pobladores en Los Antiguos. Y, hoy por hoy, este reconocimiento a nivel nacional les permite poner en valor a la fruta que crece en el extremo sur del país.
“Es una satisfacción haber logrado terminar el trámite, que va a proteger la identidad de la cereza de acá y la forma de producirla”, expresó la Dra. Liliana San Martino, quien dejó en claro que “es un reconocimiento, no es algo que se otorga, sino que es algo que se reconoce”. Al mismo tiempo, advirtió que les permitirá que “no haya confusiones con cerezas de otros lados que se venden como cerezas de Los Antiguos”.
El impacto de esta denominación será notable, ya que mejora las posibilidades de exportación, da mayor visibilidad al producto y certifica su origen, algo fundamental considerando que más del 60% de la cereza producida en la zona tiene destino internacional. “Es la cereza más austral del mundo, y eso también tiene su valor. Este sello garantiza que lo que se está vendiendo no es cualquier fruta”, subrayó Kachewski.
Aunque todavía restan implementar los protocolos y contratar una consultora especializada, el objetivo es claro: llegar con todo en regla para la próxima cosecha de cerezas.