Un bloom de algas, desencadenado por los desechos de la industria salmonera generó la muerte de más de 5 mil toneladas de salmones en el Fiordo Comau. Del lado Argentino aún existe la posibilidad de prohibir esta industria y evitar estos desastres ambientales y económicos.

El pasado martes 12 de abril, un comunicado fue emitido por la comunidad científica, ONGs y  agrupaciones civiles con el objetivo de reclamar al gobierno chileno y exigir “no más entregas de nuevas concesiones, no más ampliación de concesiones acuícolas actuales ni aumento de biomasa en concesiones existentes, así como también la urgente salida de todos los ecosistemas marinos frágiles como son lagos, fiordos y canales de nuestra Ecorregión Chilota y desde esta a todo el maritorio patagónico”.

El desastre ambiental que la precedió y que llevó a que más de 50 organizaciones se unan fue un evento similar al que ocurrió en Chiloé en el 2016 y que dejó un saldo de 40 mil toneladas de salmones muertos. “El mayo Chilote” es conocido hasta la fecha como uno de los desastres ambientales más terribles del país vecino, pero como menciona Juan Carlos Viveros, vocero de la organización Defendamos Chiloé “Este es un hecho histórico. Por primera vez organizaciones nacionales, regionales y desde todos los territorios donde opera la industria salmonera, exigen en conjunto al gobierno de Chile su salida (de la industria salmonera) de ecosistemas marinos frágiles”.

Cabe destacar que estos blooms de algas están potenciados justamente por los desechos que genera la misma industria de la salmonicultura en su funcionamiento “normal”. Así lo explica Julien Armijo, investigador franco-chileno que publicó un estudio sobre la mega-crisis de marea roja del 2016 en Chiloé: “la descarga cotidiana de nutrientes por las fecas de los salmones y restos de comida no consumida, producen una sobrecarga de nutrientes llamada “eutrofización” de las aguas, que es un factor de potenciamiento de las floraciones algales nocivas. Y además, se suma el mal manejo de las mortalidades.

En el 2016, se autorizó un vertimiento extraordinario de salmones muertos a 75 millas náuticas de la costa de Chiloé, pero nuestro estudio demostró que eso,por corrientes, pudo afectar fuertemente a las costas. Ahora en el fiordo Comau, parte de la biomasa putrefacta en forma liquida, se vió siendo directamente arrojada en el fragil fiordo ya reventado por el bloom… Eso es grave.”

En referencia a la catástrofe, Lino Adillon el reconocido chef y activista en contra de la salmonicultura cita la frase “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. La farsa, en este caso, alude a la destrucción del ambiente para el enriquecimiento de unos pocos, ya que sobran evidencias de que esta actividad destruye los ecosistemas marinos, afectando el sustento de comunidades que dependen económicamente de un océano sano.

De este lado de la frontera, hace años que la comunidad argentina lucha para evitar que esta industria tan dañina se instale en las aguas del Canal Beagle. Un proyecto de ley presentado por el MOPOF busca prohibir la salmonicultura en aguas provinciales y reivindicar el valor que este ecosistema sano tiene para la comunidad fueguina. Augusto De Camillis integrante de la organización Beagle Secretos del Mar reconoce que, “El salmón es un producto premium que no va a resolver la seguridad alimentaria, lo consume un mínimo porcentaje de la población y deja un saldo ambiental irreversible atentando contra miles de puestos de trabajo generados en cambio por el turismo”.

 “Chile se está dando cuenta (de la farsa), ahora solo resta que nosotros actuemos sancionando la ley que prohíba la industria en nuestro territorio.” Remata esperanzado Adillón.

EL ROMPEHIELOS
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