Artista Gráfico, especializado en 3D. A los 19 años, Pablo Vázquez se convirtió en uno de los pocos usuarios de Blender e hizo despegar su carrera desde Río Gallegos hasta Amsterdam. El autor de Caminandes cuenta en EL ROMPEHIELOS el recorrido que lo llevó a Europa y cómo nacieron sus personajes que viven historias en la estepa patagónica y que hoy inundan las redes sociales.

Me llamo Pablo Vázquez nací en Río Gallegos. Viví toda mi vida ahí, hasta los 19 que me fui a Buenos Aires por un proyecto y después me vine para acá”, indica Pablo cuando se presenta. A pesar de estar hace más de 10 años lejos de su tierra, no duda al decir que es Santacruceño: “viví siempre ahí”. O por lo menos hasta los 19 años. A pocos meses de cumplir 31 años, Pablo recuerda con más ligereza de detalles cómo fue que su carrera tomó ese giro inesperado que lo dejó del otro lado del océano.

Es medio bizarro cómo arrancó todo. Estoy viviendo acá hace un tiempo, pero fue un poco de la nada”, recuerda Pablo. Fue a finales del año 2004, “empecé a utilizar Blender (un programa de animación en 3D) porque entraba en un diskette básicamente y a mi compu no le daba para más”. Mucho antes que los tutoriales fueran moneda corriente en la web, “bajé una guía en inglés, así que tenía que aprender inglés y a la vez aprender a usar las herramientas”.

Pablo recuerda que en ese año “justo había terminado el secundario así que tenía bastante tiempo”. Ya sabía por dónde quería encaminar su profesión: “el tema es que somos una familia de 4 hermanos y uno ya se había ido a estudiar. Viste que en el sur si querés estudiar algo más o menos raro tenes que irte. Te tienen que mandar a estudiar. Te tienen que mandar a Capital o a Córdoba, donde sea. Y lo de animación 3D estaba en Buenos Aires, estoy hablando 2003/2004”.

Mandar a estudiar a un hijo “al norte” no era para cualquiera. Implica -entonces como ahora-, pensar en un alquiler y todo lo necesario para mantener una casa. “Mi hermano ya se había ido a estudiar, no me podían mandar a mí al toque. Tenía que esperar un tiempo, y en ese tiempo que estaba esperando me puse a aprender Blender por mi cuenta, porque no quería perder el tiempo”.

Pablo se había anotado en la Universidad Nacional de la Patagonia Austral que tiene sede en su Río Gallegos natal. “Me anoté para anotarme en algo pero no estudié porque no me gustaba -recuerda-. Creo que en Analista de Sistema porque era lo más cercano, fui un par de clases y nunca más volví”.

Como cualquiera que intenta romper la norma de los trabajos normales, tuvo que hacerlo “para que mi vieja no me mate, básicamente”, aclara entre risas. “Claro, aprender 3D es estar mucho tiempo en la compu y desde afuera se ve como que no estás haciendo nada. Estás jugando. Es como un jueguito, estás en 3D, te movés. Entonces es como un juego de afuera, y hasta que te creen pasa mucho tiempo. Entonces me anoté en la Universidad como para zafar y a la vez aprendía mis cosas”.

Ya en 2004 había conseguido algunos trabajos y “hacía changuitas de diseño, en el 2005 fue que empecé a vender unos trabajos por internet. Cuando me hice mis primeros pesos, ahí me creyeron en casa”. El diferencial entre un juego y un trabajo serio lo hacen los ingresos: “Cuando empecé a comprarme mis cosas, de hecho, a mejorar la compu gracias a trabajar ahí, a lo que había aprendido, empecé a invertir, me compré un mejor procesador, cosas chiquitas que podían ayudarme a trabajar un poco mejor”.

En el año 2006 ese tiempo invertido comenzó a dar frutos y lo llamaron de un proyecto en Buenos Aires, “un largometraje animado que estaban haciendo con Blender. En su momento la utilizaba mucha menos gente, hoy en día es muchísimo más popular. Pero en su momento era poca gente que la usaba, entonces cuando en Buenos Aires deciden hacer esta peli (Plumíferos), la querían hacer con Blender, que es un programa libre open source, y no necesita licencia. Para los estudios es un re golazo, y como había poca gente que lo utilizaba, me convocaron”.

Pablo ocupaba con su nombre un lugar en esa cortísima lista de usuarios de Blender en Argentina en 2006. “Como era el primer largometraje que se hacía con ese software, la gente de la Blender Fundation nos dio una mano. Estuvo siempre con nosotros de soporte, todo el día estábamos en el chat. A los dos años, ya éramos amigos básicamente. Había una relación. Yo como había aprendido inglés antes, lo practicaba chateando. Les reportaba los errores, me gustaba estar ahí metido en el tema”.

El proyecto Plumíferos bajó la producción por falta de dinero y en el medio se estaba llevando adelante un proyecto en Holanda de video juegos: “Justo un artista se les cayó y necesitaban llenar el lugar rapidísimo, la semana siguiente. Era muy inmediato. Y me preguntaron si quería venir -relata Pablo-. Al toque dije ¡si, ya! Tenía 21 años. A esa edad yo estaba de novio en Buenos Aires, pero sin ninguna obligación más. No había mucho para pensar”.

Ni siquiera hablaba inglés cuando se embarcó en la aventura de vivir en otro continente. “Lo aprendí medio sobre la marcha. Chatear es una cosa, y hablarlo es otra. Al final salió bien”.

Artista gráfico autodidacta especializado en animación 3D reza su página de Facebook. Pablo marca el inicio de su carrera al salir de su provincia. “El primer paso fue ir de Gallegos a los 19 años a Buenos Aires. Nunca había estado en Buenos Aires y de repente mudarme… era todo nuevo. Eso fue un paso grande, se sentía raro. Y después cuando me venía para acá ya no entendía nada”, dice mientras conversa con nosotros desde el estudio en el que trabaja en Amsterdam.

La hazaña de mudarse hacia la capital fue una aventura para Pablo, pero “a mi familia creo que les costó más que me vaya de Gallegos a Buenos Aires, sobre todo mi mamá”, quizás más que después terminara en Holanda. “Cuando llegué, la única manera era ponerle toda la onda. Trabajar todo el día, toda la noche. Ponerle todo, porque quería que salga bien. Y volver a Argentina y pensar ‘listo, no vuelvo más a Europa porque es imposible, es muy caro. Fue una linda experiencia, pero ahora veo qué hago’. Y al final terminé volviendo por una serie de casualidades”, si es que se le puede decir casualidades al trabajo duro que año a año fue asentando su carrera y su prestigio profesional.

Caminandes

Hace pocos días, el Ministerio de Producción de la Nación publicó varios videos de Caminandes en Facebook. Otro post en la misma red volvió a replicar las publicaciones y la serie animada consiguió más de un millón de reproducciones en su capítulo inicial.

El protagonista de Caminandes es Koro, un chulengüito que intenta cruzar una ruta patagónica. Koro tiene varias aventuras más -por lo menos tres más hasta el momento.

Es increíble lo que tenemos allá y no lo vemos. Uno no lo ve en el día a día, pero te vas y extrañas. Un mate a la mañana, esas cosas chicas. Estar en la ruta y que se cruce un guanaco. Por ahí vas en la ruta y medio los puteas, pero es lindo. Tiene esas cosas que no las ves en otro lugar”, confiesa Pablo cuando le preguntamos sobre sus personajes.

¿Por qué guanacos? ¿Por qué en la Patagonia? Pablo asegura sin dudar que siempre quiso hacer dibujitos animados. “Y después con el tiempo, la experiencia. De trabajar para proyectos de otra gente, siempre tuve ganas de querer hacer lo mío. Esto de Caminandes surgió de querer hacer cosas mías”.

Las infancias patagónicas tienen más dibujitos -quizás- de quienes crecen en lugares climáticamente más amigables. Aunque puede ser también una interpretación exagerada de quienes creen que el frío nos encierra. Cualquiera haya sido la forma, Pablo recuerda que de chico “me gustaba mucho los Looney Toons. El conejo Bugs Bunny. Por ejemplo, el Coyote y el Correcaminos. Después con los años, con la Wikipedia, me enteré que eran animales de verdad. Que el correcaminos es un pájaro que yo ni enterado. No sabía que era un animal de verdad hasta los 20 años ¡toda mi vida fue una mentira!”.

Riéndose un poco por los nervios, un poco por lo jocoso que resulta la anécdota, señala que “los chicos hoy en día también crecen con esas cosas. Y justo toda esta nostalgia surgió cuando mis hermanos empezaron a tener familia, y yo empecé a tener sobrinitos chiquitos”, lo que dio como resultado “querer que vean dibujos nativos. Que si están en la ruta y ven un dibujito animado de un guanaco, que hagan la relación”.

Caminandes “surge entre la nostalgia de querer hacer algo propio y que hay personas tan chiquititas que pueden crecer con este tipo de cultura más cercana. Más cerca de lo que están viviendo ellos”. Más cerca de lo que vivimos y experimentamos nosotros que conocemos lo que es un guanaco en una ruta.

Pablo asume -como quienes dejan su tierra-, que “hay algo más que te tira en la Patagonia, no sé qué es, no sé qué será. Cuando los músicos se refieren a la Patagonia lo hacen con un cariño enorme. No sé, Hugo Giménez Agüero, o Larralde incluso. Todos como que se refieren de una forma muy fuerte, y nunca se plasmó eso tanto en lo que es dibujos animados. Lo más cercano que tenemos fue Patoruzito, pero es más hacia el norte, no la Patagonia Austral. Había algo que faltaba”.

Caminandes era lo que faltaba. Una serie animada con un guanaco de protagonista que comienza a sumar otros animales familiares como pingüinos, en un lugar que podría ser cualquier rincón de la ruta austral camino a nuestra isla. “Quería que sea universal, por eso no tiene dialogo. Son cortitos para que sean fáciles de compartir”, explica Pablo.

A pesar de sus más de 6 mil seguidores en Twitter, 4.662 suscriptores en YouTube y 4.079 seguidores en Facebook la expresión ‘referente’ no le resulta cómoda a Pablo. “Nunca pensé en nada como referente ni mucho menos. Recibo mensajes todo el tiempo, te preguntan cómo llegaste, y cómo es esto, y qué estudiaste o qué compu tenés y cosas así. Cómo hiciste, de gente de Gallegos, de Buenos Aires. Pero nunca me vi como un referente”.

Reflexiona, y quizás sobre la marcha se sincera y agrega que “es algo que yo, si me imagino hace 10 o 15 años cuando empecé a aprender esto me hubiese venido genial y le hubiese escrito a alguien que haga dibujitos más o menos como los que yo quisiera hacer. Nunca lo vi como una responsabilidad, siempre trato de responder con la mayor honestidad posible, que no hay ningún atajo, que es todo trabajar, trabajar, trabajar, y ver los resultados tarde. Va a tardar”.

Y para Pablo tardó, desde 2013 que Koro abrió sus ojos y se puso de pie frente a la ruta por primera vez hasta esta reciente explosión en las redes sociales de este lado del mundo. “Es increíble, todavía no entiendo cómo pasan esas cosas. Compartieron un capítulo que hice en 2013 y cuando lo publiqué fue reconocido, salió en algunos lugares, salió en el canal de Disney en Youtube pero nada que ver con lo que está teniendo ahora. Y esas cosas tardan en pasar”.

El último capítulo de Caminandes data de febrero de 2016, aunque con esta revolución local a Pablo le despertaron las ganas de seguir haciendo más. “Con todo este reconocimiento me dan todas las ganas de hacer más de esto. Sí o sí se necesita un estudio, un equipo”.

Cultura autodidacta

Hace años como que se veía más difícil. Hoy en día internet anda dentro de todo bien, no es lo que era antes dial up. Se puede. Hay herramientas que se pueden usar, hoy en día la cantidad de material y tutoriales que hay para Blender, por ejemplo, es increíble” dice Pablo, viendo de lejos esa experiencia de aprender inglés para leer manuales en PDF, confiado en que cualquiera puede aprender lo que él desde su ciudad, en su provincia, en su región.

No hace falta irte a estudiar en otro lado. Obviamente si te vas a estudiar te van a hacer trabajar en un proyecto con más gente y eso es lo que te hace aprender. No es sentarte en un aula y tener 8 horas de alguien que te está explicando. Lo que más te va a ayudar es estar trabajando con otra gente”, señala poniendo en jaque los métodos de educación actuales.

Eso lo podría fomentar el gobierno o una municipalidad -apunta-. Que la gente se junte y se pongan a chusmear, y que aprendan entre todos. Hay mucha gente que le interesa y me escriben ‘¿cuándo vas a dar un curso?’ o algo así”.

A pesar de extrañar y constantemente viajar al país, “de momento volver a Argentina como que lo descarto porque no veo a medio plazo que me pueda permitir -aunque-, quién sabe, capaz surge algo como para trabajar, hacer unos capítulos 3 meses, 5 meses. Eso sería ideal, me voy ya si eso llegara a pasar. Pero no lo veo por ahora”.

Por ahora, el futuro del santacruceño está en Amsterdam “o en cualquier lugar del mundo para seguir aprendiendo, haciendo historias pequeñas para algún día hacer un largometraje, que sería el culminar un sueño. Hay algunas ideas dando vueltas siempre en torno a lo que es la Patagonia, y los personajes Patagónicos”, adelanta.

Pablo trata de volver todos los años al país “a pasar un mes de vacaciones y viajar. Quizás, quién sabe, ¿no? Volver y abrir un estudio de animación en la Patagonia. Si hay que soñar, ese sería el sueño”.

 

 

Pablo Riffo

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