Un grupo de 12 kayakistas interactuaron durante dos horas con ballenas en la Antártida, a una distancia de pocos centímetros.
Las personas se encontraban remando entre los hielos de la Antártida, dos ballenas vinieron hacia ellos y comenzaron a nadar y a jugar, suavemente, entre los kayak. Fue una experiencia única observando en silencio y escuchando nada más que el sonido del agua y la respiración de las ballenas que asomaban sus cabezas.
El medio Mongabay Latam logró entrevistar a Luis Turi, Guía turístico en la Antártida y habitante de Ushuaia desde hace 25 años, una de las personas que estuvo presente en este inusual avistamiento de ballenas. “Es la primera vez que me pasa algo tan impresionante”, dijo.
Turi, además, trabaja con la industria del turismo en Antártida desde la base en Ushuaia: entre las actividades son navegación en kayac o avistaje en las colonias de pingüinos.
Acerca de cómo ocurrió la interacción con las ballenas, contó que “ese día era un día raro. Casi todos los pasajeros habían ido en zodiac a hacer un crucero, se fueron lejos, así es que éramos 12 en kayak. Era un día que pintaba ser un bajón porque estaba todo nublado, medio neviscando. De pronto vimos una ballenas que estaban como a tres kilómetros. Estaban comiendo en la típica actitud en la que sacan la cola y se van para abajo. Cuando están comiendo hacen inmersiones verticales. Van al fondo y después ascienden girando para concentrar los peces o el krill en un lugar y al final abren la boca y engullen todo. Ahí inmediatamente sacan el lomo, porque giran, y se zambullen otra vez en la vertical. En ese momento es cuando sacan la cola”.
Así mismo siguió el relato: “Entonces vimos eso y nos empezamos a acercar. Cuando estábamos como a un kilómetro, las ballenas desaparecieron. Dijimos ‘¡oh, que bajón!’, pero de pronto aparecieron al lado nuestro. Ese día más que avistaje de ballenas, fue avistaje de humanos porque ellas vinieron a vernos a nosotros. Nos quedamos quietos ahí. Yo tenía miedo en un principio porque las normas para el avistaje de fauna dicen que no te puedes acercar más de 30 metros. Pero bueno, en esta situación las ballenas vinieron a nosotros. Al principio tratamos de movernos, de alejarnos, pero ellas estaban ahí”.
“Las ballenas estuvieron con nosotros casi dos horas. Nadie dijo nada. Solo se escuchaba el sonido del movimiento del agua con las inmersiones y la respiración de las ballenas. Al principio tuvimos todos un poco de miedo y después fue un flash total. Toda la gente estaba en silencio. Ese viaje fue superfuerte porque no hubo nada después que pudiera superar esto. Fue un impacto… fue muy heavy, muy lindo, la verdad es que yo nunca había vivido una experiencia así tan fuerte”, relató emocionado.
Silvana Minué
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