Greenpeace llevó adelante una investigación que expone el altísimo impacto negativo de la sobrepesca que afecta los mares argentinos. Desde los buques autorizados hasta los cientos de embarcaciones que realizan pesca ilegal, el ecosistema marino se ve gravemente afectado por la sobreexplotación de su biodiversidad.

Vistas desde el aire por la noche, las luces de las flotas pesqueras lucen como verdaderas ciudades en el mar argentino. Anualmente unas 400 embarcaciones ingresan legalmente a trabajar en nuestro territorio, mientras una cantidad significativa lo hace ilegalmente, saqueando los recursos del mar y afectando gravemente al ecosistema y a la biodiversidad. El botín que persiguen estas embarcaciones (legales e ilegales) son principalmente el calamar y la merluza, dos de las especies más demandadas en el mercado. El problema, según la organización Greenpeace es que no existen controles suficientemente rigurosos que permitan proteger a los mares de la sobreexplotación, lo cual pone en peligro a la biodiversidad y a la supervivencia de especies como las ballenas, las cuales se ven expuestas al peligro de chocar con sus embarcaciones o a quedar atrapadas en sus redes.

Necesitamos que nuestros representantes defiendan los océanos. Sin dudas, esta es una oportunidad histórica para hacerlo realidad. La vida del planeta, incluso la nuestra, depende de ellos”, sostienen de Greenpeace. Un informe publicado por la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) indica que el segundo factor de amenaza para la biodiversidad a nivel mundial es la explotación excesiva de organismos vivos para el consumo humano. Las reservas de peces están desapareciendo principalmente debido a la sobrepesca.

Días atrás Greenpeace presentó el informe “Protejamos al Mar Argentino de la Pesca Destructiva”, en el cual revelan los impactos de la industria pesquera en la región, y el modo en que afecta a especies icónicas como la ballena franca austral. “La falta de control y regulación de las aguas internacionales permite a las pesqueras saquear y vulnerar el Atlántico Sur, dejando al océano al borde del colapso. Es por esto que desde Greenpeace exponemos esta problemática, invisible para muchos. Queremos generar toda la presión pública posible para que los gobiernos del mundo acuerden en la ONU un tratado global por los océanos para proteger a la vida marina a través de la creación de una red de santuarios”, señaló Luisina Vueso, coordinadora de la campaña de océanos de Greenpeace Andino. Según Vueso “la pesca en el Atlántico Sur se practica con tal intensidad que más de 400 buques pesqueros llegan a esta región para saquear el océano. Sus técnicas son tan destructivas que arrasan con el fondo marino, como una topadora en el fondo del mar. Algunos incurren con frecuencia en actividades no reguladas e incluso en ocasiones llegan a cruzar los límites de la zona económica exclusiva (ZEE) para pescar ilegalmente”.

El informe destaca las amenazas de la sobrepesca en el lugar conocido como el Agujero Azul, que alberga ecosistemas únicos, biodiversidad silvestre icónica, como la ballena franca austral y otras especies clasificadas como en peligro de extinción, entre ellas el cachalote. El Agujero Azul, ubicado en medio del océano a la altura de Puerto Madryn, es una de las dos áreas únicas a nivel mundial en aguas internacionales donde se realiza la mayor parte de la pesca de arrastre en el fondo marino.

Según la organización ambientalista, la técnica que utilizan estos grandes buques pesqueros se asemeja a una excavadora en el bosque, arrancando todo lo que hay en el lecho marino. Mediante enormes redes de arrastre se rastrilla el fondo del mar con la intención de capturar la mayor cantidad posible de peces. Estas embarcaciones permanecen meses en el lugar realizando esta actividad. Según cifras oficiales, unos 400 buques pesqueros entran de forma legal en el mar argentino y dejan anualmente unos 2.000 millones de dólares en exportaciones de pescado de todo tipo, pero Argentina también pierde otros 2.500 millones de dólares en mercadería no declarada. En 2018, las autoridades decomisaron unas 327 toneladas de pescado, en su mayoría merluza no declarada.

Abel Sberna
Fuente: Greenpeace

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