¿Por qué regresas
barrilete?
¿Ya no besan
las hojas del cielo
tu cola de género
y tus barbas
al viento… ?
Osvaldo Bayer
El 24 de marzo de 1976 “será para siempre la fecha de la gran vergüenza argentina”, escribía Osvaldo Bayer en una de sus emblemáticas contratapas de Página 12. Y es que para él, que había sufrido el destierro, la dictadura militar también se explicaba en la vida que tuvo que rehacer en Alemania, el país que le diera cobijo.
Bayer recordaba con detalle el día que debió irse. “Eran todos militares. ‘Usted va a poder salir ahora porque deseamos verlo afuera. Pero acuérdese de lo que le digo: ¡usted nunca va a volver a pisar el suelo de la patria!’, le dijo un oficial. Cuando volvió, ocho años después, lo buscó por las calles de Buenos Aires.” Le quería decir: ‘¡Señor capitán! Acá estoy nuevamente pisando el suelo de la Patria!”. Después averigüé: hacía dos años había muerto. Había sido jefe de Policía en la ciudad de Mendoza”.
“Los momentos de la última dictadura fueron los más tristes de mi vida. Realmente haber vivido toda esa persecución, la muerte de mis queridos amigos, por ejemplo Rodolfo Walsh, el Paco Urondo. Tantos recuerdos, tantos recuerdos, que gobierno miserable, que gobierno de lo peor. De la brutalidad más bestia. 40 años han pasado ya, pero no lo vamos a olvidar absolutamente nunca”, decía el escrito santafesino en una nota que le hicieran en AM 830 Lu14 Radio Provincia de Santa Cruz en 2016.
En 1981 “inicié un movimiento en Europa de todos los exiliados – con la ayuda también de escritores europeos y americanos – para que volviéramos a la Argentina y fundáramos una asociación con una casa para todos y enfrentáramos a la dictadura, pero no pudo hacerse”, explicaba Bayer en aquel reportaje telefónico.
“A pesar de que estábamos apoyados por escritores alemanes, españoles, franceses, mexicanos y venezolanos, ellos nos acompañaban siempre que estuviera presidido por (Julio) Cortázar. Osvaldo Soriano hizo una reunión especial para llevarlo a Cortázar y no aceptó presidir esa delegación, Cortázar estaba muy enamorado de una escritora canadiense. Estaba derretido de amor y nos dijo no puedo eso. Yo quiero vivir esa vida de amor ahora y no quiero ir a la Argentina y padecer todo lo que vamos a padecer. Así como que no pudo realizarse. Lo lamenté muchísimo. Había preparado escritor por escritor para que regresáramos”, recordaba el autor de la Patagonia Trágica.
“No pudimos unirnos, porque mis hijos nacieron en Alemania, estudiaron allá, se recibieron allá, tienen muy buenos empleos, se casaron y sus hijos también nacieron y viven allá, para ellos es imposible volver. Yo quise volver siempre a la Argentina”, contaba con un dejo de tristeza poco antes de morir.
Siempre tenía palabras de agradecimiento para las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y su rol durante la dictadura: “Es verdaderamente heroico, poner la cara, frente a la dictadura, en la plaza de mayo, ofrecer el cuerpo, sacrificarse si saber lo que les iba a ocurrir es de un heroísmo máximo. Es un ejemplo valioso para la Argentina. Hemos tenido a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, con eso está todo dicho. Si tuviera que escribir un libro sobre ellas, le pondría de título `La marcha hacia el heroísmo´’”
Llegaba el 83. La derrota en Malvinas había acelerado el final del gobierno genocida. Había esperanza, “había un país para empezar de nuevo. Nuestra juventud había demostrado un gran heroísmo. Habían desaparecido nuestra mejor juventud. Pero era necesario restablecerla, volver y hacer una gran Argentina. Una Argentina democrática, sin villas miseria, una Argentina de la igualdad. Cantamos en nuestro Himno “Ved el trono a la noble igualdad”. Fíjense que igualdad tenemos. Con villas miseria, por un lado, y barrios riquísimos por el otro”.
Generoso, como siempre, dedicó unas palabras a Santa Cruz: “Le diría a la gente de Santa Cruz que siga queriendo con toda el alma esa tierra. Esa tierra tan increíble, esa tierra realmente que produce tantas cosas esa tierra tan bella en su geografía. Que sigan allí. Que sigan peleando, que sus hijos y sus nietos y sus bisnietos sigan allí, sigan metidos en esa tierra preciosa que yo quiero tanto”. Además, “mis padres vivieron allí, mi hermano nació en Santa Cruz y siempre tuvieron el mejor de los recuerdos de esa tierra. Y ojalá pueda yo volver y vivir allí también. Quisiera hacerlo…”
Desterrar es siempre un intento de arrancarle a alguien su identidad, su ser, su humanidad. Con Bayer no pudieron del todo.
Daniella Mancilla Provoste