Una familia ligada con la naturaleza y el arte, hicieron de aquel niño un sensible y atento artista, meticuloso y al que no le falta capacidad de imaginar. Marcelo Canevari (H) fue capaz de retratar a una especie como un aporte para protegerla.

Su casa porteña estaba repleta de lápices, pinceles, acuarelas y mascotas poco comunes. Lo artístico relacionado con la naturaleza era parte de su vida cotidiana. Aunque nunca como una obligación, el destino de Marcelo Canevari como ilustrador científico, parecía indefectiblemente marcado. 

Su madre, bióloga. Su padre, naturalista, trabajó en Parques Nacionales y en el Museo Argentino de Ciencias Naturales. “Viajamos por todo el país y hacíamos muchas visitas a los parques, pero no solo a los lugares de uso público, sino más a esos con poca gente. Estábamos siempre rodeados de naturaleza, entonces fue el primer estímulo”, explica el artista.

“Mi viejo todo el tiempo caía con animales a casa. Teníamos todo tipo de mascotas, había lagartijas, serpientes, etc. Todo lo que es herpetología (el estudio de reptiles y anfibios) me encantaba, entonces lo mío siempre era dibujar lo que veía y lo que me apasionaba”, agrega. A los 16 años ya colaboraba con su padre diseñando varias guías de mamíferos y aves migratorias para parques nacionales y reservas ecológicas.

Canevari destaca que para realizar este tipo de ilustraciones científicas se necesita “tener mucho conocimiento de la especie que estás dibujando. Tiene que funcionar mejor que una foto y hay que ser bastante fiel a la anatomía, pelaje, plumaje, el color tiene que estar muy preciso”. Por lo general, son ilustraciones que se hacen sobre un fondo blanco y en perfil. “Puede llevar algún pequeño fondo en lápiz, pero no se puede chamuyar. Tiene que ser preciso”.

Hace muchos años pudo visitar el Cañadón del río Pinturas en el noroeste santacruceño. “Eran otros tiempos en los que todavía se hacía eso de ir muchos en un auto, andábamos los seis de mi familia, más los seis de la familia de mi tía viajando en dos vehículos. Fue hace mucho, pero no me lo olvido más”, explica el artista.

“Patagonia es impresionante. Hay algo majestuoso en la emoción que te transmiten esos espacios gigantes, un horizonte infinito”, describe Marcelo. “Hay una especie de riqueza oculta. Estos espacios gigantes pueden parecer un desierto donde no hay nada, sin embargo, después vas descubriendo eso oculto”.

Durante el 2021, Canevari (h) participó junto a otros artistas ambientales de diferentes rincones de Argentina, de una iniciativa de Fundación Rewilding Argentina, que los reunió bajo la consigna de “Conocer para proteger”. Así, pudieron compartir su arte inspirado en la fauna de la estepa patagónica. En su caso, pudo ilustrar al Chinchillón anaranjado.

“Elegí el chinchillón porque creo que, injustamente, es muy poco conocido. Tenemos un país con una diversidad increíble de animales que desconocemos, y esa es una de las razones por las cuales nos cuesta entender el valor que tienen”.

Hay algo de la emoción que me mueve y siento que, como nunca voy a encontrar las palabras para describirlo, lo que trato de hacer, es capturar en la imagen las emociones que me transmite. Eso me pasó con el chinchillón”, describe. “Espero que esta ilustración ayude a despertar interés en esta y otras de las especies únicas que viven en Argentina.”

Si bien lo suyo comenzó con la interpretación de los elementos de la naturaleza para los trabajos que les encargaban, cuando comenzó sus propias obras incorporó el mundo imaginario, la fantasía cruzada con la realidad. “En un momento, en las primeras pinturas más propias, veía que era algo que lo estaba inventando yo, que podía hacer lo que quería, sentir esa libertad, es increíble”.

Marcelo se zambulle en ese mundo fantástico, pero siempre buscando que los lugares donde transcurren las escenas sean reales, con naturaleza autóctona. “Lo mismo cuando incorporo especies de animales o plantas, si bien me tomo alguna licencia, si meto un felino quiero que sea un yaguareté o un puma, hay cosas que ya no las puedo sacar. No puedo inventar un pájaro cualquiera. Quiero que sea real y de Argentina”, remarca.

Sea en su imaginación o a partir de la gran cantidad de lugares que pudo conocer con su familia, todavía tiene viva aquella experiencia de haber acampado a los nueve años en el río Pinturas: “Es una experiencia que te conmueve o te conmueve. Tengo 37 años y todavía tengo eso como uno de los mejores momentos de mi vida. Es que la Patagonia -afirma el ilustrador – “te pide otros tiempos para descubrirla, y no se te olvida”.

Daniella Mancilla Provoste

EL ROMPEHIELOS


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