La Organización Mundial de la Salud propone, desde 1974, una definición de Salud Sexual y un acercamiento a la sexualidad, entendiéndola como un parámetro determinante en la comprensión biográfica de las personas y con valores positivos, un factor favorecedor del bienestar y la calidad de vida de las personas.

La Educación Sexual tendría que ayudar a los niños, las niñas y adolescentes a adquirir una adecuada información sobre la anatomía y el desarrollo sexual, disipando mitos, creencias erróneas y dudas que se siguen transmitiendo de generación en generación. Desarrollar habilidades vitales como el pensamiento crítico, negociación y comunicación, confianza, empatía, capacidad para hacer preguntas y buscar ayuda, etc, y consolidar actitudes y valores positivos como mentalidad abierta, autoestima, ausencia de prejuicios, respeto a los demás y actitud positiva en lo referente a su salud sexual.

A cualquier padre/madre, tío/tía, hermano o hermana mayor le debe haber sucedido que el/la niño/niña de la familia aparezca con una pregunta, a la que los adultos calificamos como incómoda. La actitud ante la pregunta inesperada es un factor que se determina como muy importante; probablemente todos nosotros recordemos la cara que puso el adulto interpelado al momento de hacer “la pregunta”, pero no podemos recordar cuál fue la respuesta que nos ofrecieron.

El hecho de que el adulto propicie un clima relajado y amigable a la hora de las dudas del menor es significativo, un ambiente hostil puede provocar algo que no tiene retorno: que el niño o adolescente entienda que las preguntas de índole sexual son mal recibidas y que, por lo tanto, de eso no se habla.

Lo que debemos tener en cuenta los adultos es que todas esas respuestas que no podamos ofrecerle a nuestros hijos, ellos las buscarán en cualquier otro ámbito, y eso no siempre es seguro.

Lo ideal es poder afrontar la pregunta, decirle la verdad, con lenguaje sencillo, sin dar detalles y ofreciendo una respuesta a lo que puntualmente nos preguntan, sin necesidad de ampliar más allá de la curiosidad. Siempre teniendo en cuenta la edad del o la interlocutora.

La familia, el sistema educativo y el sistema social deben de garantizar el desarrollo integral como personas a toda la ciudadanía; sin educación sexual, es evidente que es imposible.

Si deseamos realmente educar en la igualdad a los chicos y a las chicas, tendremos que desterrar mitos y resolver dudas, y trabajar las actitudes machistas que todavía persisten en nuestro contexto familiar y social”, sostiene el sexólogo Vicent Bataller i Perelló.

El verdadero propósito de la Educación sexual tiene que tender a que niños y niñas, chicos y chicas aprendan a conocerse. Aprendan a saber cómo son y cómo funcionan. Y además, cómo son y cómo funcionan otros que son de su mismo sexo y quienes son del otro sexo. Ya que al hablar de sexualidades no hablamos sólo de genitales, sino de conocer el cuerpo, hablar de nuestra piel, de la sensibilidad”, agrega.

Según Bataller “con la Educación vamos transmitiendo modelos de hombres y mujeres y, por supuesto, quien siente que se queda fuera de los márgenes propuestos, tiene mucho más difícil aceptarse. Tendríamos que revisar esos márgenes y ampliarlos para que quepan todas las sexualidades”.

Todos los niños y las niñas son curiosos, y además es bueno que así sea. La curiosidad funciona como un motor para el aprendizaje. Por lo tanto, es necesario satisfacer la lógica curiosidad con una buena información sexual. La falta de respuesta ante este tipo de cuestiones convierte a lo sexual en lo prohibido, en lo que debe ocultarse. La espontaneidad infantil puede desparecer si no se ofrecen a ese niño o niña respuestas adecuadas y sinceras, ya en esta etapa evolutiva.

Hay que posibilitar con la educación sexual que los niños y las niñas, los preadolescentes, los/las adolescentes y los jóvenes vivan su sexualidad con naturalidad, es decir, mostrarse cada uno como es, sin fingir, sin caretas. Sin jugar a lo que no se es”, sostiene el especialista.

Posibilitar una buena educación sexual en estas etapas evolutivas supone una garantía para su desarrollo como personas adultas, donde la igualdad, las relaciones de equidad entre los géneros y la coeducación sean los pilares para hacer personas adultas, autónomas y respetuosas de su sexualidad.

En la actualidad, son muy pocas las personas jóvenes que reciben una adecuada preparación para la vida sexual. Este hecho los hace potencialmente vulnerables frente a la coerción, el abuso, la explotación, el embarazo no planificado y las infecciones de transmisión sexual (ITS), incluyendo el VIH.

Según el Informe Mundial del ONUSIDA sobre la Epidemia del SIDA, sólo el 40% de las personas jóvenes entre las edades de 15 y 24 años reciben conocimientos actualizados sobre las distintas formas de transmisión del VIH. Estos conocimientos adquieren carácter de urgente si se considera que éste es precisamente el grupo etario al que puede atribuírsele el 45% de las nuevas infecciones por VIH.

Debemos decidir: o dejamos a los niños y niñas encontrar su propio camino en la nebulosa de información parcial, la desinformación y la explotación que podrían encontrar en los medios de comunicación, Internet, grupos de pares o personas inescrupulosas; o aceptamos la tarea de proporcionar una educación en sexualidad clara, informada, sustentada en hechos científicos e inspirada en los valores universales de respeto y derechos humanos. En este sentido, una educación integral en sexualidad puede cambiar drásticamente la trayectoria de la epidemia. Asimismo, las personas jóvenes han manifestado claramente su deseo de contar con más –y mejor– educación en sexualidad, servicios y recursos que satisfagan sus necesidades de prevención.

Para la UNESCO, si deseamos tener un impacto positivo en los niños, niñas y jóvenes antes que inicien su actividad sexual, debemos integrar la educación en sexualidad al currículo oficial y asegurarnos de que sea impartida por maestros y maestras especializados, que cuenten con el apoyo de la comunidad escolar. Dentro del sistema educativo, los maestros y maestras continúan siendo fuentes confiables de conocimientos y habilidades, constituyendo recursos altamente valorados en la respuesta del sector de educación frente al SIDA. Adicionalmente, es necesario extender nuestro esfuerzo hacia los niños y las niñas no escolarizados, con frecuencia el grupo más desinformado y vulnerable a la explotación.

Diversos estudios de investigación demuestran que un programa efectivo debería tener la capacidad de:

  • reducir la información incorrecta;
  • aumentar el conocimiento y manejo de información correcta;
  • clarificar y consolidar valores y actitudes positivas;
  • fortalecer las competencias necesarias para tomar decisiones fundamentadas y la capacidad de actuar en función de ellas;
  • mejorar las percepciones acerca de los grupos de pares y las normas sociales; y
  • aumentar y mejorar la comunicación con padres, madres y otros adultos de conjanza.

Asimismo, recientes estudios de investigación demuestran que los programas que comparten ciertas características clave pueden contribuir a:

  • abstenerse de la actividad sexual o retardar su inicio;
  • reducir la frecuencia de actividad sexual sin protección;
  • reducir el número de parejas sexuales; y
  • fomentar el uso de métodos de protección contra el embarazo y las ITS durante el acto sexual.

El entorno escolar ofrece una importante oportunidad para impartir educación en sexualidad a un gran número de jóvenes, antes del inicio de su vida sexual activa, así como hacerlo a través de una estructura adecuada, es decir, la currícula oficial.

En Argentina, la sanción de la Ley 26.150 del año 2006, crea el Programa Nacional, y a partir de la aprobación de los Lineamientos Curriculares de Educación Sexual Integral (ESI) los y las docentes de nuestro país tienen la responsabilidad, y a la vez, la oportunidad, de enseñar educación sexual a nuestros niños, niñas y jóvenes.

¿Qué es el Programa Nacional de Educación Sexual Integral?

En su Art. 2º, la Ley Nacional de Educación Sexual Integral N° 26150 establece la creación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral en el ámbito del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Para cumplir con los objetivos propuestos por la ley, el Programa Nacional de Educación Integral se plantea los siguientes propósitos, estrategias y acciones prioritarias:

Propósito general

El Programa Nacional de ESI tiene como propósito principal coordinar el diseño, implementación y evaluación de las acciones tendientes a poner en marcha, apoyar y/o fortalecer el Programa Nacional de Educación Sexual integral en todas las jurisdicciones del país.

Propósitos específicos

Del propósito general, se desprenden diferentes propósitos específicos para el Programa Nacional de ESI: Promover la construcción conjunta con las jurisdicciones de estrategias para el desarrollo e implementación de los lineamientos curriculares de educación sexual integral en sus sistemas educativos, en consonancia con los lineamientos curriculares federales.

Propiciar la elaboración de una propuesta nacional de capacitación docente, inicial y continua.

Generar los recursos necesarios para la implementación de acciones de ESI en las instituciones educativas y en las aulas.

Facilitar la construcción y el fortalecimiento de los ámbitos de trabajo multisectoriales y multiactorales (educación, salud, derechos humanos, infancia y juventud, etc.) para abordar la educación sexual integral en todas las jurisdicciones.

Garantizar acciones de evaluación y monitoreo de las acciones que se vayan realizando en las jurisdicciones.

Es muy importante asumir que una buena educación sexual brinda herramientas fundamentales para el desarrollo de niños, niñas y adolescentes, herramientas que serán de utilidad en los diferentes estadios de su crecimiento y que aportan seguridad a la hora de decidir e identificar eventuales riesgos.

La verdad siempre debe ser protagonista, todo aquello que los niños, niñas y adolescentes no logren obtener de los adultos que los rodean y en espacios seguros, procurarán obtenerlo donde sea, y el hecho de contar con conocimientos equivocados o maliciosos podrían ponerlos en riesgo.

La cuestión no es saltar etapas, sino que, cuando esas etapas lleguen, cada quien tenga la suficiente información correcta para poder tomar las mejores decisiones.

 

María Fernanda Rossi

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