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Poemas de Karen Janet Olivera

Palabras que desembocan en el silencio
Esto que se escapa
No es tiempo, es la calma exasperada.
Caminamos sobre cenizas, rozamos el costado de la muerte.
Entre los colores eternos del firmamento
El puente conoce las angustias de los hombres
Es la noche un muro que se expande y entierra los latidos de una verdad que se desarma.
Ayer se entregaban a sus propias huellas y accedían a la oscuridad que los devoraba.
Hoy nace la ausencia, nos despuebla.
Y en un instante caemos en la intimidad infranqueable del vacío, solo el viento se despide con su lenguaje de picos y alas.

Camino lentamente con las manos en los bolsillos
Entregándole la vida a quien me mire y me sonría
De esa forma me acerco a la inocencia.
Voy triste, a veces voy triste, pensando
En la lejanía de los hombres y en que no sé qué hacer con esto que me dieron, sin que lo pida.
Tengo un deseo
El deseo late constantemente en mi pecho, un deseo que todavía no entiendo.
Sigo caminando como desprendiéndome del útero
Cuidando de los recuerdos
Porque me siento obligada a cuidar la ardiente carga que llevo encima.

Observo los paisajes devorados por la tarde
Se acerca la noche, temblorosa en su calma
Me cubre con su gasa y la siento imposible
Todo parece un pequeño zumbido
Los faros se doblan a mi paso
Porque compartimos el recorrido de la desolación
Ese que vos y yo ya conocemos
En eso pienso, mientras camino con los ojos pegados a mis pies
En vos pienso
Me acuerdo cuando jugábamos a ese juego prohibido:
Mirarnos.
Me tiembla el cuerpo te decía, escondiéndome en mi timidez de niña
¡Ay, si esos instantes fuesen eternos!
Sonrío en tu nombre, siempre sonrío en tu nombre.
Por mi hombro derecho crece el sol poderodo y ágil
Mientras la noche pasa por mi rostro besándome la frente
Y se aleja llevándose los sueños.

Karen Janet Olivera (Córdoba, 1996). Escritora.
Recuerdo que en mi infancia, de la mano con la curiosidad, me encontré con la poesía. Nos descubrimos entre libros viejos, lágrimas, sueños y remembranzas de imágenes eternas inundadas de luz. Sin saber que todo era poesía, sin saber que todo era hermoso, incluyendo la tristeza, fue ceder la vida, entregarme a los sentidos, sin saber.

Fede Rodríguez

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