Nací el 5 de enero de 1979. Soy un fueguino nacido en Buenos Aires. Mis padres llevaban un par de años en la isla, pero la inminencia de la guerra con Chile les hizo tomar la decisión de que nazca en el continente. Muchas veces, para abreviar la historia, digo que nací en Río Grande y no siento como si estuviera mintiendo. Viví mi niñez y mi juventud en esta ciudad ventosa. Tuve y tengo amigos argentinos, chilenos, aborígenes; de niño no nos importa el origen de las personas con las que uno comparte. Fui alumno de la Misión Salesiana y recuerdo ir bordeando el mar y ver entre las brumas el Cabo Domingo a lo lejos. Recorrí bosques; jugué en la nieve; dormí en estancias. El paisaje y la forma de vida fueguina eran lo cotidiano. ¿Quién puede encontrar algo sorprendente en eso?
Era necesario alejarse.
A los 18 años me fui a estudiar a La Plata. Ahí empecé a notar que muchas cosas que yo contaba sorprendían a los que me escuchaban: el tamaño de una trucha; la cantidad de suicidas que habíamos conocido; el pelo que se nos congelaba esperando el colectivo para ir al colegio; el número de prostíbulos que había en el barrio; los restos de ofrendas umbandas que encontrábamos en el cementerio indio. Palabras, lugares, costumbres. Todo iba pasando por la mirada ajena y me volvía con un brillo diferente. Como alumno de la Misión, alguna vez me tocó ser guía del museo. Conocía muy por arriba la historia de Tierra del Fuego, como una materia más del colegio.
Vivía en La Plata y en el verano volvía a la isla. En esos meses, con unos amigos trabajábamos en esquilas. Ahí me reencontré con una persona que fue docente mío en el secundario y que con el paso del tiempo se transformaría en un verdadero maestro: el doctor Adrian Bitsch. Él era el veterinario de uno de los establecimientos y en su camioneta nos llevaba y nos traía del campo. En esas horas de viaje nos contaba historias sobre nuestra tierra. Un día le pedí que me dijera el mejor libro que había leído sobre Tierra del Fuego. No dudó ni dos segundos: ¨El último confín de la tierra¨. Tenía toda la razón del mundo. Ese libro incendió mi imaginación: la historia de la vida de Lucas Bridge, uno de los primeros blancos nacido en Tierra del Fuego, era espectacular; su niñez con los yaganes y su juventud con los cazadores selknam; la forma en que vivían en armonía con una naturaleza hostil y cómo se relacionaban; los días y los trabajos de los habitantes de Tierra del Fuego a comienzos del siglo XX; el encuentro terrible entre los europeos y los nativos.
Para esa época algo escribía. Me encantaban las historias de Quiroga, de Jack London, de Conrad, de Verne, de Stevenson; la narraciones oscuras de Poe y Lovecraft; Borges, Arlt, Di Benedetto. Aventura, terror y épica eran mis géneros favoritos.
Me siguieron llegando libros sobre la isla. Entre varios, recuerdo Fuegia de Belgrano Rawson y La Tierra del Fuego de Iparraguirre. Hay dos libros que me llamaron especialmente la atención: Los selknam, ausencias y presencias de Mingo Gutiérrez y Comarca fueguina de Eugenio Mimica Barassi. El primero está compuesto por una serie de entrevistas a los últimos selknam que llegaron a vivir del modo ancestral. Las historias de esas personas que vieron cómo aniquilaban, cómo desaparecía su pueblo y borraban su cultura, me retorció el corazón. El segundo de estos libros, me mostró cómo se podían hacer ficciones sobre los temas fueguinos.
Luego, llegaría el gran Coloane.
En esos años, alrededor del 2005, tenía la idea de que en Tierra del Fuego había muchos libros de historia y muchos de poesía, pero que las ficciones casi no existían. Adecuándolas a las características de la isla, pensé que se podían contar aventuras similares a las de Jack London. Y empecé a escribir con esa idea.
Años después, de una manera bastante azarosa, me encontré con Omar Hirsig (artista plástico) y Germán Pasti (escritor y artista plástico). Les conté de mi trabajo y ellos del suyo. Omar estaba publicando una historieta sobre mitología selknam en una página de internet; German tenía una serie de historietas sobre la Antártida. A la manera de las bandas de rock under de antes, les propuse hacer un split (esos cassettes en los que grababa un lado cada banda). Germán dijo que si la temática era Tierra del Fuego, en el título tenía que estar la palabra viento. Así empezamos a trabajar en lo que sería nuestro primer proyecto, El origen del viento, un libro que iba a combinar aventuras gráficas y narraciones sobre el pasado de Tierra del Fuego. Tomamos la geografía, ciertos personajes y acontecimientos, y los desarrollamos desde la ficción: el presidio, los buscadores de oro, los marineros y los naufragios, los misioneros, la vida en las estancias, los aborígenes. En el libro trabajamos sobre todo el encuentro entre el blanco y el aborigen, sin idealizarlo, sin tomar partido. Por ejemplo, el cuento El verdugo, trata sobre un aborigen (no se especifica a qué etnia pertenece) que es alcohólico y va contando la historia de su vida mientras fantasea con descuartizar al hombre que mató a su familia. Otra, la historieta Ukatush, el relato es sobre un clan yámana, afectado por cierta enfermedad, donde uno de sus miembros traiciona al resto.
Nuestro siguiente trabajo fue Leyendas de la Tierra del Fuego. Este libro está compuesto totalmente por historietas sobre mitos de la cultura selknam y de la cultura yámana. Hirsig ilustró las parte selknam; Pasti, la yámana. Mi trabajo fue hacer los textos. En este caso, nuestro deseo era que el libro llegue a las manos de los más jóvenes; que ese material pueda utilizarse en el aula de un colegio. Para eso tuvimos que sumergirnos en más lecturas: primero llegamos a Canclini; luego, a las notas y los estudios publicados en la revista magallánica Impactos; más tarde, a los escritos de Gusinde. El desafío fue llevar los mitos a imágenes y adaptar las historias para poder ser contadas en un colegio. Esto último hizo que tuviéramos que recortar cuestiones sexuales, que debían de ser muy naturales para la imaginación de los pueblos originarios, pero que iban a limitar el ingreso del libro a las aulas.
Pese a que tanto El origen del viento como Leyendas de la Tierra del Fuego, se vendieron muy bien a nivel regional (casi hemos agotado dos ediciones de cada uno, lo que equivale a decir que vendimos unos 3000 libros), nos desilusionó no haber encontrado apoyo en el Ministerio de Educación, entre la dirección de bibliotecas u otros entes que podrían haber colaborado. Si hoy usan estos libros en los colegios de Tierra del Fuego o de alguna otra provincia, se debe a la iniciativa personal de los docentes. Y eso sí existió, por suerte, y mucho. De hecho, tuvimos que hacer versiones virtuales para que trabajen en las aulas porque se necesitaban más libros de los que teníamos.
En esos años, me refiero entre el 2011 y el 2014, la casa de la Comunidad Indígena Rafaela Ishton se había transformado en un polo cultural para la ciudad de Río Grande. Poetas, artistas plásticos, bailarines, bandas de rock; todo el mundo de la cultura encontraba las puertas abiertas de ese espacio. Empezamos a sentir que ese aire que respirábamos, esa magia que tanto nos fascinaba de la cultura selknam, eso que también habían sentido Julio Leite o Niní Bernardello y lo habían hecho poesía, lo compartíamos entre los artistas fueguinos y lo podíamos transformar en identidad. ¨Todo aquel que ama a Tierra del Fuego tiene algo de selknam¨ nos dijo Mirtha Salamanca (militante por los derechos de los pueblos originarios, nieta de Lola Kiepja), un día que llevé a un grupo de chicos del colegio a ver un documental y recorrer el museo.
¿Qué pasó después? Cada vez hubo menos actividad.
Muchos esperamos que por ese lugar fundamental vuelva a pasar y nutrirse toda la cultura de Tierra del Fuego.
En el 2015, comenzamos a editar la Revista Caleuche con la intención de explorar el terror y el misterio, y alejarnos de los temas que veníamos trabajando (especialmente el aborigen). En sus páginas, entre historias urbanas y rurales de Chile y Argentina, empezaron a aparecer los escenarios regionales y la mitología de los pueblos originarios. Ahí nos dimos cuenta que era un tema a afloraba casi de manera inconsciente en nosotros.

En ese mismo año comenzó a salir nuestra revista hermana: Fuego de encuentro y divulgación, donde fuimos colaboradores en varios de sus números. Esa publicación tenía la intención de difundir la historia de Tierra del Fuego y las culturas autóctonas. Trabajaban con estudios serios y los presentaban a través de ilustraciones de una manera muy amena y simpática, para llegar a un público amplio.
La Revista Caleuche, después de seis números, dejó de salir a finales de 2017; la Fuego, después de más de doce números, dejó de salir en abril de 2019, tras el fallecimiento de Cany Soto, artista plástico, editor y motor de la revista.
En el verano del 2017, por intermedio de la Editora Cultural TDF, surgió la oportunidad de trabajar con Víctor Vargas Filgueira (Primer Consejero de la Comunidad Yagán de Tierra del Fuego) en su libro Mi sangre yagán. Esta obra tiene la particularidad de haber sido escrita, después de largos años de juntar información, por un descendiente yagán. Narra la historia de su pueblo y lo hace desde su historia familiar. El protagonista es Asenewensis (bisabuelo del autor), un hombre que vivió en carne propia la progresiva invasión del Onashaga (Canal de Beagle) por parte del hombre blanco.
Conocí a Víctor después de haber leído el primer borrador del libro. Nos citamos en un bar de Ushuaia. Cuando entró me sorprendió su porte y sus rasgos: no había pensado que pudiera ser físicamente tan parecido a sus ancestros. También me equivoqué en la edad que había imaginado. Como una disculpa le dije: ¨Pensé que eras una persona mayor¨. Él sonrió y me contestó: ¨Gracias¨. Me dio vergüenza. Parecía como si no hubiera entendido el mensaje que transmite todo el tiempo en Mi sangre yagán: ser mayor es ser sabio, es ser buscado para aconsejar, es ser una persona respetada y querida.
Meses después invité a Víctor a dar una charla para los alumnos de la Misión Salesiana de Río Grande. Fue un hecho histórico: en un lugar donde tienen un museo con una parte dedicada a la cultura yamana, era la primera vez que un yagán iba a contar la historia de su propio pueblo. ¨Nosotros queremos brindarles nuestro pasado, para que ustedes lo tomen para sí mismos¨ dijo en la charla. Las palabras de Víctor, y su inmensa generosidad, me remitieron a aquella vez en que escuché a Mirtha Salamanca invitándonos a compartir sus raíces.
En el 2018, otra vez por intermedio de la Editora Cultural TDF, fui convocado para ponerle textos al libro Bestiario de América, donde las excelentes pinturas de Jorge Bernard formarían un catálogo de mitos nativos y leyendas urbanas. Ahí las fronteras se ampliaron y tuve que ponerme a leer sobre la mitología de los guaraníes, los matacos, los mapuches y de muchos otros pueblos de Brasil, Chile, Bolivia y Paraguay.
En el 2019, para fin de año, esperamos ver publicado el libro Myske, la cazadora. Esta obra es una novela juvenil ilustrada por Rodrigo Crespo (artista plástico). Trata sobre una chica que viaja al pasado de la Tierra del Fuego y convive con el pueblo selknam. Se encuentra con un mundo gobernado por hombres, donde deberá demostrar sus habilidades para derribar guanacos en las pampas de Karukinká. Fundamentalmente, el libro que me inspiró para escribir Myske fue Los selk´nam: la vida de los onas de Anne Chapman, y todo lo que ahí se plantea sobre lugar de la mujer en esa sociedad.
Es difícil ser artista en Tierra del Fuego y no sentirse atravesado por ese pasado tan cruel, sangriento y reciente. En el genocidio desaparecieron formas de vida, maneras de entender el mundo y las historias que daban forma a ese mundo. De alguna manera, siempre imperfecta, me gusta pensar que desde el arte queremos revivirlo y hacer que la gente se acerque a esas historias maravillosas. Que el arte sea una puerta amena por la que entre el joven o el curioso, y después profundice y descubra y se fascine con las culturas de los pueblos originarios, tal como nos pasó a muchos de nosotros.
Fede Rodríguez
Próximamente este artículo será publicado en francés como parte del libro dedicado al Festival Haizebegi, titulado: Recontres avec les Selk´nam et les Yahgan du sud du détroit de Magellan: histoire passée et présente (Bayona, octubre 2019).
Ilustración: EL ÚLTIMO INVIERNO de Omar Hirsig
Publicado en el almanaque 2019 del CFI.
El artículo fue editado posteriormente a su publicación debido a razones expresadas por el autor en sus redes sociales.
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