El 2 de septiembre de 1666, hace 353 años, un terrible incendio destruyó 13.200 casas y 87 iglesias. El espacio afectado equivalía a 4/5 de la ciudad de Londres.
El domingo 2 de septiembre de 1666, un panadero olvidó apagar correctamente uno de sus hornos. El fuego se extendió por el local. La familia se salvó pero no la criada, convirtiéndose en la primera víctima del gran incendio de Londres, que destruyó miles de viviendas en los suburbios más pobres, iglesias y los últimos resquicios medievales de la que se estaba convertirse en la mayor urbe del mundo.
Las autoridades se vieron desbordadas en sus intentos por controlar el fuego, a la vez que frenaban los saqueos y los estallidos de violencia.
Las casas, que estaban construidas muy juntas y en su mayor parte con madera y paja, ardieron como una enorme hoguera. Miles de ciudadanos arrojaron sus bienes al río para intentar salvarlos.
Más de 80.000 personas se quedaron sin hogar. El Monarca inglés, temiendo una rebelión, encargó al arquitecto Sir Christopher Wren la reconstrucción de la ciudad, manteniendo la distribución original de las calles, usando ladrillos y piedra en vez de madera. La nueva ciudad era más amplia y con mejores accesos.
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