La extracción y comercialización de petróleo es una de las actividades económicas más importantes del mundo. El petróleo es uno de los recursos naturales de mayor relevancia y los territorios que lo poseen priorizan su explotación por sobre otras actividades, a pesar del alto riesgo ambiental que implica su extracción.

Derrame en Colombia
El siglo XX estuvo marcado fuertemente por la extracción de petróleo y la utilización de sus derivados. Combustibles, materiales e incontables subproductos como diversos químicos utilizados en la industria, la agricultura, la medicina, etc; fueron posibles gracias a su explotación. El progreso de la humanidad no hubiera sido el que conocemos sin el petróleo, aunque el precio pagado ha sido demasiado alto. Desde el momento mismo de su descubrimiento, la humanidad comenzó a drenar de las entrañas de la tierra este preciado elemento sin darse cuenta del potencial destructivo del mismo.
El cambio climático que actualmente atravesamos debe mucho a la utilización de combustibles derivados del petróleo y la contaminación por residuos plásticos, elaborados en base al mismo hidrocarburo, es una de las problemáticas más urgente que enfrentamos a nivel global en la actualidad. Pero la misma extracción del petróleo ya representa en sí un altísimo riesgo y muchas veces ha concluido en desastre. Un ejemplo paradigmático es el derrame del Exxon Valdez, un buque petrolero que en 1989 encalló en Alaska vertiendo 37.000 toneladas de hidrocarburo que se expandieron sobre más de 2.000 kilómetros de costa, causando una de las catástrofes ecológicas más grandes de la historia.
El caso del Exxon Valdez es quizás el más famoso, pero los derrames han ocurrido con frecuencia constantemente durante toda la historia de la explotación hidrocarburífera y sus consecuencias suelen ser ocultadas al público. La industria petrolera y su relevancia para la economía son demasiado importantes como para que un poco de crudo derramado la amenace, a pesar de que muchas veces grandes extensiones de ambiente natural y de comunidades humanas se ven seriamente afectadas.
A pesar de que desde diversos sectores se viene advirtiendo hace años de la necesidad de reemplazar los combustibles fósiles por alternativas renovables con bajo o nulo impacto ambiental, y de que en la actualidad pareciera haber un impulso de las mismas por parte de muchos gobiernos del mundo, la realidad indica que el petróleo continuará siendo nuestro principal recurso hasta que todo lo que está disponible bajo la tierra se acabe. No importa a donde haya que ir a buscarlo, no importa que para obtenerlo haya que arañar hasta la última roca, construir fortalezas flotantes, penetrar las entrañas del planeta, abrir montañas, derribar bosques, contaminar el agua y la tierra o desplazar poblados.
El petróleo debe fluir. Latinoamérica es una región que cuenta con grandes reservas en su territorio, siendo Venezuela el principal productor, seguido por Brasil, México y Colombia. Argentina también cuenta con importantes yacimientos entre los cuales se destaca el de Vaca Muerta. En Tierra del Fuego la explotación de petróleo también tiene un rol importante, siendo una de las provincias de mayor producción a nivel nacional. La alta actividad petrolera de la región Latinoamericana implica también un alto nivel de accidentes. Basta con tipear “derrame petrolero” en un buscador para ver desplegadas incontables noticias recientes que ponen en evidencia el riesgo que viene asociado a la actividad.
En 2012 se vertieron el equivalente a 100.000 barriles de petróleo en el río Guarapiche en Venezuela. En marzo de 2018 Colombia vivió uno de los accidentes más importantes de su historia, en el cual se derramaron aproximadamente el equivalente a 24.000 barriles de crudo provocando un gran impacto ambiental y la necesidad de evacuación de familias que habitaban la zona. Un estudio reveló que casi 400 comunidades de la Amazonia peruana tienen niveles superiores a lo permitido de plomo en la sangre, de acuerdo a los estándares internacionales, debido a los frecuentes derrames registrados desde 2014.

Derrame atendido en Guarapiche en 2012 con equipos inadecuados. Foto Comunidad Petrolera
El año pasado el yacimiento Vaca Muerta de Argentina (explotado con la técnica de fractura hidráulica o fracking) fue escenario de alrededor de 1000 incidentes ambientales, siendo de particular relevancia los ocurridos en octubre cuando un derrame de petróleo afectó entre 40 y 80 hectáreas debido a un accidente en un pozo que estuvo 36 horas sin control. La información oficial de la Secretaría de Ambiente de Neuquén detalla que en sólo diez meses de 2018 (enero a octubre) se registraron 934 hechos de contaminación.

Derrame en Vaca Muerta
En 2017 fueron 703, en 2016 se trató de 868 y en 2015 fueron 863. En la cuenca neuquina se produce un promedio de dos derrames por día. Tierra del Fuego no queda fuera de este listado. En 2018 se registró un derrame de alrededor de 700 mil litros de petróleo en la planta Cullen ubicada en el sector chileno de la Isla y operada por la empresa argentina YPF. La información sobre este hecho fue escasa y confusa, y nunca se conoció con certeza el impacto de este accidente que afectó el cauce del río Cullen y algunas lagunas del sector.

Derrame en Cullen
La explotación irá a donde se encuentre el petróleo. Sea en las costas, en alta mar o en lo profundo de territorios vírgenes. En un difícil contexto económico como el que atraviesa nuestro país, la disponibilidad de recursos naturales en una provincia como la nuestra se vuelve una tentadora posibilidad para generar nuevos ingresos y debido a la necesidad y la urgencia, las preocupaciones ambientales o la importancia de la preservación pueden quedar en segundo plano. La explotación petrolera en este contexto representa una amenaza latente para los ambientes naturales de nuestra provincia pues debido a la desprotección legal de grandes extensiones de territorio y la avidez por la generación de recursos económicos no garantizan que la actividad se desarrolle con los mínimos de seguridad requeridos. Los ejemplos citados dejan bien clara esta realidad.
No se trata de un fantasma alimentado por los ambientalistas sino de hechos concretos que demuestran que la actividad petrolera representa un alto riesgo para un ambiente frágil y delicado como el de Tierra del Fuego, el cual cuenta con humedales, bosques y cuencas que de ser afectadas difícilmente puedan recuperarse. Es por ello que resulta de fundamental importancia la protección efectiva, mediante legislaciones fuertes, de los recursos ambientales y su explotación sustentable a partir de actividades amigables con el entorno que lo preserven de daños irreparables.
Abel Sberna