Un estudio reveló la presencia de alarmantes cantidades de agroquímicos y metales pesados en la cuenca del río Paraná, el cual presenta cuatro veces más cantidad de glifosato que un sembradío de soja.

Numerosos estudios son los que respaldan la afirmación de que el glifosato es perjudicial para la salud y potencialmente cancerígeno. Una exposición prolongada a este químico puede producir leucemia, distintos tipos de linfomas, patologías tiroideas, enfermedades cutáneas y hasta daños genéticos. Sin embargo nuestro país es uno de los principales consumidores de este agroquímico a nivel mundial.

La industria agropecuaria de Argentina es una de las actividades económicas principales del país y se concentra en el centro y noreste del territorio en donde los campos sembrados crecen día avanzando sobre espacios de ambiente nativo como bosques, pastizales y selva. En los últimos 10 años entraron más de mil millones de litros de glifosato al país, lo que pone a Argentina en el primer puesto a nivel mundial en la cantidad de uso de plaguicidas por habitante al año.

En las distintas muestras ambientales que se toman en nuestro país, se observa que el glifosato ocupa entre el 80 y el 90% de la carga total de plaguicidas en la muestra. Restos de glifosato han sido hallados en diversos lugares, inclusive a kilómetros de distancia de zonas sembradas y un estudio presentado en Chaco por el doctor Damián Marino, investigador del Conicet y profesor de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de la Plata, reveló la presencia de residuos de agroquímicos y metales pesados en las aguas del río Paraná.

La presencia de estos contaminantes en un ambiente rodeado por plantaciones de soja no resulta del todo asombrosa, pero el dato alarmante son las concentraciones descubiertas. La información desprendida del estudio revela que las aguas del río Paraná contienen cuatro veces más glifosato que un campo de soja.

Además del glifosato, el río presenta contaminación por metales pesados e insecticidas utilizados para combatir los insectos que afectan a las plantaciones. Todos estos contaminantes representan un grave peligro para la salud de las miles de personas que dependen directa o indirectamente de la cuenca del Paraná para subsistir. Según Marino las muestras superan por amplio margen los niveles de presencia tolerables con respecto al insecticida endosulfán (prohibido en el país en 2013), clirpirifós y cipermetrina. Para comprender la peligrosidad de estos agrotóxicos basta tomar como ejemplo la muerte, en 2011, de Santiago Nicolás Arevalos, un niño de la localidad correntina de Lavalle, que falleció al entrar en contacto con endolsufán que estaba siendo utilizado de forma incorrecta para fumigar una plantación de tomates.

El trabajo que Marino llevó adelante y que permitió obtener esta valiosa información se llevó adelante en tres etapas (la primera fue en 2013, la segunda en 2016 y la más reciente en enero de 2017) durante las cuales se tomaron muestras de agua y sedimentos. “Las muestras se tomaron en las desembocaduras de los arroyos o ríos que drenan desde el interior del país hacia el Paraná, con el objetivo de ver el goteo permanente sobre el gran río”, contó Marino y explicó que “lo relevante que se obtuvo es que las concentraciones de metales no superaban los niveles guías. La publicación científica validada a nivel mundial dice que todas las muestras de agua superaron para, al menos alguno de los plaguicidas, el nivel guía recomendado para toda la biota acuática y recomienda articular políticas inmediatas”.

 

Abel Sberna

 

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