Pablo Rolón (Río Grande, 1989). Escritor, cantautor improvisado, poeta desabrido, pseudo ensayista y prosista de prosa liviana. Próceres: E.A. Poe, ¨El Loco¨ Marcelo Bielsa y Alejandra Pizarnik.
Nos cuenta Rolón para EL ROMPEHIELOS:
“Mi acercamiento al mundo del arte fue de pequeño viendo Tato Bores en la tele; la música en su generalidad; la pintura rupestre, abstracta, casi infantil; y el cine, el de los 90′. Mi primera obra fue un escrito poético basado en el concepto cinéfilo de un niño pensando en odio, venganza y redención, sublimemente patética. Mi proyecto presente es una novela y música improvisada a lograr hacerla más tangible. Mi mayor miedo es el mismo miedo en sí mismo.”
Compartimos con ustedes unas narraciones de Rolón:
Micro-relatos de pequeños grandes antihéroes
Ciudad y provincia de los hechos transcurridos: Río Grande, Tierra del Fuego (Argentina).
Tiempo: De antaño, casi remotos.
Personas y/o personajes: Personitas grandilocuentes y espontáneas.
Personaje seleccionado del momento: Jorgito Cortazar Cortés
Jorgito Cortazar Cortés era el jefe de su cuadra. Él era quien elegía cuándo y en qué medida se compraban los caramelos para todo el grupo. Si alguno se pasaba de vivo se lo demostraban diciéndole que estaba siendo un reverendísimo nabo. Solo sabíamos de esas dos palabras que eran malas, por una película que vimos un día, y sonaban verdaderamente muy mal. Cuando se organizaba un partido de futbol, él decidía si duraba 15 minutos o 4 horas, y era el primero y el último en defender a los más chiquitos de la barra, siempre que algún bravucón se ponía a molestarlos. Él era como un Vito Corleone, pero con inocencia y de apellido español y no italiano.
Sus padres no saben que él quiere ser un día como Batman, pero ellos sospechan que algo le anda pasando, ya que lo han visto en el patio de la casa moviendo sus manos como murciélago mientras se mira a sí mismo en el reflejo de un charco, luego del día en el que hubo fuertes vientos y una lluvia que parecía que duraría más de un día.
Sus padres piensan que es culpa de los dibujitos.
Jorgito era fan de Ringo Starr, ex integrante de una banda conocidísima que en español se llaman Los Escarabajos. Aun así, a pesar de que sus tíos cuando se juntaban discutían sobre los dos cantantes principales de la banda, y siempre terminaban enojados, y al final de la tarde se tomaban unos mates y se ponían a escuchar un poco de música clásica.
El pequeñito mocoso encontró el casette de Ringo y lo puso en su walkman verde que le había traído un viejo que entraba por la chimenea y viajaba en un transporte especial con animales que por lo que sabía no existían en Argentina y, además, vestía de manera ridícula. Escuchó, como decía antes, el casette, de principio a fin, se sorprendió, le gustó; y fue para sí mismo como un tesoro encontrado en su aventura favorita de casi siempre: jugar a ser Sherlock Holmes en el galpón de la casa de su abuelo preferido, ya que el otro es un viejo del cual su padre dice muchas cosas malas, pero a él no le importa.
Ah, quien hace del estimado Watson es Watson, no el original, claro, pero es igual de fiel y a veces gracioso cuando saca la lengua afuera como si estuviera riendo todo el tiempo, después de todo por algo le puso así al canino y leal amigo (lógica para nada infantil). Es de raza “especial”, piensa Jorgito, porque no se parece a los otros perros de sus amigos. Watson Can, así le solía llamarle el pequeño niño cuando lo retaba por matar un pajarito. Su mejor amigo, un simple perro juguetón pero al mismo tiempo audaz, había sido salvado por quien era su amo, o sea, Jorgito.
Fue un día que salió a patinar sin patines por ahí, cerca pero casi lejos del barrio, a la distancia vio una caja y oyó algo. Corrió con todas sus fuerzas, tropezó y se volvió a levantar como si hubiera percibido que algo lo llevaba a acercarse a algo realmente importante. Más que por la curiosidad, por el deber mismo de reaccionar corrió sin parar hasta llegar a una caja de cartón, y he ahí: un cachorro de color mantecol, que lloraba del frío y seguramente por extrañar a su madre…Nunca pensó tanto Jorgito en cuanto a la injusticia del sentido de abandono hasta ese día…Quedó en silencio por unos segundos, casi congelado (tanto dicho como analogía como casi literalmente) durante unos segundos, y tomó al pequeño cachorro en sus manos, lo miró, se miraron, y supo que sería su mejor amigo hasta la eternidad, casi.
Camino a casa se dijo a sí mismo: – ¡Hace frío pero no me importa! ¡Me siento mejor que un superhéroe!-. Desde ese momento dejó de usar las frazadas como capa, y de intentar tener súper fuerza o ser súper archi-inteligente.
En fin, la historia a contar será la siguiente, lo anterior solo fue una introducción.…
No se ofendan.
Jorgito Cortazar Cortés, la verdad, es que en el fondo siempre quiso ser el villano, pero no le salía. Pasaron los años y llegó la adolescencia. Rock nacional, filosofía barata, y desamores. Era un fracaso, todo lo contrario a su infancia. Había perdido el apetito de vivir, la sed de pasión, la indiferencia a la estupidez ajena, y eligió quedarse con unos discos de Nirvana, John Lennon (ya Ringo descartado) y uno de Jorge Cafrune.
Los días de gloria juvenil se habían vuelto pura bosta nostálgica, pero todavía seguía teniendo un amor por la música, y el reflejo de su cara ya no en un charco sino en un río, lago o el mar. Ya no jugaba con las olas que iban y venían, y a esta altura su perro Watson estaba más muerto que las piedras que coleccionaba.
Una vez intentó, sin saber cómo, ayudar a una gaviota que había ido a parar a la playa a morir, y él muy entupido queriendo hacerse el Greenpeace intentó acercarse y ver si de alguna manera podía darle algún consuelo, al punto que recibió su merecido por joder su momento de tranquilidad, y bueno, terminó siendo mordido, MORDIDO, sí, no picoteado, nótese la diferencia casi absurda y bizarra, y hasta inclusive al parecer también insultado quizá en idioma aviar. No lo pateó, pero ganas le sobraron. Desde ese momento supo que era un antihéroe.
Según el wiki diccionario, las características de un ANTIHEROE son las siguientes:
“El antihéroe puede ser antisocial, inteligente, enajenado, cruel, desagradable, pasivo, lamentable, obtuso, o simplemente ordinario. En otras palabras, un antihéroe es un protagonista que vive por la guía de su propia brújula moral, esforzándose para definir y construir sus propios valores opuestos a aquellos reconocidos por la sociedad en la que vive. Adicionalmente, la obra puede representar cómo su personaje cambia a través del tiempo, ya sea tendiendo al castigo, el éxito no heroico, o la redención.”
OK, la cuestión siguió de mal en peor, ya que se había enamorado de su profesora de Historia y Geografía, la cual era joven, sensual y hasta incluso parecía observarlo diferente al resto de los de la clase. El problema fue cuando le dijo que se había enamorado de ella y que le era sincero porque eso lo haría sentir más hombre y ya no más un pendejo. Ella no dijo nada.
Al día siguiente llamaron a sus padres para hablar al respecto sobre el tema. Su padre lo regañó frente a su madre y la directora.
Luego, a escondidas de ella, lo felicitó y hasta le hizo un chiste referente a Napoleón Bonaparte, pero él no le entendió, solo sonrió y le sugirió que si insistía con ese tipo de chistes, no tardaría el divorcio a petición de la madre, a lo cual su padre reaccionó agresivamente subiendo el volumen de su radio preferida, la cual solo pasaba noticias y algunos temas viejos más bajoneros que esta historia.
Juanita, su vecina de enfrente, lo acosaba. Él solo la quería cuando tenía ganas de besarla, pues su corazón le pseudo-pertenecía a Julieta, que solo tenía ojos para los niños bien, de padres condescendientes, y un 10 en cada examen. Pero este sonreía en tono de sorna cuando le ponían un 1, ya que se activaba su creatividad y le agregaba un cero para que parezca un 10. Así es que él se ponía su propia nota a gusto y piacere suyo, pero eso no cambiaba el hecho de que tuviera que ir a rendir a diciembre, y luego marzo.
Con el tiempo eso ya no le causaba gracia, pero intentó con los dibujos a lo Picasso, aunque esta vez no solo reprobaba las materias, sino que recibía quejas de los profesores. Pero a él le chupaba un ojo de la cara.
Hasta que un día, no cualquiera, creo que un sábado según cuenta la historia, había una fiesta de disfraces. No fue, obvio, le parecía una pérdida de tiempo. Pero justo ese mismo día al ir a comprar al supermercado, se encontró con un perro que pedía cariño con ladridos insoportables. Por supuesto, ya le había quedado instalado el prejuicio de que si le daba de comer o un poco de cariño no lo dejaría en paz, así que lo ignoró, luego de unos varios minutos, al salir del súper, ya hecha la compra, estaba el mismo perro con cara de superado esperando afuera, no se sabe a quién ni qué cosa. El jovencito Cortazar Cortés lo miro, se miraron, y… el perro fue el que lo ignoró ahora. Lo que faltaba… ¿Desde cuándo el árbol mea al perro? O algo así dice un dicho.
Jorgito cruzó la calle sin cuidado, ni se fijó en el semáforo, y un tipo en su fabulosa Hilux, yendo toda a velocidad, apurado por ir a comprar cigarrillos no lo vio. Entonces él joven doncel y su bolsa con hamburguesas y pan volaron por el aire. El dueño bajó desesperado, la sangre era mucha. Qué macana, el seguro no lo cubría, así que se tomó el palo.
Un viejito que paseaba justo vio toda la secuencia. Llamó a su hija para decirle que llamara una ambulancia, ya que no se sabía el número. La policía llegó 15 minutos después, y la gente recién comenzó a aparecer después del momento en el que más se la necesitaba, o no, y el perro rastrero, sinvergüenza y desfachatado, aprovechó para hurgar las bolsas, encontrando al fin su alimento del día.
Jorgito Cortazar Cortés se sonreía, sabía que no daría su último respiro, luego se dejó desmayar tranquilo, como si fuera un trámite.
Ya en el hospital, le dieron el diagnóstico: una costilla rota, una fractura en el brazo izquierdo, raspaduras y cortes profundos en la espalda, las piernas, el rostro y el pecho, y la nariz rota.
La morfina le gustaba, o eso creía él, ya que quedaba en estado de zombie.
Juanita lo visitaba 5 veces a la semana y le leía. Por otra parte, Julieta se enteró y le mandó una carta deseándole que se mejorara y confesándole que estaba enamorada de él.
El tipo que estaba en la otra cama, la de la derecha, estaba en coma, había sufrido un ACV. Él no lo ignoraba, pero le hablaba como si estuviera despierto, aunque se enojaba a veces porque este no le contestaba.
Pasado el tiempo le dieron el alta a Jorgito, y antes de irse le dejó un libro a su compañero, prometiendo que volvería a visitarlo.
Pasado dos días o tres, volvió al bendito hospital para hacerse una resonancia y tratarse con su kinesióloga. Al finalizarla quiso ir a ver a su nuevo amigo, y no lo encontró. Fue corriendo, alteradísimo, a preguntarle a la enfermera de turno que lo había estado cuidando cuando él dormía por la tarde, dónde se encontraba el señor que había estado a su lado durante su estadía, a lo cual ella le contestó:
– Joven… usted fue el único en ese cuarto durante todos los días que estuvo. Lo que sí puedo decirle es que se ha dejado un libro olvidado que se lo he guardado. Espere un momento que ya se lo devuelvo.
Esperó unos minutos, ya era de noche, de repente se cortó la luz y, por un extraño motivo, de manera inhóspita despertó en la cama dónde había estado este señor que estaba en coma.
No entendía nada, pero sí que se había sido salvado por alguien.
Y que en su imperfección, podía ser mejor denotando sus defectos sin dejar de crecer en sus virtudes. Ah… la morfina había sido más de la necesaria, pero no más que la catarsis y el chiste de la vida y la muerte teniendo una discusión mientras él dormía en pleno estado de coma.
Fue entonces cuando éste lo comprendió todo lo importante y gratificante de la vida, dedicándose de una buena vez por todas a ponerse a escribir y escribir, creando cuentos para niños que eran trabajo literario reconocido por pares y lectores de todas las edades. Terminó casándose con Juanita con quien tuvo tres hijos varones y una nena. Ellos viajaron a Islas Margaritas, perdieron el vuelo… fue ahí cuando se despertó de nuevo. Pero está vez en su realidad.
Besó a su esposa con amor, sonrió con calma… y siguió durmiendo. Ya sabía que tenía una idea para su futura novela.
Fin (No Hay)
La casa de los vientos (Retrato gris literario de un cíclope intelectual-mundial)
En la casa de los vientos todo parece haber sido olvidado. Todo es de madera y oro. Esta tiene una puerta de hierro, creada solo para mantenerse cerrada y jamás ser abierta. No hay más que rastros de solemnes sinfonías jamás oídas, manuscritos acerca de la vida y la muerte, la oscuridad y la luz, además de laberintos de palabras que podrían pintar el mundo de rojo.
Lobos blancos, lobos negros, pájaros de hierro, flores occisas, y fantasmas que no hacen más que solamente mirar hacia el cielo. Ellos hacen de custodia de tal inhóspito hogar de lo oculto rindiéndole culto a lo que parece ser el fin de la realidad. Pues, el invierno allí perdura, como el calor de un núcleo terrenal, que casi todo lo quema.
Muy cierto es, que el viento un día quedó encerrado en aquella casa dónde el frío calentaba y llegó a distribuir sus ideas disfrazadas de brisa, de cómodos y nuevos hábitos cada vez más faltos de presencia humana. La intransigencia relatada con el humor de los mercenarios habidos y por haber, habían hecho bastante bien su trabajo.
Sólo quedarían cenizas de las migajas de lo que se hubiese deseado que fuese y lo que no.
No sería la primera vez que lloviera con semejante brutalidad en la Tierra, pero si había llovido, lo que caían del cielo no era justamente agua: de tal sólo sobró la sed y casi nadie para beber, solo espejismos para las piedras que no tardarían en cobrar vida, pero esta, esta es otra historia…
En la casa de los vientos todo se deja observar, aún en sueños. La arquitectura de tal lugar, es por momentos retratada por los golpes de una nostalgia renacida, ya no basada en el principio del fuego, sino más bien en el juego de relatos borrosos, de las memorias diurnas que recolectaban ángeles sin alas, que intentaban decirlo todo pero sin lograr nada, hasta el momento en que encontraran aún de entre las reliquias de lo mortal, el resurgir de un raro homenaje a la inmortalidad, no de modo directo pero sí etéreo.
Las tiendas de campaña de los partidarios de La voluntad Gris, habían marchado ya, hacía el principio de los confines del mundo, que parecían los lugares casi inhabitables, más no inevitables.
Todo esto, quizá, parezca como si fuera la extrema-unción de una epifanía, pero que se sepa, que sin verdad no hay mentira, y sin mentira tampoco la verdad.
Tal vez, divague… es que ayer creía yo era un escritor, pero ahora soy a lo que más se le aproxima: el sonido quieto de un viento convertido en tornado, y que pronto se avecina.
Este es el cuento gris del misterio y la noticia.
Tal vez, el suspiro principal de la canción de la brisa helada, y un breve vistazo a los fuegos artificiales del intento casi eterno de hacer alquimia con el rompecabezas de las piezas que hasta ahora no habían intentado ser unidas, y no me refiero a nada más y nada menos que del tiempo, las heridas, y todos sus protagonistas.
FIN
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