Según un estudio ingerimos una importante cantidad de microplásticos cuando comemos en casa. La contaminación proviene de las partículas de plástico que flotan en el aire al desprenderse de tapizados y prendas sintéticas.
Mucho le deben nuestros tiempos modernos a este versátil material. Las fibras sintéticas, plásticos y todos sus derivados han significado un gran avance para nuestra civilización permitiendo el desarrollo de artículos y tecnologías que definen nuestros tiempos. Sin embargo, como ha sucedido en muchos otros casos, como con los combustibles fósiles o los agroquímicos, terminamos con más problemas que soluciones.
Hoy los plásticos son un dolor de cabeza. Debido a su resistencia su degradación natural es lentísima y la contaminación por basura plástica es un problema que preocupa cada días más y amenaza seriamente la vida silvestre y humana.
Hace poco se descubrió que los microplásticos ya están contaminando nuestros organismos y recientemente un nuevo estudio confirmó que ingerimos estas partículas diariamente con nuestras comidas. Y si piensan que esto se debe a la contaminación de los mares y espejos de agua, piénsenlo de nuevo. La realidad es que el plástico está en el aire de nuestros hogares.
Un estudio llevado adelante por la Universidad escocesa Heriot-Watt reveló que cada comida que ingerimos diariamente podría contener, en promedio, más de 100 partículas de plástico. En general, estiman que una persona puede llegar a ingerir entre 13.731 y 68.415 partículas de microplásticos cada año, únicamente por el hecho de comer en casa. Sucede que el plástico ha conquistado nuestras vidas.
Si miramos alrededor, vemos que prácticamente todo está hecho de alguna variedad de este material. Bolsas, cobertores, rellenos de almohadones, ropa, electrodomésticos, juguetes. Inclusive cubiertos, platos, vasos y los mismos recipientes donde preparamos y servimos las comidas están hechos de plástico. No debería sorprendernos que lo estemos comiendo. Por rozamiento y desgaste, el plástico se descompone en pequeñas partículas que se integran al polvillo que flota en el aire de nuestras casas. Así se adhiere a nuestra comida e ingresa de forma inadvertida en nuestro cuerpo.
Para determinar cómo llegaba el microplásticos a la comida, los investigadores que participaron de esta investigación tomaron como base la cantidad de microplásticos presentes en los mejillones, animales de consumo que se caracterizan por ser de las especies que más absorben contaminación en los ambientes naturales, y los compararon con la comida casera. Para obtener los resultados se colocaron placas de Petri con trampas pegajosas cerca de platos con comida en tres casas diferentes.
Al final del almuerzo de 20 minutos, los investigadores encontraron 14 partículas de plástico, cada una de 0.2 a 2 milímetros de longitud y 0.01 a 0.05 milímetros de ancho, en cada recipiente. Por el contrario, encontraron menos de dos fibras plásticas, en promedio, en cada mejillón. Según sus cálculos, un plato normal podría llegar a contener 114 partículas de microplásticos, por lo que una persona estaría ingiriendo alrededor de 68.000 partículas de plástico por año de media. Si sumamos el tiempo dedicado a la cocina, entonces el número aumenta a más de 200.000.
Lo más alarmante es que actualmente se desconoce el impacto de la ingesta de microplásticos en la salud humana debido a que al momento no existen estudios en profundidad sobre el tema. Lo cierto es que resulta muy poco probable que la ingesta de plástico sea inofensiva, por lo que este descubrimiento suma una nueva preocupación derivada de la contaminación producida, en este caso, en nuestro propio hogar.
Abel Sberna