Lucifer – el gran Ángel Caído, el Arcángel principal de Jehová, el más próximo al Creador, el Líder de los ángeles rebeldes, el Gran Destructor, el Adversario, el Padre de las mentiras, el Señor de las moscas, el que derrocha y consume –, presa de celos enloquecedores, habita en el abismo envuelto en las más densas tinieblas y abrazadoras llamas de fuegos alimentados por azufre que arden sin consumirse, por haber osado retar al Omnipotente.
El Diablo, en las imágenes más antiguas, tenía aspecto humano. Para seducir podía adoptar los rasgos de una bella muchacha, de un hombre joven e incluso de Cristo. A lo largo de la historia, se ha creído que era capaz de presentarse bajo todas las formas humanas imaginables o metamorfoseando en diversas fieras e insectos. A los adoradores del Diablo, las almas minadas por la tristeza o los que trabajan duro para engañar al mundo, no era extraño que se les presentara bajo el aspecto de un grupo de hombres negros o con forma de ángel.
Desde final de la época romana hasta la Edad Media, como la gran mayoría de las personas no sabían leer, Satán tenía que ser feo, y empezó a mostrarse con formas monstruosas: cuernos y colmillos, alas de ángel o de buitre, cola y patas de macho cabrío; mezcla horrorosa de rasgos humanos y de bestias. Del antiguo bello Lucifer surgió el aterrador Satanás.
En esos años, en Europa, algunos animales eran asociados a la figura del Maligno: el cuervo, por su color negro y por alimentarse con la carne de los muertos; el murciélago, llamado ¨ave del diablo¨, porque al igual que su amo teme a la luz y gusta de las tinieblas. Además, la sangre de este último es afrodisíaca –es decir, vehículo de la lujuria– y facilita el vuelo de las brujas.
Durante mucho tiempo el Demonio había mostrado un rostro desagradable y garras, pero tenía alas de ángel. Los artistas de la época gótica, para realzar su fealdad, le dieron un nuevo elemento que perduró más allá del final de la edad media: sus blancas alas de ave cedieron su lugar a unas desplumadas y membranosas alas de murciélago.
Con esas alas, Satanás sobrevuela los corazones de hombres y mujeres, buscando aprovecharse de la debilidad humana, y cuando actúa de forma malvada lo hace siempre con el permiso del Altísimo. No olvidemos que Dios, el señor de la evolución, ejerce su justicia a través del Diablo.
Fede Rodríguez
Pintura: Satan Exulting over Evede William Blake