El regreso del ARA Almirante Irizar después de 10 años abre la puerta esperanzadora que el humo y el fuego habían cerrado en el año 2007. La posibilidad de volver con un Rompehielos propio a la Antártida señala un hito en la historia no sólo de las Fuerzas Armadas, sino de la Argentina, la Antártida y sobre todo, los fueguinos.

Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur es el nombre completo de nuestra provincia que se jacta de poseer entre sus tesoros a las Islas Malvinas y el territorio Antártico. ¿Cuántos fueguinos tienen el privilegio de haber conocido el continente blanco del que exigimos no olvidar? ¿Cuántos reconocemos la importancia que tiene recordar que es parte de nuestra provincia, de nuestro territorio y que somos la llave de la soberanía en ese centro de atracción internacional? ¿Somos simplemente la puerta a la Antártida o además tenemos la llave?

Todas estas preguntas surgían mientras pensaba en el regreso a las aguas el ARA Almirante Irizar. Fue el 10 de abril del 2007 cuando un incendio en la sala de generadores dejó al Rompehielos fuera de servicio. Más de 3.590 días de aquella noche cuando cerca de las 22 horas una cañería que trasportaba gasoil comenzó a desparramar su contenido sobre el motor 2 de la embarcación desatando el incendio.

El Irizar navegaba a unos 200 kilómetros de la costa de Puerto Madryn en la provincia del Chubut y antes de la media noche se había ordenado la evacuación del buque que ardió incansablemente durante 7 días más convirtiéndose en esa semana en una nefasta intervención del paisaje marino patagónico.

Entre todas las voces que uno podría consultar, entre los testimonios que se pueden recolectar para hablar del regreso de El Rompehielos, quizás una de las más valorables provenga de quien hoy mira al Irizar navegar nuevamente a través del televisor, en el retiro.

Juan Carlos Ianuzzo ostenta el título de ser quien más campañas antárticas realizó hasta el momento. Se ríe y no reniega del mismo. Asiente y completa “en el Irizar, el San Martín y el Buque Ushuaia que seguramente lo debés conocer” asegura y no lo contradigo a pesar de no estar tan seguro.

Sus periplos hacia el Continente Blanco comenzaron en 1978 en la etapa final del primer Rompehielos de la Armada Argentina. El ARA San Martín había comenzado sus campañas a la Antártida en 1954 y lo hizo hasta 1978 donde da lugar al emblemático Almirante Irizar. Juan Carlos asegura que tuvo un impasse con otros destinos pero que en la década del 90 fue donde más veces fue a visitar la Antártida.

“Es un de las experiencias más importantes de mi vida –responde ante una pregunta la cual consideré obvia–, uno tiene que ir para apreciar lo que significa” agrega a esa descripción que deja entrever en su tono de voz el avance del Rompehielos haciéndose lugar entre los gigantescos bloques de agua congelada grabado en su retina. “Me ha marcado a fuego” dijo y sentenció la experiencia a un evento personal e intransferible. Incapaz de ser trasplantada en palabras.

Ianuzzo ya estaba retirado cuando el Irizar ardía desde lejos en las costas chubutenses del Mar Argentino. “Mi conocimiento fue a través de la televisión –recuerda–, no podía creer que se estuviera incendiando de esa forma” y confiesa que su emoción fue doblemente gratificante porque “nunca pensé que lo volvería a ver navegar”.

El reacondicionado ARA Almirante Irizar todavía tiene que pasar algunas pruebas antes de emprender el rumbo a la Antártida y a sus 70 años Juan Carlos no desconoce esta realidad. “Espero que las pruebas de mar lo califiquen como Rompehielos A1, que es la máxima categoría a la que puede aspirar un buque como el Irizar” describe con seguridad.

“Se le ha hecho un trabajo increíble” opina además Juan Carlos quien está al tanto de todos los cambios que trae esta nueva versión del Irizar, tras enumerar las ampliaciones en la cantidad de pasajeros y la posibilidad de trasportar más científicos a bordo.

El hombre que más veces fue a la Antártida y que más veces viajó en el Irizar fue sincero: “no creí que fuera a navegar nuevamente. Solo si era llevado a Finlandia los astilleros que ya no existen más” mencionaba en un dejo de nostalgia de un pensamiento expresado en voz alta hace poco más de diez años mientras lo veía arder.

“A partir de ésto queda claro que tenemos gente idónea para este tipo de trabajos” se apresuró a corregirse mientras la esperanza perdida reclamaba un lugar en una sonrisa que se trasmitía a través del teléfono, “esto fue una batalla contra los problemas”.

Y es que desde que se quemó pasaron dos años y medio hasta que se tomó la decisión de repararlo en nuestro país. La reparación del ARA Almirante Irizar costó cerca de 153 millones de dólares y un tiempo estimado de 6 años y medio de reparación.

Con más de diez años de retiro, la otra pregunta obvia que correspondía hacerle a Juan Carlos era si le gustaría volver a subirse al Irizar, aunque sea para poner los pies en el buque y revivir todos y cada uno de sus viajes en un acto simbólico. “Es en base a que me inviten a navegar” dijo en un tono rejuvenecido, esperanzado que el pedido llegara a oídos de quien correspondiera. “Me encantaría ser parte de una comisión a la Antártida” agregó a su deseo expresando el anhelo de regresar a las tierras blancas al sur del sur de la Argentina.

El ARA Almirante Irizar recorre los canales de televisión desde su reciente recorrido de prueba en aguas profundas pero con intenciones claras de regresar a la Antártida en la campaña del próximo verano. Renovado, fuerte, más amplio quizás tenga en común el deseo vigoroso de Ianuzzo como el de tantos viejos tripulantes: llegar con medios propios a la Antártida Argentina.

Pablo Riffo

(foto irizar.org)

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