Entrevista a Iván Pajak, actor, malabarista y antropólogo fueguino.

 

-Contanos quién sos, qué hacés y cómo nació tu interés por las artes escénicas.

-Mi nombre es Ivan Pajak. Soy nacido en Río Grande, Tierra del Fuego, en el año 86. Hijo de una chilena y de un porteño. A los 19 años me fui a La Plata a estudiar antropología; me recibí en el 2014.

En paralelo, desde los 12 años que, junto a un grupo de amigos, entre ellos Santiago Martinengo (con el que todavía sigo trabajando), empezamos a indagar en el mundo del circo y del teatro. Conocimos a un grupo teatral que vino a la Casa de la Cultura y daban talleres de antorchas y escenografía, y nos incentivó a aprender.

Empezamos a malabarear.

Teníamos un amigo cuyo padre estaba metido con la gente de Galpón B, en Buenos Aires, donde iba toda la vieja escuela de teatro y la gente del arte callejero. Eso nos permitió conocer más cosas.

-¿Qué idea imaginás que tiene la gente sobre el circo?

-Del circo hay una la idea cristalizada, imaginan un circo más tradicional, y esa idea está desfasada con respecto a lo que se hace hoy. Hoy ya no es sólo el circo de los animales, el circo tradicional (que sigue existiendo), está mucho más fusionado con la danza y con el teatro que con la proeza o la dificultad. Y la idea de teatro está distorsionada por la televisión. Para el gran público, teatro es teatro de revista: culos, tetas, plumas. Flavio Mendoza en Carlos Paz es lo más cercano a la idea de teatro que les llega. Pero hay muchos otros formatos dentro del teatro independiente.

En Río Grande, por ejemplo, tenemos la Casa de la Cultura que es un teatro, pero se lo utiliza más para bailes o espectáculos musicales. O para traer alguien de afuera, porque se ve al teatro como algo de afuera, como si acá no hubiera. Sin embargo, tenés Tierra de Teatro o el teatro Dionisio del Barrio Austral, o eventos como los que hacemos nosotros, que evidentemente encuentran un público que está buscando otra cosa.

Pero todavía no llega a ser algo cercano, ni el circo ni el teatro, para el público fueguino. Sigue siendo algo secundario tanto a nivel laboral como a nivel de formación. Se hace teatro como ir a inglés o jugar al fútbol, como la categoría de una actividad extra a la escolaridad o a la formación académica. Eso se siente, un poco. En Buenos Aires también, pero acá más, al ser más chico. Pasa lo mismo con la literatura, la música y todo lo que no es económicamente efectivo o rentable. Termina siendo una especie de hobby piola de alguien raro que se dedica a esa actividad que no es la de la producción de capital económico.

-¿Qué eventos han presentado en la isla?

-En Río Grande venimos haciendo seis ediciones de Kauk´n kaspei. Arrancamos en el 2012. Veníamos de Buenos Aires, de haber habitado un montón de espacios culturales donde se abría la posibilidad para aquel que tenía un número, ya sea una propuesta musical o humorística, podía ganar unos mangos mostrando lo que hacía. En un formato varieté tradicional. Cuando veníamos a la isla con Santiago, lo único que hacíamos era hacer semáforos, después empezamos a dar talleres. Él de actuación; yo de malabares, pero nos faltaba la parte rentable. Un evento no tiene que ser sólo el placer de hacerlo, el famoso “arte por el arte”, sino que tenemos que verlo como una finalidad económica, tanto para nosotros como para los invitados. Nos la jugamos. Acá no habíamos visto varietés y podíamos ser precursores. Sin querer buscar el ímpetu de ser precursores, pero se dio porque nadie la había hecho antes. La idea era darle un espacio a la gente que conocemos que está en lo artístico. Cada disciplina tiene su público, la idea era mezclar disciplinas. Lo que hacemos puede venir desde un pibe de cinco años a mirar los malabares, a un público más grande que disfrute de un monólogo o de un discurso. Pero que el público en general pueda disfrutar la mezcla. Sembrar el gusto ampliado para disfrutar de distintas cosas, que en lo cotidiano no sucede, tanto por el formato como por las actividades que se emprenden. Y funcionó. Desde el primero, que llevamos como trescientas personas. Quizás porque hicimos mucha publicidad: radio, diarios, tele. Siempre hemos tenido mucho público. En ese sentido hemos tenido suerte.

El objetivo fue hacer un espacio de encuentro entre la diversidad, donde se generen niveles de tolerancia y pérdida de las fobias. Que el pibe joven no tenga vergüenza de compartir con su viejo, porque todos nos podemos reír de lo mismo y aplaudir o rechazar algo. Evadir la idea de que los eventos si son de noche son para adultos, si son de día, para pibes. Esto es un cóctel cultural. Buscamos eso desde el nombre: Kauk´n kaspei es un juego de palabras selknam que significa “espíritu de la noche que genera enfermedad”. “Enfermedad” lo tomamos como una alteración al estado normal, algo que genere un cambio. Dentro de ese juego de palabras se enmarca un espectáculo nocturno que busca generar risas, encuentro, emociones, interés… Un momento de relax. Que exista esa posibilidad en comunión. Y funciona. No hemos tenido problemas de público: ni violencia ni mala onda. Al contrario, cada vez va más gente y es más respetuosa.

Lo último en lo que estuvimos trabajando en Río Grande fue Show Bizz. Siempre actuamos en Mostaza y en Queen, y conocimos un bar nuevo, Tabú, y vimos que el espacio tenía un potencial interesante y podía servir para nuestra propuesta itinerante. Un día, charlando con la dueña, nos dijo que nosotros siempre la pasábamos bien y nos divertíamos, y nos preguntó qué hacíamos. Le contamos que actuábamos y nos ofreció la posibilidad de hacer algo en Tabú. Pensamos en hacer un varieté, pero eso ya lo habíamos hecho en Queens. Y se nos ocurrió la idea de un escenario abierto en el que nosotros fuéramos los moderadores. Invitamos gente para garantizar que siempre haya algo, a riesgo de que los participantes espontáneos no se animen, y esperamos que la gente se acerque (o no) al escenario abierto. Tenemos un rol mucho menos protagónico en esta propuesta. Acá el escenario tenía que ser el protagonista. Había un tiempo límite de quince minutos, y si alguien se quedaba manija, podía volver la próxima semana (este evento se realizó durante cuatro jueves por la noche). La propuesta es que suban a compartir, desde el absurdo o desde la vergüenza misma, pero que muestren lo que hacen. No pasa por una idea de lo lindo y bello, eso lo queremos borrar. La escena es para todos. Anímense a cualquier cosa. Sacarse el corsé cotidiano, esa estrechés que se mantienen en los espacios públicos, no reírse o no hablar fuerte para que no me escuchen los demás. Y la gente lo entendió desde la primera noche.

-¿Algo más les llamó la atención del público local?

-El respeto es lo que más me sorprende de Río Grande. Desde el primer evento en el 2012 hasta ahora nunca tuvimos que intervenir ante una situación de falta de respeto hacia ningún artista. Quizás realmente empieza a verse ese cambio que nosotros proponemos desde el encuentro, la comunión y la tolerancia. El primer Show Bizz arrancó con una chica bailando árabe semi en pelotas y nadie se desubicó. Eso para mí es un éxito rotundo. Si eso genera una nueva práctica o un nuevo modo ante lo que se está disfrutando, bienvenido. Todos los que actuaron se sorprendieron de la atención que se generaba en el público cuando uno estaba es escena. Eso habla un montón del hambre que hay de ver, de compartir, de estar, de disfrutar cosas mínimas.

-Se los ve cómodos actuando en los bares.

-Nuestra propuesta artística no está escindida de la noche. No necesariamente desde gobierno tenemos que esperar que salgan las propuestas artistas en Los yaganes o el Alem, o los lugares donde ocurren. Nuestra propuesta no viene por el lado de rechazar lo que el Estado aporte, pero sí por el lado de la autogestión en espacios que entendemos como habitables o de socialización. Enrarecer un espacio cotidiano. El espacio, el bar donde ocurre, ya lo conozco, pero está pasando otra cosa. Estoy comiendo una pizza y me cae un drag queen a hacer un espectáculo de canto. El arte tiene que ser sorpresivo también y generar inquietud.

-¿Qué proyectos hay el futuro?

-Nosotros estamos con ganas de volver a vivir a Río Grande. Saber que lo que hacemos gusta y funciona, y tenemos muchas ofertas para hacer y producir, nos motiva a traer esto a Río Grande. Descentralizar los saberes y el arte es también un rol social. Uno fue un privilegiado al irse a estudiar y aprender. En Río Grande hay gente que hace cosas todo el año: que escribe, que baila, que pinta, y nosotros nos adosamos a eso. Nuestra movida es gestionar eso que ya existe, y nos encanta actuar, ya sea con Show Bizz o Kauk´n kaspei.

Tierra del Fuego está verde, y qué mejor que ir a un lugar verde a sembrar. En ese balance que uno hace como artista, Tierra del Fuego está re bueno: hay gente para formarse, hay gente para formar, hay público, hay cosas para ver, sin tener que pelear con nadie, sin tener que lidiar con un montón de problemáticas de las grandes ciudades.

Hoy vivo en Buenos Aires y hago cositas allá, pero acá me interesa actuar.

 

Fede Rodríguez

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