Casi olvidando por el momento todos los pensamientos sobre Moby Dick, mirábamos ahora el más prodigioso fenómeno que los mares secretos han revelado hasta ahora a la humanidad. Una vasta masa pulposa, de estadios enteros de anchura y longitud, de un resplandeciente color crema, flotaba en el agua, con innumerables brazos largos irradiando desde su centro y retorciéndose y rizándose igual que un nido de anacondas, como para captar a ciegas cualquier desdichado objeto a su alcance. No tenía cara ni frente perceptible; no tenía signo concebible de sensación o instinto, sino que ondulaba allí en las olas una manifestación de vida sin forma, extraterrenal, azarosa. Al desaparecer lentamente otra vez con un sordo ruido de succión, Starbuck exclamó con voz loca, sin dejar de mirar a las agitadas aguas donde se había hundido:

—¡Casi habría preferido ver a Moby Dick y luchar con él que haberte visto a ti, fantasma blanco!

¿Qué era eso, señor Starbuck? —dijo Flask.

—El gran pulpo viviente, que, según dicen, pocos barcos balleneros han visto y han regresado al puerto para contarlo.

 

fragmento de Moby DICK de Herman MELVILLE, 1851

 

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