El 1° de diciembre tu tumba quedó identificada: vas a tener una placa con tu nombre y tus familiares van a poder llevarte flores, van a poder rezar y tocar el borde tosco de la cruz blanca que guarda tus restos.
Cuando este viernes la Cruz Roja Internacional entregó en Ginebra los datos de casi cien cuerpos enterrados en el cementerio argentino de las Malvinas, se concretó el final de un largo camino.
Te lo quiero contar, porque no lo viviste.
Lo último que debiste haber sentido fue el chispazo de la bala que rompió tu cráneo o paró tu corazón.
Probablemente no tuviste tiempo de saber, a los 19 años, que tu vida se terminaba sin haberla casi vivido.
Caíste sobre la escarcha y la turba húmeda del monte Tumbledown, o Dos Hermanas, o Longdon, los montes que rodean lo que los británicos llaman Port Stanley y nosotros llamábamos Puerto Argentino.
Era la terrible noche del 11 al 12 de junio de 1982, cuando las tropas británicas, bien apertrechadas, bien alimentadas y con anteojos de visión nocturna, masacraron tu regimiento.
Faltaban dos días para la rendición.
Fuiste parte de un ejército hecho en su mayoría por chicos como vos y como yo, de 18 y 19 años, haciendo el servicio militar durante la dictadura del general Leopoldo Galtieri.
Yo vi fotos que muestran cómo te enterraron en el monte.
Tus compañeros, aturdidos y muertos por dentro, te colocaban en fosas comunes, bajo la mirada de los marines británicos.
Las encontró el historiador Federico Lorenz 25 años después de la guerra, cuando fue a Londres a buscar imágenes que mostraran lo que no habíamos visto, las fotos que tomaron los británicos.
Ahí estuviste hasta noviembre de 1982. Con la llegada del verano y el deshielo, el ejército británico decidió juntar los cadáveres esparcidos por los campos de batalla en un cementerio que debía estar lejos de la vista de los habitantes de las islas.