Cada vez que se habla de solidaridad el pueblo argentino es de los primeros en jactarse de esa condición, y con verdadera razón. A pesar de los vaivenes de nuestra historia, de las cíclicas dificultades con las que nos toca convivir o con las peores crisis en materia económica, social, laboral, financiera o de la clase que fuera, el pueblo argentino sale a la ayuda de quien así lo necesite.

Terremotos en Chile, inundaciones en Paraguay, desastres naturales en México, como sea, siempre hay ayuda desde Argentina. Lo que probablemente no se imaginó nunca nuestra comunidad es que un día seríamos protagonistas por ser receptores de la colaboración de una cantidad inusitada de países. Que muchos pueblos alrededor del mundo orarían por nosotros y que los Jefes de Estado de la región enviarían sus equipos más sofisticados a darnos una mano.

Son 44. En los números de la quiniela el 44 representa a la cárcel y de algún modo todos nosotros imaginamos que esas 44 personas deben sentirse en una especie de prisión.

Amantes de su trabajo, de su uniforme, de sus ideales, esas 44 personas emprendieron un viaje que seguramente nunca imaginaron que los tendría como protagonistas de todos los canales de noticias, todos los diarios, portales digitales y radios del país. Todos queremos saber.

Los creyentes rezan, los ateos esperan. Pero de cierta forma todos reposan en una especie de fe personal que los mantiene a salvo. Allí dentro hay padres, hermanos, tíos, sobrinos, todos son parte de una historia que no sé si hubieran tenido ganas de escribir. También está Eliana Krawczyk, de 35 años, primera mujer submarinista de la Argentina y de América latina, una mujer decidida a romper barreras y ganarse espacio y respeto dentro y fuera de las aguas profundas.

Hace 6 días, el Comando Naval de Tránsito Marino dio a conocer que se activó un operativo de búsqueda y rescate denominado SAR SUB para el submarino “ARA San Juan”, que había sido incorporado a la Armada en 1985.

El último contacto que hubo con la base fue el miércoles 15 de noviembre, a las 7:30 horas. En ese momento se ubicaba en la latitud 46° 44′ sur y longitud 59° 54 Oeste. Estas coordenadas se encuentran a la altura de Puerto Madryn, aproximadamente a 300 kilómetros mar adentro.

La preocupación inicial y la conmoción social que siguieron a la falta de noticias sobre el San Juan, provocaron teorías de las más variadas. Incluso en las horas que le siguieron al anuncio de la búsqueda de la Armada Argentina, se conoció una versión que daba cuenta del hallazgo del submarino, algo que lamentablemente la fuerza debió desmentir.

Llamadas saltelitales que no fueron, ruidos que dieron algunas horas de esperanza que tampoco dieron el resultado esperado. Cálculos sobre el oxígeno, el alimento y el agua. Un desfile de expertos en nada que decoraron los paneles más inusuales para llegar a ninguna conclusión.

De repente las banderas empezaron a multiplicarse y ya no era solo celeste y blanco lo que surcaba los cielos y los mares en busca de un submarino y sus 44 tripulantes. Brasil, Colombia, Chile, Perú, Uruguay, Estados Unidos, Francia y hasta el mismísimo Reino Unido se sumaron en una misión humanitaria con un único objetivo: encontrarlos y traerlos salvos a la superficie.

El presidente Mauricio Macri se reunió con los familiares de aquellos, que en una vigilia interminable, sólo pueden esperar. Con semblante serio, Macri les pidió fortaleza y les aseguró que se estaba haciendo todo lo posible.

Por ahora nada alcanza.

En Mar del Plata, ciudad a la que debería arribar el submarino, el puerto se ha convertido en una especie de santuario de los mares. Algunos padres, algunas madres y un puñado de hermanos e hijos miran detenidamente hacia el agua. Esa es toda su esperanza, que de la nada emerja el San Juan, que todo termine en una anécdota y que mañana alguien tenga ganas de escribir la película sobre los héroes que lo tripulaban.

Mientras tanto, en Comodoro Rivadavia los amarres se multiplican. La tecnología importada desborda y cada arribo es una gota más de esperanza para todos. Ejercicios que se han practicado hasta el cansancio y que hoy se ponen a prueba en una realidad que de a ratos es desoladora.

La incertidumbre, ese estado angustioso y desesperante del que nadie puede salir porque no sabe, y esperar en el no saber es el peor de los estados. No hay un solo kilómetro en la Argentina que no tenga a un integrante de la Armada en alerta permanente. En Mar del Plata, en Puerto Belgrano, con los aviones que salen de Trelew o de Comandante Espora, en el BIM 5, en la Base Naval Ushuaia. Cualquiera pudo haber estado ahí.

El ARA San Juan es submarino tipo TR-1700 de fabricación alemana, del que dispone la Armada de Argentina desde 1985 (fue botado en 1983). Se trata de un sumergible de propulsión eléctrica convencional, con 65 metros de eslora y siete metros y medio de manga. Algunos expertos lo describieron al diario Clarín como “un submarino muy versátil, con varias posibilidades de propulsión y con capacidad de tomar en cinco segundos la decisión de emergener ante una contingencia grave, con variantes de comunicación y petición de auxilio”.

Pero poca de esa información técnica llena ahora los pechos ahuecados de los que esperan. El Atlántico Sur no quiere hacerlo fácil y se embravece, escupe olas que alcanzan los 8 metros y golpea con fuerza a los que se animan a la búsqueda. Pero nada ni nadie se detiene.

El vocero de la Armada Argentina, Capitán Enrique Balbi, de a poco se hace parte de las mesas familiares. La cara empieza a ser conocida y todos evitan el menor ruido cuando aparece en pantalla. Lo que dice podrían ser buenas noticias y nadie quisiera perdérselas. Todavía nada.

Hace treinta años que la Armada no enfrentaba una operación de esta magnitud”, reconoció ante los micrófonos de Radio Mitre al quinto día de búsqueda.

Acerca de cuántos días puede pasar un submarino sin emerger, Balbi informó que “hay diferentes escenarios posibles para tener en cuenta y cada uno implica diferentes días”.

Este tipo de submarino tiene 90 días por manual de poder operar fuera de su apostadero independiente de cualquier asistencia externa en condiciones normales de navegación; esto es haciendo snorkel una vez por día o cada dos días, que es la posibilidad que tiene de tomar oxígeno y recambiar el aire del interior”, describió.

Si va a superficie y puede cargar la batería tiene provisiones tanto de agua como de alimentos deshidratados”, agregó.

Ahora bien, si no puede hacer snorkel ni ir a superficie y está en inmersión hay países que han hecho pruebas para calcular y con todo lo que tiene el submarino estamos hablando de siete días aproximadamente, pero hay que ser muy cautos porque no sabemos cuál es el escenario”, puntualizó.

Los datos duros se desdibujan en un país que ha decidido borrar momentáneamente sus fronteras y que abrió los brazos a una ayuda extraordinaria. El movimiento no tiene antecedentes en la región y la angustia sólo nos remite a los 33 hombres chilenos en la mina San José.

El panorama incierto y las historias se unen también en los Santos que las nombran. José fue el hijo preferido de su padre, Juan era pescador de oficio en Galilea. Cada quien, según su creencia sacará -o no- de esto una excusa más para seguir.

Mientras tanto Argentina hará gala una vez más de la solidaridad de su pueblo, esta vez, con el vecino inmediato y, por qué no, hasta con uno mismo. 44 faltan. 44 esperamos.

 

 

María Fernanda Rossi

Deja tu comentario