Con una inversión de 130 millones de pesos, este programa apoyó el trabajo de 1600 artesanos y artesanas en los puntos más alejados del país y en un contexto histórico inédito.

Las comunidades originarias de Arazay, El Lipeo y Baritú viven en Los Toldos, Salta, a 500 km de la capital provincial. Para acceder al poblado hay que tomar la Ruta Panamericana N° 1 en territorio boliviano y luego volver a entrar a la Argentina, cruzando el Río Bermejo. Allí, dentro del Parque Nacional Baritú, viven cinco de los 1600 artesanos beneficiados por la primera convocatoria de MANTA, el programa implementado a través de la Dirección Nacional de Industrias Culturales, de la Secretaría de Desarrollo Cultural y el Mercado de Artesanías Tradicionales e Innovadoras Argentinas (MATRIA).

Son comunidades que viven de la ganadería, la acuicultura de subsistencia y también de la venta de artesanías en tejidos, sogas y talla de madera a los turistas que visitan el Parque Nacional. “Cuando me enteré del MANTA a través de unos líderes comunitarios indígenas, claro, pensé en acompañar a esos artesanos que la vienen remando. No podían creer que habían sido beneficiados”, relata Roberto Aleman, uno de los guardaparques de apoyo de la zona y también miembro de la comunidad de Arazay.

Roberto no sólo los ayudó a completar la inscripción sino que también los orientó en cómo descargar en sus celulares la aplicación BNA +, del Banco Nación, para que desde ese paraje remoto puedan cobrar el estímulo. Esta es una de las tantas historias detrás del programa MANTA que revela cómo la articulación entre los actores estatales desemboca en una política pública concreta.

MANTA es un incentivo a la producción artesanal, que logró un objetivo federal”, explica Lucrecia Cardoso, secretaria de Desarrollo Cultural. Y agrega: “Llegó a 1600 artesanos y artesanas de todas las regiones, con una inversión de 130 millones de pesos. El objetivo fue el de reactivar un sector de la economía cultural que se encuentra instalado como marca nacional en el exterior por su calidad, sus características culturales distintivas y ancestrales, a la vez que promueve la continuidad productiva y el empleo en estos tiempos difíciles”.

Los primeros diagnósticos sobre el impacto de la emergencia sanitaria en marzo de 2020, revelaron que el sector artesanal se vio afectado por el cierre de las ferias y la paralización del turismo. La caída de los ingresos afectó gravemente a las economías de las familias.

En ese contexto, el Ministerio de Cultura de la Nación lanzó esta convocatoria para promover la producción y contribuir a la sustentabilidad del sector. Se presentaron más de 10 mil artesanos, manualistas y emprendedores. Luego de una preselección que tuvo en cuenta a la artesanía como principal fuente de ingreso y la trayectoria profesional, el jurado eligió a los beneficiarios que recibieron entre $50 mil y $100 mil de ayuda. Entre ellos, expertos trabajadores de la artesanía, en técnicas y materiales diversos como textiles, cerámica, asta y hueso, cueros y pieles, fibras vegetales, maderas, metal, piedra, entre otros. Un 35% de ellos pertenece además a comunidades originarias, como las del Parque Nacional Baritú.

Beneficiarios por región
NOA (La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy): 504
CENTRO (Buenos Aires, Córdoba, CABA, Santa Fe y Entre Ríos): 387
NEA (Corrientes, Misiones, Chaco y Formosa): 290
PATAGONIA (Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut, Neuquén, Río Negro, La Pampa): 249
CUYO (San Luis, Mendoza y San Juan): 169

La potencia de las artesanías

María Cristina Torrez Pradena tiene 44 años y desde hace 20 años realiza tejidos con lana de oveja y fibra de guanaco en telar mapuche. Vive con su marido, también artesano, en la zona rural de Pico Truncado, en Santa Cruz. Para contarle que había sido seleccionada, la familia le mandó un aviso a través de de Radio Nacional de Río Mayo. “Esta ayuda significa mucho para mí porque mi abuela fue tejedora y es algo que lo llevo en la sangre con mucho orgullo”, cuenta entre lágrimas de emoción y agrega que instalará un puesto de venta de sus productos con el monto asignado.

Es que MANTA tuvo una alta participación femenina. Un 61% de las ganadoras fueron mujeres y un 38% hombres. Además, como noticia en este tipo de certámenes, las personas trans y no binarias pudieron consignar su identidad de género en el formulario de inscripción, si lo deseaban.

Para Luis Sanjurjo, director de Industrias Culturales, MANTA es una iniciativa que “pone de relieve el universo que compone la artesanía en nuestro país, a la vez que es una medida que fomenta la producción del mercado interno y su capacidad exportadora”.

Así es cómo, por primera vez, con el “Reconocimiento a la Calidad del Producto Artesanal” que comparten los países del Cono Sur, los creadores tuvieron una categoría especial para participar, lo que redundó en postulaciones de excelencia.

Poncho tejido en telar mapuche por María Cristina Torres Pradena en la estancia Rancho Patagónico, a 30 km de los Bosques Petrificados de Jaramillo.

También se seleccionaron artesanas portadoras de saberes tradicionales en estado de salvaguarda urgente como el telar de piso, en Los Toldos (Salta); el hilado y tejido de la seda del coyoyo, en Ancasti (Catamarca); el telar de cintura en Los Toldos (Salta), Huacalera y Cusi Cusi (Jujuy), y la cestería Yagan (Tierra del Fuego). O, artesanos que trabajan técnicas que son patrimonio de la humanidad, como es el caso del filete.

El manejo sustentable de los recursos también fue valorado por el jurado como lo demuestran las artesanas vicuñeras que esquilan por chaku, de Laguna Blanca (Catamarca) y Suripujio (Jujuy); los artesanos y las artesanas de la comunidad trashumante, en Millaín Currical (Neuquén), o los artesanos mbyá guaraní que trabajan la cestería con tintes naturales y la talla en diferentes maderas del bosque atlántico.

Se contemplaron todos los aspectos para garantizar la llegada. Para mejorar la accesibilidad a los recursos bancarios, el Ministerio de Cultura de la Nación y el Banco Nación de la República Argentina (BNA) firmaron un acuerdo con el fin fortalecer y reactivar la actividad artesanal a través de la educación financiera, la bancarización y la implementación de diferentes líneas de apoyo.

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