La semana pasada la legislatura provincial modificó la ley que protegía a los guanacos en la provincia y habilitó la caza de estos animales con propósitos comerciales y de control de la especie. El rechazo a la medida de parte de especialistas, organizaciones ambientalistas y parte de la ciudadanía no se hizo esperar.

Se trata de una figura emblemática de la Patagonia. El guanaco es el camélido que más representa el sur argentino y es la foto obligada de cualquiera que recorra las rutas australes. Durante muchísimos años sus poblaciones a lo largo de todo el territorio nacional sufrieron una importante disminución tanto en la cantidad de individuos como en su distribución geográfica. El motivo: la cacería indiscriminada. Como sucede con otras especies nativas de nuestro país, el guanaco representa en el imaginario agropecuario una amenaza pues se cree que compite con el ganado ovino por las pasturas disponibles.

En otros tiempos en nuestra provincia la caza de este camélido fue algo habitual, no solo por lo anteriormente citado, si no su carne y sus cueros eran aprovechados y servían de sustento para muchos habitantes de la isla. Con el paso de los tiempos, el crecimiento de la población, los progresos en la calidad de vida y los cambios de conciencia a nivel social, se decidió proteger a la especie ya que su población estaba muy disminuida. A partir de ese momento la cacería estuvo prohibida y estos hermosos animales pudieron volver a poblar las praderas fueguinas. Hasta ahora.

La semana pasada, el bloque de la UCR CAMBIEMOS, presentó sobre tablas en la Legislatura Provincial un proyecto de tres renglones que proponía la suspensión del artículo 1° de la Ley Provincial 101 en lo que respecta a la prohibición de la caza del guanaco. La iniciativa, que fue presentada sin documentación argumental y solamente fue defendida de forma oral en el recinto, fue aprobada por el cuerpo parlamentario. Esta iniciativa va en sintonía con lo dispuesto por el Gobierno Nacional a principio de 2017, cuando el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de Nación emitió la resolución 766 autorizó un cupo de hasta 6 mil guanacos para la comercialización de sus productos y subproductos, con el argumento de controlar la especie en la Patagonia que, según algunas opiniones, constituye una plaga, un riesgo de seguridad y atenta contra los intereses productivos agropecuarios.

La medida no tardó en generar un intenso rechazo, no solo de parte de ONGs locales, sino también de miembros de la comunidad científica, expertos en ambiente y organismos nacionales, como la Fundación Vida Silvestre Argentina rápidamente lanzó una campaña solicitando a la Gobernadora el veto a la norma.

Lo que despierta más polémica de esta decisión es la falta de información que la acompaña, puesto que no se habrían realizado censos de población ni un análisis de factibilidad de la explotación comercial de la carne del animal. Tampoco habría un plan de manejo para la especie y la norma aprobada no establece límites para la cacería, temporadas ni técnicas permitidas. Así como se aprobó, se libera de forma irrestricta y descontrolada la cacería y explotación de una especie silvestre que hasta hace pocos días era considerada digna de protección.

En declaraciones a TELAM, Adrián Schiavini, doctor en geología e investigador principal del CADIC explicó que “en principio es necesario saber cuántos animales se autorizan a extraer, de dónde, de qué modo y de qué clase. Sin fiscalización se fomenta un mercado negro, y me consta que para esta medida ni siquiera fueron consultadas las propias áreas del gobierno relacionadas a la fauna y el ambiente”. Con respecto a los efectos negativos del guanaco para los productores de carne bovina, Schiavini recalcó que el principal problema de los ganaderos fueguinos no son los guanacos sino los perros asilvestrados, que “se comen gran parte de su producción ovina”. Otro de los argumentos que resuenan es el peligro que estos animales representan para el tránsito vehicular en las rutas de la provincia, pero no ha sido publicada una estadística concreta que refleje esta peligrosidad y si prestamos atención a las crónicas periodísticas que difunden los hechos de tránsito, observamos que la principal causa de accidentes es la imprudencia y el exceso de velocidad.

Pero el que quizás sea el argumento más llamativo es el que dio el vicegobernador de la provincia a TELAM. En sus declaraciones, Arcando explica que la medida tienen su origen en la imposibilidad que posee el sector gastronómico de conseguir carne de guanaco, porque con la norma en vigencia estaba prohibida tanto la caza e industrialización a nivel local como el comercio desde otros estados provinciales, como Santa Cruz. Esta explicación deja en claro que la decisión no responde a una necesidad urgente o que dé respuesta a una emergencia o a un riesgo de seguridad. Por el contrario, se estaría quitando la protección a una especie considerada amenazada, para dar respuesta a intereses económicos de un sector específico.

Desde ARAF expresaron su rechazo y manifestaron que la ley vigente desde 1993 y modificada por esta iniciativa “prohibió en todo el ámbito de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, la caza por cualquier medio, la comercialización y la industrialización de todo tipo de pinnípedos, cetáceos, guanacos, zorros colorados y aves silvestres de cualquier especie, por considerar a todas ellas especies en peligro de extinción. Todo indica que la propuesta apunta a tratar de dar impulso en Tierra del Fuego a un proyecto de explotación comercial de carne de guanaco, similar al que se lleva adelante en la vecina provincia de Santa Cruz o si se persigue alguna otra finalidad aún no explicitada públicamente” y expresaron que “resoluciones así no pueden tomarse sin la elaboración previa de planes de manejo de una especie, convocando a los especialistas en la temática, y que estén basados en información técnica sólida para evaluar su situación poblacional, identificar claramente los problemas o conflictos con las actividades productivas, y analizar diferentes alternativas para solucionarlos”.

Más allá de todas estas argumentaciones, la cultura de la cacería no se corresponde con los tiempos que corren, en los cuales se intenta fomentar el cuidado del ambiente, el respeto por todas las formas de vida, y el aprovechamiento racional y sustentable de los recursos naturales. Regresar a este tipo de prácticas resulta, como mínimo, un retroceso para nuestra sociedad y para lo que hemos decidido ser como pueblo.

 

Abel Sberna

 

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