El bombardeo irresponsable de algunos periodistas nos agarran cansados.

Siembran dudas.

Pero las dudas no tienen que hacernos perder de vista lo evidente: que el país no estaba preparado para afrontar una catástrofe sanitaria (aquellas fotos de Italia que nos espantaban hace unos meses; las que hoy nos horrorizan de Brasil; la tapa del NY Times con la lista de las víctimas fatales).

Lo evidente es que aislándonos reducimos la posibilidad del contagio, y el sistema sanitario se fortalece.

Es evidente, también, que hay gente que la está pasando muy mal, porque no cobra su sueldo, porque no funciona su comercio, su taller, lo que hace para subsistir.

Hay quienes mientras ganen, no ven el costo. O no les importa. Hay gente que gana con la miseria y el resentimiento. Ha sido siempre así, no tiene por qué serlo. Y depende de nosotros.

Es evidente que oponer economía a salud sigue siendo un falso dilema: los muertos no compran pan, no toman el micro para ir a la Costa, no van al shopping, no salen a cenar, no cambian de auto, ni de modelo de celular.
Los muertos no se recuperan.

Entonces, ahora que viene lo peor, que aumentará el frío, que habrá más días grises, que el sacrificio que hicimos hasta ahora no deje de valer la pena. El esfuerzo va a tener sentido si se sostiene. Si pensamos en los demás. Y es verdad que hemos perdido mucho: nuestra cotidianeidad; nuestros compañeros de banco, de trabajo, la rutina del tren, la posibilidad del viaje, la lectura en un banco de plaza, el encuentro con amigos y familia.

Pero es evidente que lo mejor es que al final de esto, todo eso todavía esté, y no sea un recuerdo, una foto, un aniversario. Así que a aguantar, aunque duela, canse, agobie.

Porque es evidente que la vida le puede ganara a la muerte, y que en lo que hagamos se resuelve una parte de esa disputa.

Federico Lorenz

Foto de portada: gacetamedica.com

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