El Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) presentó un informe en el cual resaltan la necesidad de cambiar la alimentación a dietas más sostenibles en orden de disminuir el impacto que la producción de alimentos tiene sobre el clima mundial. El documento establece una relación directa entre la crisis climática y fenómenos como la degradación del suelo o la desertización.

Luego del reciente conflicto entre ganaderos y veganos, y la irrupción de Greenpeace en la inauguración de la Exposicion Rural de Argentina que desataron intensos debates y discuciones en torno a la alimentación, la deforestación y la crisis climática, el Grupo Intergubernamental de Experos en Cambio Climático (IPCC) publicó un informe que pone a la producción global de alimentos en primer plano. Mientras la generación de energía, la industria y el transporte son señaladas como las principales causas de la crisis climática que atraviesa el planeta, el IPCC presentó un documento que deja en claro los lazos entre el calentamiento global y los usos del suelo.

“Casi todo el esfuerzo (en la lucha contra el cambio climático) estaba hasta ahora puesto en sectores como la industria, el transporte o la energía, cuando la alimentación, los suelos o la tierra tienen un papel clave”, explica la científica española Marta Rivera, miembro del IPCC y participante en el informe.

El informe apunta a la forma en que los alimentos se producen y distribuyen a nivel global y señala que el despilfarro, el mal aprovechamiento del suelo y la deforestación para la agricultura y la ganadería son factores que influyen directamente en el clima, y por lo tanto plantea la necesidad de repensar y planificar mejor la producción alimentaria, cambiando los modelos de consumo global. En el mundo actualmente existen 2000 millones de personas sufriendo sobrepeso mientras otros 800 millones están malnutridas.

Las conclusiones del IPCC, compuesto por 107 expertos de 52 países, dan así por primera vez un papel protagónico a los ciudadanos en el combate del efecto invernadero, ya que modificar sus dietas a unas más saludables, o desperdiciar menos comida, puede ayudar a salvar al mundo de catástrofes naturales. “Las recomendaciones son una llamada a la reflexión, (la dieta) es un tema individual y personal, aunque estamos viendo que las nuevas generaciones tienen una preocupación más marcada por una alimentación más equilibrada”, resalta el peruano Eduardo Buendía, copresidente del IPCC.

Según el informe se derrocha entre un 25% y un 30% de la producción mundial de alimentos. La agricultura, la desforestación y otros usos de la tierra son responsables de cerca del 25% de las emisiones de gases de invernadero relacionadas con la acción humana. El mal aprovechamiento de los recursos alimenticios responde a problemas de planificación en el cultivo, cosecha y distribución, y a la mala organización de los consumidores en los países ricos. Según el informe, de no revertirse el desarrollo de la crisis climática, la población en zonas áridas vulnerable a conflictos por el agua, sequías o degradación del hábitat podría aumentar a entre 178 y 277 millones de personas hacia 2050, con especiales riesgos en Asia y África.

El documento no solo hace recomendaciones relativas al consumo, sino que también propone retomar prácticas agrícolas, ganaderas y silvícolas de las poblaciones indígenas tradicionales, ya que su experiencia puede contribuir a los desafíos que presentan el cambio climático, la seguridad alimentaria, la conservación de la biodiversidad y el combate de la desertización.

En cuanto a la producción y consumo de carne, es innegable que existe una conexión directa entre la industria cárnica y el calentamiento global, lo cual viene siendo denunciado por numerosas organizaciones a nivel mundial como es el caso de Greenpeace que lleva adelante una campaña que apunta a la ganadería como una de las principales causas de la deforestación. El informe del IPCC afirma que el alto consumo de carne vacuna y productos lácteos, especialmente en los países de mayor ingreso, está alimentando la crisis climática. “No le estamos diciendo a la gente que deje de comer carne. En algunos sitios no tienen otra opción. Pero es obvio que en Occidente estamos comiendo demasiada”, señala Pete Smith, científico de la Universidad de Aberdeen en Escocia y uno de los autores del informe.

Si bien la forma en que cada quien prefiere alimentarse depende de una decisión personal, la cual esta influenciada por la cultura, las costumbres, las condiciones geográficas y por cuestiones ideológicas o religiosas, es importante comprender que el efecto de esta decisión repercute en toda la población, pudiendo tener consecuencias perjudiciales para el ambiente y la vida, tanto silvestre como humana. Resulta fundamental que a la hora de decidir nuestros hábitos alimenticios lo hagamos con responsabilidad social y ambiental, basándonos no solo en las costumbres e ideologías, sino también en información científica y hechos concretos, pues de esto puede depender la condición de vida de millones de personas alrededor del mundo.

Abel Sberna
Fuentes: EFE / BBC

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