Capitán del Ejército británico hacia 1982, Geoffrey Cardozo llegó a las Malvinas con 32 años. Entonces tenía una misión: preservar la disciplina entre las fuerzas reales del Reino Unido, Cardozo suele explicar que los soldados siempre quedan con una sensibilidad mayor después del combate y ello puede generar problemas internos, como el alcoholismo, depresión o exceso de entusiasmo.
Contenerlos fue su misión original.
Sin embargo, el destino hizo que terminara involucrado en otra misión: la de encontrar, exhumar y volver a enterrar en Darwin los cuerpos argentinos que quedaron dispersos por los campos de batalla de todas las islas.
Fue Cardozo quien levantó el emblemático cementerio donde yacen los argentinos que pudieron ser enterrados.
Son 230 tumbas, algunas de las cuales tienen más de un resto.
Entre ellas 121 no se habían podido identificar.
A las que pudo, entonces, les hizo grabar el nombre y apellido del soldado encontrado.
A las que no, les puso la ya conocida placa que rezaba la leyenda “soldado argentino sólo conocido por Dios”. El año pasado, Cardozo colaboró con el histórico trabajo del Comité Internacional de la Cruz Roja, que hacia fin de año logró identificar 88 restos entre 122 muestras diferentes de cuerpos sin nombre y que se pudieron inhumar para ser analizados. Aquí se reproduce una extensa entrevista que Clarín le hizo desde Buenos Aires a Londres sobre aquella experiencia única con los muertos argentinos en la guerra, y a quienes con respeto y afecto él llama “mis chicos”.