Inmediatamente finalizada la primera circunnavegación de la tierra, a comienzos de septiembre de 1522 Sebastián Elcano envió un breve informe a la Corte de Carlos V anunciando el descubrimiento de un estrecho [austral] que pasaba por la tierra firme de V.M. (Sudamérica) al mar de la India (el Océano Pacífico).
Enterado del hecho, el Emperador comisionó a su secretario Maximiliano Transilvano para – personalmente – tomar declaración a los 18 sobrevivientes de la primera vuelta al mundo. Ello para, por una parte, asegurar que los testimonios tuvieran el carácter de secreto y, por otra, que los detalles respectivos se incorporaran en la cartografía imperial del Hemisferio Sur.
Pese a tratarse de información confidencial y sensible, bajo el título de De Moluccis Insulis (Acerca [del descubrimiento] de las Islas Malucas), en 1523 se publicó una extensa carta personal del mismo Transilvano en la que se referían aspectos particulares y conclusiones derivadas de los testimonios de la tripulación de la nao Victoria. Por el interés e importancia práctica del relato del secretario imperial, a partir del mismo 1523 su De Moluccis fue traducida y publicada en diversos idiomas de forma separada y/o incorporada en extensas compilaciones de viajes y descubrimientos geográficos europeos.
En lo que refería a las características del estrecho descubierto hacia la latitud 52º Sur que unía el Atlántico con el Mar de la India (este última idea sin duda tomada de los geógrafos de la Antigüedad y de los Viajes de Marco Polo), en lo fundamental el texto del secretario de Carlos V explicaba que dicho pasaje se extendía en sentido general Este-Oeste, y agregaba una observación de particular importancia, esto es: Que la tierra que [Magallanes y sus tripulaciones] tenían a la derecha no había duda que era el continente [americano], mientras que aquella que se extendía hacia la izquierda (Sur) pensaron que no era continente, sino solo islas, pues ocasionalmente oían de ese lado la reverberación y el rugir del mar en una costa distante.
Contemporáneamente a la publicación de la primera edición de la misiva de Transilvano, los pilotos y cosmógrafos del taller de cartografía la Casa de Contratación de Sevilla (en sentido moderno, la primera institución propiamente científica) estaban abocados al re-análisis de los cálculos astronómicos, los sondajes hidrográficos y otras geo-referencias aportadas por los sobrevivientes de la expedición de Magallanes.
Mientras esos trabajos tenían lugar, España y Portugal se habían embarcado en una nueva disputa geopolítica y científico-técnica relativa a la longitud en la que, tanto en el Atlántico como en el Pacífico, debía establecerse la línea de partición establecida por el Tratado de Tordesillas (1494): esa línea debía separar las respectivas esferas de influencia de ambas potencias ibéricas, a saber, Portugal en el Hemisferio Oriental, y España en el Hemisferio Occidental (incluido, en este último caso, el nuevo mundo americano). A comienzos de 1524 los expertos de ambas Partes se reunieron finalmente en la ciudad de Badajoz para revisar las respectivas interpretaciones de la imago mundi resultante de los datos aportados por la primera vuelta al mundo.
En ese contexto político, diplomático y científico-técnico fue producida una carta marina graduada (paralelos y meridianos) y en proyección polar que el erudito francés Marcel Destombes (1905-1983) llamó la Carta de Magallanes. En esta imagen por primera vez se representa el extremo meridional de América de acuerdo con la información hidrográfica y geográfica aportada por Elcano y sus compañeros (incluidos 3 expertos pilotos). Según Destombes, esta imagen es obra de los cartógrafos lusitanos Pedro y Jorge Reinel, que en 1519 pudieron haber participado en la construcción de los instrumentos y las cartas de navegación para la flota de Magallanes. Esto, sin embargo, es poco probable.
Ello, porque, en lo principal, la Carta de Magallanes postula un Hemisferio Sur que afirma un porte del mundo más grande que aquel de los antiguos, es decir, volumen de la tierra sustancialmente mayor que el afirmado por los geógrafos greco-latinos, en particular por Tolomeo (circa 100-circa 170 DC), cuya Geographia había ganado gran popularidad durante el Renacimiento. Por una razón de conveniencia, una versión modificada de este concepto de geografía general era en la época afirmada por los cosmógrafos portugueses. A contrario sensu, del concepto castellano de un mundo más grande derivaba un hecho fundamental: La línea de partición que – de polo a polo – debía separar los territorios lusitanos de los castellanos, debía trazarse de forma que el Brasil (conocido desde 1500) y las Islas Malucas (conocidas desde 1511) quedaran íntegramente dentro del lado español de la tierra.
La Carta Marina de Magallanes se conserva en la Biblioteca del Palacio Topkapi de Estambul, y en ella, mientras la costa norte del Estrecho está claramente delineada, la banda sur está indicada con un grupo de islas. Más allá de estas se extiende un Mar Austral que – como el oceanus griego y bíblico – cubre completamente a la Región Antártica.
Aunque hacia la misma época varios mapas se imprimieron en Europa para postular que la banda sur del Estrecho de Magallanes era en realidad la costa septentrional de un continente desconocido (desde la década de 1530 nombrado Terra Australis Incognita), en la forma del llamado Padrón Real, durante el siglo XVI la cartografía oficial española consideró que las regiones al sur del estrecho descubierto por Magallanes en 1520 estaban ocupadas por un número indeterminado de islas y, plus ultra, por un mar subpolar y polar. Este concepto fue luego comprobado por la expedición holandesa de Jacques le Maire (1585-1616) y Willem Schouten (1567-1625), que en el verano austral de 1615 descubrió el paso interoceánico del Cabo de Hornos.
Cuando hacia 1540 Valdivia y sus compañeros iniciaron el proyecto geopolítico de la conquista de Chile, la idea del sur del mundo encapsulada en la Carta de Magallanes estaba incorporada en el ideario geográfico español. Si bien para entonces otras tres expediciones españolas habían visitado el Estrecho, la cuestión de si las tierras de la banda izquierda se extendían – o no – hasta el Polo, continuaba sin respuesta positiva. Por tal motivo, desde el inicio de la conquista de Chile una preocupación fundamental de los conquistadores se refirió, precisamente, al reconocimiento de la costa sudamericana hasta y más allá del Estrecho, en el entendido que las regiones australes aún por descubrir tenían la extensión geográfica estimada luego que la expedición de Magallanes permitiera calcular el círculo del ecuador terrestre y, por extensión, calcular la distancia que existía entre dicha línea, ambos trópicos y ambos polos.
Cuando, en 1555, Carlos V entregó a Jerónimo de Alderete (el sucesor de Valdivia) el título de Gobernador de Chile, lo hizo incluyendo en su jurisdicción ambas bandas del estrecho, esto es, la Patagonia (la banda norte), las islas al sur del mismo (el archipiélago Fueguino) y, muy importante, los espacios que desde este último se prolongaban hasta el Polo Sur. Esto, porque de acuerdo con el modus vivendi establecido por el Tratado de Tordesillas, dichos espacios se situaban el oriente de la línea de partición, es decir, dentro del lado español de la tierra (en términos modernos, correspondían al extremo austral del nuevo mundo americano).
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII la carto-bibliografía científica occidental denominó a este último espacio oceánico Mar Magallánico o Nuevo Mar del Sur, en tanto se le consideraba un territorio distinto al Mar del Sur, esto es, distinto al Océano Pacifico que en 1513 – desde la costa panameña – había sido observado por Vasco Núñez de Balboa.
Por ello, desde comienzos del siglo XVII, seis espacios geográficos contiguos conforman lo que los conquistadores de Chile, la geografía y la cartografía oficial españolas denominaron la Región del Estrecho de Magallanes, a saber, la Patagonia Austral, el Estrecho propiamente tal, el Archipiélago de Tierra del Fuego y las Islas del Cabo de Hornos, el Mar Austral y el sector americano de la Antártica. Todas estas entidades fueron por primera representadas en la Carta de Magallanes de circa 1523.
Por Jorge Guzmán, académico Universidad de Cambridge, experto en temas antárticos, para Prensa Antártica