En cuanto a individuos polígamos en tiempos históricos nuestros indígenas mencionaban a con máxima frecuencia al poderoso Kausel. Según algunos habría poseído cinco; según otros, incluso ocho mujeres. Todas ellas vivían con él, si bien no en la misma choza, que él reservaba para sí y para su primera esposa, sino en chozas más pequeñas, próximas a ésta, que habían sido levantadas para sendas mujeres. Las viviendas de la familia Kausel daban la impresión de constituir todo un campamento, ¡Había tantas chozas juntas! (…)

Poseer más de dos esposas era por lo general condenado todos los contemporáneos; en forma casi regular los viejos intervenían cuando alguien quería tomar una tercera esposa. Es cierto que nadie se atrevía a oponerse a poderosos hechiceros, como el caso de Kausel. Pero, por lo menos, tales hombres debían tolerar ocasionales indirectas y censuras, ya que se los acusaba nada menos que de lascivia: “¡Ése es como el guanaco macho, al que no le bastan una o dos hembras!” O cosas aún peores: “El león marino es muy voluptuoso y se da por satisfecho con la posesión de una hembra, ¡pero aquél desea tener varias mujeres!”… Tal o cual informante también dirigía burlas agresivas contra los antepasados polígamos.

de Los indios de la Tierra del Fuego, los Selk’nam de Martín GUSINDE, 1931.

 

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