Considerado uno de los padres de la epidemiología comunitaria, el sanitarista italiano Gianni Tognoni aseguró que “la pandemia puso en evidencia que hay paradigmas que deben ser cambiados” y que el colapso climático “no es una crisis de conocimiento sino de poder”.
Convencido de que ni el más bien intencionado especialista puede reemplazar el rol de los promotores de la salud de las comunidades dentro de ellas, Gianni Tognoni asegura que por primera vez en la historia la especie humana se enfrenta a la pregunta acerca de “si tiene o no un futuro”.
En ese contexto, para el reconocido epidemiólogo italiano ni el diagnóstico ni la respuesta a ese interrogante, que está vinculado a la crisis climática, es un problema de conocimiento, “sino de poder y de democracia real”.
Tognoni es médico, epidemiólogo, sanitarista y doctor en filosofía y medicina y dirigió el Instituto de Investigaciones Farmacológicas Mario Negri de Milán.
En 1977 colaboró en el armado de la lista de 200 medicamentos esenciales de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta lista de medicamentos, en su mayoría genéricos, funcionó como una virtual declaración de derechos universales de la salud.
Durante su paso por Argentina para participar del VII Congreso Intencionalidad de Salud Socioambiental -que se realizó la semana pasada el Rosario- Tognoni dialogó con Télam-Confiar sobre la epidemiología crítica, el impacto de la pandemia y la crisis climática.
Se lo señala como uno de los padres de la epidemiología comunitaria, ¿cómo fue ese proceso?
La epidemiología comunitaria es una idea y una práctica que nació a mitad de los 90 al trabajar con las comunidades. En ese contexto uno descubre que todos los discursos de salud que se hacen a partir de expertos, aunque sean especialistas bien dispuestos con respecto a la comunidad pero que aparecen como visitantes, toman inevitablemente a la comunidad como un objeto de intervención.
Entonces, era importante dar la idea a las comunidades que ellas no eran como alumnos permanentes que necesitaban aprender algo sobre salud sino que son sujetos que necesitan tener herramientas para solucionar sus problemas y las enfermedades son uno de sus problemas; de manera que en la pregunta de cómo las comunidades organizan su vida de una manera autónoma debe incluir también, con la misma cultura, a las enfermedades en esta capacidad de autonomía.
¿Cuál sería entonces la diferencia con la epidemiología tradicional?
La epidemiología comunitaria hace al revés de la tradicional que no considera las comunidades; en ella la comunidad es la responsable de su epidemiología, es decir, es la dueña de la narración de lo que está pasando y que no solamente es enfermedad, sino que también se pregunta cuáles son las causas.
Entonces, la epidemiología comunitaria es también el pasaje no solamente de las comunidades del rol de objeto a sujeto, sino también de comprender que enfermedad que no es sólo un problema médico sino que es el cruce de problemas que son de salud técnica, pero también de contexto, de alimentación, de pobreza, de ausencia de informaciones, etc.
Por ejemplo, con la mortalidad materna, algo que parece muy difícil de evitar, muy complejo. Cuando uno hacía grupo de trabajo con las mujeres, muchas veces lo que aparecía era que había violencia en la casa. De modo que si se ponía en la estadística que el problema era la mortalidad materna era incorrecto, el foco del problema era que había una violencia machista que hacía que el embarazo fuera tan descuidado que la mujer llegaba a parir en una situación de mucha vulnerabilidad.
Lo mismo sucede, por ejemplo, con el tema de los tratamientos de la tuberculosis, la comunidad es la que tiene que resolver quién se hará cargo de hacer tomar la pastilla cada día a la persona.
Frente a esas situaciones, uno descubre que lo importante es que ni médicos ni enfermeras vengan de afuera porque se ponen en una posición de jerarquía superior de conocimiento, sino que lo mejor es tener promotoras de salud que sean miembros de la comunidad.
Con esas premisas se han desarrollado varias experiencias en Ecuador, Bolivia y también en contextos urbanos como Córdoba, etc. Y también se hicieron desde este enfoque publicaciones en revistas científicas como Lancet, donde fue muy interesante porque pusimos nombres de mujeres en las comunidades.
Cuando uno dice la jerarquía no es obligatoria se producen los mismos resultados con una estrategia de compartir la responsabilidad de producir conocimiento y evidentemente los resultados también tienen una aceptación que es interesante. –
¿En qué lugar queda el investigador o el profesional de la salud en la epidemiología comunitaria?
El investigador o el médico en la epidemiología comunitaria participa de la discusión y la validación de los criterios como un integrante más.
Me ha tocado dar charlas en una comunidad en Ecuador con mujeres y que después de la mi exposición no haya ninguna pregunta; esa misma noche, cuando participaba en la cena colectiva, me contaron que ellas usaban como tradición traducir las cosas que les habían interesado en arrullos, y habían hecho arrullos sobre tuberculosis.
Esto demuestra que una vez que uno le da el tiempo a la comunidad para efectivamente traducir en sus palabras, después es más fácil para ellas elaborar los mensajes para que lleguen.
Acabamos de atravesar una pandemia, ¿qué podemos aprender de este proceso?
Es interesante ver que en estos tiempos la pandemia ha puesto en evidencia que los modelos de intervención desde arriba, centralizados, como los de la OMS, se traducen inevitablemente sólo en recomendaciones.
El hecho de que lo diga la OMS o un Gobierno no produce de inmediato una obediencia o adhesión a las medidas.
De manera que hay literatura científica, que no es contrahegemónica, como The Lancet, que ya ha empezado a poner bien en evidencia que la práctica médica ha sido “indecente” por el hecho de que la alarma en lugar de generar más inteligencia lo que hizo fue fomentar la hegemonía de un acercamiento médico con respecto a las cosas.
Es decir que la pandemia puso en evidencia que hay paradigmas que deben ser cambiados, pero el hecho de entrar en las facultades de medicina con un aumento de atención a los aspectos no médicos en un tiempo en el cual la tecnología y la curiosidad técnica ha explotado es muy difícil.
En una charla en estos días dijiste que la crisis climática no es una crisis de conocimiento sino de poder…¿qué implica esto?
Si uno documenta con todos los datos posibles que la no modificación de la industria extractiva es la que produce efectivamente la contaminación, significa que a nivel de quien decide las políticas energéticas tiene una idea muy clara del hecho de que si se sigue el extractivismo actual se seguirá dañando el ambiente.
Entonces, ya no se trata de si hay o no evidencia, las evidencias están. El tema es que quienes toman las decisiones tienen criterios diferentes de importancia, en ese sentido la crisis climática obedece a la misma lógica de las decisiones que se toman en tiempo de guerra.
Fuente: Agencia Télam