¿A qué persona con espíritu aventurero no se le ocurrió alguna vez lo que sería visitar el continente blanco? No solo llegan a la Antártida navegantes, turistas y científicos.

En este caso, Walter Maciel, chef profesional, contó su historia como cocinero en un crucero turístico con destino a la Antártida, en el programa radial “Se sabe por tu boca”:

Yo soy Walter Maciel, soy cocinero, y de las tantísimas experiencias en cocina, una de las más raras, poco habituales, es que estuve embarcado en un crucero de turismo, pero no cualquiera, sino que estuve embarcado en uno de los que van a la Antártida.

El buque, como casi todos los que van a la Antártida, sale de Ushuaia, y después de dos días de transitar y navegar las turbulentísimas aguas del canal de Beagle, se navega por mar abierto y se llega a Malvinas. Allí se recorren las islas, siempre embarcado, y al mediodía se desciende para almorzar.

Más allá de la parte turística, la parada del crucero en Malvinas es para aprovisionarse de algunas cosas, por ejemplo, frutas secas, quesos y hojas frescas, hojas verdes, como radicheta, rúcula, espinaca, acelga, lechuga… Que en realidad yo creo que es más una cuestión de solidaridad con la Isla, porque el buque lleva provisiones para dos veranos en la Antártida, sobraba la fruta seca, sobraban los quesos, pero bueno, se cargaban ahí…

El trabajo en la cocina de un crucero es muy agobiante, muy estresante y muy arduo. Es un trabajo casi esclavo, porque llevan muy poco personal para bastantes pasajeros, en este caso eran 64 pasajeros y éramos solamente 2 cocineros, y las 24 horas tiene que haber comida disponible para que se puedan servir, entonces, imagínense, que éramos solamente 2 cocineros para semejante trabajo.

Yo me levantaba aproximadamente a las 4 de la mañana porque los pasajeros desayunaban entre las 5 y las 6, porque tenían que salir a observar ballenas, a observar aves antárticas o para ver el amanecer y, normalmente, me acostaba sin haber descansado a las 10 de la noche, estaba todo el día cocinando, era muy arduo.

Algo interesante, es que el crucero se mueve mucho. Es chico y se mete por fiordos, por lugares con turbulencia, en la cocina está todo atado, todo sujeto. Las ollas, los cucharones, y la vajilla, para que no se caiga porque con los movimientos del buque todo se tambalea, y lo más peligroso por lo general es cuando están comiendo, los platos, los vasos, las copas, los cubiertos, y las mozas, que en este caso eran rusas, limpiaban y volvían a servir. En la cocina uno se pega unos golpes porque por ahí se cae o por ahí se derrama algo, lo más complicado era al momento del servicio de la comida porque había más peligro de que la cosa se derrame.

Trabajar en un crucero que va a la Antártida, es una experiencia única, por la forma de cocinar, por estar encerrado, por los paisajes, por la tripulación, por todo, todo hace que sea una experiencia única. Uno está casi todo el día encerrado en la cocina, pero cuando se sale por alguna circunstancia hacia la superficie, a la parte alta del barco, vivir la experiencia de ver la Antártida es única, inolvidable y súper recomendable.

“Se sabe por tu boca” es una propuesta radial producida por la productora de contenidos comunitarios para radios comunitarias, América Profunda.

El programa “Se sabe por tu boca” es un programa sobre el alimento y las cocinas de América.  Una propuesta semanal que invita al paisaje de los recuerdos y las culturas latinoamericanas atravesadas por un interrogante común; saber de qué se trata lo que comemos.

Todos los domingos, a las 12:00hs, comparten un nuevo capítulo. Como cada producción de América Profunda, lo hacen para compartir con las radios comunitarias y libres del continente.

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