La crisis es oportunidad. La crisis es crisis. Muchas familias fueguinas están atravesando un momento cargado de incertidumbre. El impacto económico y social que ha tenido la falta de empleo en nuestra provincia no escapa ni al más acomodado.
En los últimos meses se multiplicaron los grupos de Facebook en los que se ofrece indumentaria, distintos tipo de comida y hasta servicios, como ir a sacar turnos al hospital o el arreglo de electrodomésticos. Más que oportunidad es necesidad. Las puertas del trabajo tradicional se van cerrando, entonces hay que agudizar el ingenio y abrir nuevas.
La pérdida del trabajo de algún integrante de la familia supone un cambio estructural inmediato y obligatorio. Las piezas ya no caen en el lugar de siempre, el tetris familiar se empieza a complicar y ese desacomodo no sólo es financiero.
Ya en 2012, el departamento de Humanidades y Ciencias de la Universidad de La Matanza abordó la temática por medio de una investigación académica que concluyó que las condiciones de precariedad laboral afectan el modo en que los individuos establecen los vínculos sociales entre sí y se conectan a las relaciones de poder como una práctica de supervivencia.
En ese sentido, el sociólogo Carlos Lema, director del proyecto, explica la importancia de las redes y los lazos al enfrentar el momento de la pérdida del trabajo a través de conceptos del sociólogo francés Robert Castel. “El proceso de ‘desafiliación’ del trabajador lo aísla de la vida social y erosiona la interrelación con su familia”.
Las teorías de Castel se ocupan de describir la crisis de la sociedad salarial y la tensión que ésta representa para el individuo. En consecuencia, el sociólogo sostiene que la incertidumbre laboral, la inestabilidad en la familia y el debilitamiento de las estructuras comunitarias se producen cuando la persona pierde el empleo. Por eso, Castel considera que el “desafiliado” es aquel que pierde todo contacto con los elementos que constituyen un entramado social.
En el mismo sentido se pronuncia la psicóloga Graciela Arredondo, quien afirma : “el trabajo formal le da al padre/madre cabeza de familia un sentimiento de seguridad que transmite a sus hijos, tanto con la tranquilidad que le da asegurar el sustento diario como el hecho de pertenecer a un grupo de trabajo, mantener una rutina, contar con seguridad social, formar parte del entramado social.
De esta manera, con su ejemplo transmite a sus hijos valores y sentimientos de responsabilidad y pertenencia al grupo”.
“Cuando el trabajo formal se interrumpe, cae de manera abrupta la autoestima; se observa ansiedad reactiva, insomnio, estrés. Estos síntomas parentales influyen en la dinámica familiar que se altera considerablemente”, explica Arredondo.
Las familias más resilientes se reacomodan y con apoyo de todos los adultos encontrarán alternativas laborales, no sin pagar un precio emocional de todos sus miembros. En los niños se observan dificultades en el rendimiento escolar y la conducta.
El profesor de Lengua y Literatura Martín Quintana, reafirma los conceptos al sostener: “es una constante en las escuelas y te das cuenta de diferentes formas. A veces los chicos lo cuentan, a veces te das cuenta porque aparecen ausencias materiales -no pueden comprar el uniforme, zapatillas, libros-; en las reuniones con padres aparece muy seguido, muchas veces cité a tutores por alumnos que decaían en conducta o notas y ahí terminaban contándote que no tenían trabajo, que la estaban remando”.
“Me acuerdo de un caso particular, un chico que se dormía en clases y resulta que era porque el padre había perdido el trabajo, entonces se despertaba con la mamá a las cuatro de la mañana a hacer milanesas para vender”, detalla.
Pero, ¿cómo afecta al rendimiento escolar?
La falta de trabajo afecta en varios niveles el rendimiento escolar:
1) Falta de recursos escolares
2) Falta de ánimo de los padres para acompañar el proceso educativo
3) Delegación de tareas extra en los chicos (ya sea trabajo o tareas domésticas)
4) Desconcentración y angustia por la situación, lo que se traducen en mala conducta, aislamiento de los demás chicos, entre otras.
El entramado es enorme, pero no sólo es cosa de grandes. Cuando el trabajo falta los golpes vienen como una ráfaga de fotos: el económico, el financiero, el familiar, el social.
El barco se inunda a una velocidad desoladora, el agua amenaza con llevarse todo, pero arriba la esperan para evacuarla con una cucharita de té.
María Fernanda Rossi