Cada año, iniciada la Campaña Antártica de Verano (CAV), el cargo Meteorología del rompehielos ARA “Almirante Irízar” se refuerza con la dotación complementaria y se transforma en una Central Meteorológica que brinda asesoramiento al Comando de la unidad y al Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR).
A una de las cubiertas más altas del rompehielos ARA “Almirante Irízar”, donde se encuentra el puente de comando, se accede por una escalera que también nos lleva a dos locales muy importantes para la navegación: la central de comunicaciones y la central meteorológica.
El cargo Meteorología, se encuentra actualmente bajo la responsabilidad del Suboficial Segundo Servicios Hidrográficos Meteorólogo Ramón Miño; pero todos los años, de cara a las actividades correspondientes a la CAV, se refuerza con la dotación complementaria transformándose en una Central Meteorológica, ya que el ritmo de las operaciones en la Antártida se incrementa considerablemente.
Durante la CAV 20237 24 la Central se encuentra a órdenes del Teniente de Navío Técnico Facundo Santos López, quien es Subjefe de la Base Aeronaval Río Grande y Jefe de la Central Meteorológica Río Grande; las Técnicas en Meteorología, Cabo Principal Sabrina Quinteros, quien se desempeña en la Central Meteorológica Buenos Aires, y la Cabo Primero Fabiana Aredez Villagra, que cumple funciones en la Central Meteorológica de la Base Aeronaval Comandante Espora. Ambas centrales pertenecen al Servicio Meteorológico de la Armada, dependiente del Servicio de Hidrografía Naval (SHN).
Además, el equipo de la central del rompehielos está integrado por la Agente Civil Soledad Tiranti, Licenciada en Geografía y especialista de la División Glaciología del SHN.
En navegación es normal ver al personal del cargo Meteorología en el puente de comando y también a los integrantes del “team de puente” (puente de comando) buscando información o asesoramiento en la oficina de meteorología.
Así como los helicópteros pueden llevar el radio de acción de los sensores del buque cientos de millas más allá de la posición de la unidad; el equipo de meteorología se nutre permanentemente de información interna y externa para poder proyectar y pronosticar los rápidos e imprevistos cambios de las condiciones hidrometeorológicas en tiempo real, y también para la planificación de las operaciones futuras.
Para ello, realizan reuniones diarias de asesoramiento al comando, conocidas como briefings, en las que se estudia la variabilidad y conveniencia sobre posibles derrotas o lugares de operación donde la condiciones hidrometeorológicas sean favorables, o menos adversas.
La complejidad de los múltiples planos de acción
Para comprender lo importante y compleja que resulta la meteorología en el sector antártico, basta con poner sobre la mesa las múltiples variables y escenarios que interactúan y se combinan a cada instante.
Pronosticar condiciones hidrometeorológicas a corto o mediano plazo, implica poner en relación indicadores que provienen de tres fuentes distintas: desde el buque en navegación, con las terminales automáticas ‘Young’ y ‘Vaisala’, que aportan mediciones referentes a temperatura del aire y del agua, dirección e intensidad del viento real y relativo, presión atmosférica y humedad relativa.
En segunda medida, desde lo que se llama “abrigo meteorológico”, con la medición de temperatura de bulbo seco y húmedo, lo que indica la humedad relativa del aire; y, por último, con la información del receptor de imágenes satelitales, que aporta los distintos tipos de nubosidad presentes en la zona.
Estas variables se complementan, además, con los distintos modelos numéricos de predicción, y con los elaborados por el Servicio Meteorológico de la Armada; que a su vez se nutre de la información específica y puntual que es enviada desde el rompehielos.
Para tener un panorama mucho más completo y complejo, por el tipo de escenarios donde se realizan las actividades (que incluyen operaciones aéreas), también se toman en cuenta parámetros como profundidad, corrientes y mareas. Por si esto fuera poco, la condición del mar en la zona también varía y se clasifica por la presencia en tipo, origen, tamaño y velocidad de hielos y témpanos, que a su vez interactúan con todos los fenómenos citados previamente.
La supervisión del estado glaciológico es analizada permanentemente mediante imágenes ópticas y de radar de apertura sintética, provenientes de plataformas satelitales, lo que permite estar siempre un paso delante de la situación. La interpretación de esta información es de extrema utilidad para el Comando y también para el Servicio de Hidrografía Naval, hacia donde se envían las observaciones e informes cada seis horas, tarea que es llevada a cabo específicamente por la licenciada Tiranti, siendo esta su primera campaña antártica.
120 años de presencia y experiencia ininterrumpida
En el ámbito de la navegación existen publicaciones denominadas “Derrotero negro”, donde se compilan distintos tipos de informaciones y avisos para prevenir accidentes o favorecer la navegación, además de detallar aspectos meteorológicos de zonas específicas.
En el caso de nuestro país, la Armada Argentina nutre de información estos derroteros de manera constante desde 1904, año en que inició formalmente su actividad antártica con la Estación Meteorológica Orcadas, ubicada en el istmo Ibarguren de la Isla Laurie, en las Orcadas del Sur; constituyendo el primer asentamiento permanente de una nación en el continente antártico.
Los derroteros negros de los mares del sector antártico se nutrieron y lo siguen haciendo, en gran medida, gracias a la invalorable experiencia de 120 años de navegación y operaciones de la Armada Argentina; continuando en la actualidad, en completo apoyo a la ciencia y la soberanía, abasteciendo y replegando material y personal en 13 bases antárticas, conjuntas, científicas, permanentes y de verano; además de numerosos refugios y laboratorios itinerantes en la península antártica, bajo la dirección del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, y a través del Comando Conjunto Antártico, junto a la Dirección Nacional del Antártico (DNA) y el Instituto Antártico Argentino (IAA).
Fuente: Gaceta Marinera