¿Qué es la felicidad? ¿Dónde está? En la modernidad, alcanzarla es un anhelo permanente, representa el nuevo desafío de los estados y ocupa un lugar central en las discusiones que se vienen. Es por eso que desde 2012 la ONU publica “The World Happiness Report”, un ranking de la felicidad que considera a 156 país, elaborado por un grupo de expertos independientes.
¿Cómo medir la felicidad? Los indicadores que toma el grupo de expertos que se dedica a su confección son: la sumatoria del producto bruto per cápita, la ayuda social, la expectativa de una vida saludable, la confianza (como ausencia de corrupción), la libertad de elección y la generosidad de los habitantes. Además, agregan otras variables como la sonrisa, el placer, la sensación de interés por algo, la ira, la preocupación, la tristeza, la depresión, el estrés y el dolor.
Del último informe se desprende que los habitantes de Finlandia son los más felices del mundo y coloca a Burundi en el extremo opuesto. Costa Rica se ubica en el puesto 13, consagrándose como el más feliz de la región, un datito al paso para considerar es que este país no tiene ejército: ¿casualidad?. Estados Unidos está en la posición 18. Argentina cayó cuatro posiciones en el ránking, del puesto 25 al 29. La pregunta es: ¿cómo hace un estado para garantizar algo tan subjetivo?
¿Cómo se desglosa este término que para la Real Academia Española significa “estado de grata satisfacción espiritual y física”?. El punto de coincidencia es que el objetivo en la vida es alcanzarla, pero cada persona la define a su manera. Para algunos, la felicidad es un lugar: en las montañas, en la playa, en las grandes ciudades o en el fin del mundo. Para otros, es un momento: al anochecer cuando salen las brujas y tiñen de violeta el cielo patagónico; o el recreo de las 9:05 en el patio del colegio. Algunos la asocian a la ausencia de problemas, otros encuentran en el espíritu crítico ese estado de grata satisfacción espiritual. Están los pesimistas que dicen que directamente no existe, o los que piensan que es un camino. Están los religiosos, con la certeza de que la alcanzarán después de la muerte, y los ateos que prefieren creer que esta vida no es sólo una prueba. Y también están los derrotados, que consideran que la felicidad es ilegal y que viene en muchos formatos.
Acotar el concepto permite dejar de pensarlo en términos abstractos y entender que hay varias formas en que la felicidad se corporiza. Negar eso es negarle la felicidad al resto. Como la felicidad es diversa y cambiante, los dogmas pétreos y rígidos no pueden garantizarla.
Entonces, es el Estado. Y lo hace generando condiciones de bienestar y a través de las leyes que regulan las relaciones de las personas, estructuras normativas que son móviles ya que cambian con la compresión de nuevas sociedades y se materializan a través de los consensos que la política recoge.
Luz Scarpati