Los ojos bien abiertos, de un negro profundo y con una asombrosa curiosidad es lo primero que se ve de Manuel detrás de la pared en la que se esconde. Brenda, su mamá, lo invita a unirse a la conversación. En esta charla, el día de hoy, no habrá lugar para los “son cosas de grandes”.

Pasaron dos navidades, dos días de reyes y tres cumpleaños para que Manuel al fin obtuviera lo que tanto había deseado. Lo pedía una y otra vez. Lo escribía en la carta a papá Noel, lo repetía en las de Melchor, Gaspar y Baltasar y le rogaba a su mamá, a su papá, a tíos, tías y abuelo que, por favor, alguien le cumpliera su deseo.

Finalmente llegaron los 6 años y mamá Brenda no aguantó más la cara de decepción de su hijo ante cada regalo fallido. Contra la voluntad del papá del niño y del resto de la familia, fue con Manuel a la juguetería y compraron el tan ansiado regalo esquivo.

No crean que fue tan fácil. Manuel y Brenda tuvieron que enfrentarse a comentarios desafortunados, opiniones y consejos que nadie había pedido y caras de desaprobación de otros clientes, pero estaban decididos a cumplir su misión.

Brenda tenía un solo objetivo: hacer feliz a Manuel. Y cuando salieron del local con el preciado objeto todo era felicidad. Él tenía un brillo en los ojos que ella nunca había visto antes.

Se acerca a la mesa, que está alfombrada de todo tipo de galletitas, panes, tostadas y tortas para la hora de la merienda. Con él, su tesoro. No lo suelta, lo muestra orgulloso, la sonrisa se le dibuja aunque quiere disimularla detrás de su timidez. Se sienta y, antes de darle el primer sorbo a la leche chocolatada, acomoda su impecable muñeca de Elsa de Arendelle en la silla de al lado.

Es un juguete, yo misma tardé en entenderlo, mirá si un juguete puede tener algo de malo. A menos que sea un juguete con forma de esvástica o algo así, ¿cómo puede afectar eso el desarrollo de un nene o una nena?”, dice Brenda con un dejo de enojo en el tono de su voz.

Tomé la decisión después de mucho navegar por internet, preguntarle a las maestras de la escuela, incluso consulté con una psicóloga amiga de una amiga. En el fondo yo sabía que no había nada malo en comprar un juguete que no se correspondiera con lo que la sociedad impone, o sea, es un juguete, no le estoy haciendo una cirugía mayor, pero necesitaba tener algunas herramientas para poder hablarlo con el resto de la familia”.

Cuando llegó el mes de su cumpleaños pidió que la fiesta sea de Frozen, que obviamente es su película favorita, pero no me animé. No por él o porque fuese algo que estaba mal, simplemente no me animé a exponerlo a lo que dijeran sus compañeritos y sobre todo los padres y madres de sus compañeritos”.

Manuel come una galletita y le comparte las migas a su amiga Elsa. Escucha todo lo que pasa y sabe más que todos los adultos: “también me gusta Spider-Man, un poco Batman y otro poco el increíble Hulk. Hulk me gusta porque es verde y se transforma”.

¿Y por qué te gusta Elsa?

Porque es linda y tiene poderes. Además al final se perdona con su hermana y es el verdadero amor.

¿Te gustaría ser como Elsa cuando seas más grande?

Vos estás loquita.

¿Por qué estoy loquita?

Me gustan sus poderes y alguna vez quisiera tener un vestido como este –dice mientras señala a la muñeca sentada a su lado–, pero después cuando sea grande voy a ser un papá y voy a usar guardapolvo para ir a trabajar.

¿Querés ser profe?

¡No! Quiero ser odontólogo. Quiero que todos tengan lindas sonrisas. Hay que lavarse bien los dientes después de tomar la leche y comer galletitas.

Intempestivamente deja la mesa y corre hacia su habitación con Elsa a cuestas. Brenda cuenta que come, juega y hasta duerme con la muñeca; al único lugar que no va es a la escuela, “para evitar cualquier inconveniente”.

Tiene una compañerita con la que van juntos desde sala de 2, yo conozco a su mamá desde la misma época y es la única a la que le conté. Vienen siempre, juegan como si nada y Manuel siempre dice que se va a casar con ella cuando sean grandes. Los que tenemos rollos somos nosotros, los chicos no se hacen el menor problema, comparten las cosas que les interesan y chau”.

Manuel es fanático de Boca. Cada fin de semana, con su papá, se enfundan en sus camisetas y se sientan a ver el partido. “Siempre fuimos él y yo. Ahora somos él, yo y Elsa en el medio. Estamos pensando en comprarle la camiseta porque creemos que de tanto ver los partidos ella también se hizo de boca”, dice Damián.

Confieso que me costó muchísimo y en eso le tengo que agradecer a Brenda. Ella fue la que más me ayudó a darme cuenta que no estaba pasando nada malo. Soy un tipo criado a la antigua y para mí las muñecas son de nena y las pelotas son de nene, punto final, no hay concesión ahí. Pero resulta que no podemos poner a los pibes en cuadraditos y que se queden ahí sin moverse”.

Hoy que estoy más informado entiendo que por ahí a él le interesa ser bailarín, quiere ser artista o lo que sea y eso es solamente parte de su personalidad. Si yo lo dejo metido en esa cajita por ahí le estoy cortando su vocación y al final tengo un hijo infeliz. Creo que eso es lo único que no me perdonaría, que mi hijo sea infeliz y encima por mi culpa”.

Esto también nos sirvió para alejarnos de la gente dañina, ese que se mete y te advierte de cosas que nada que ver y además te quiere enseñar cosas sobre tu hijo como si todos los chicos del mundo fueran fotocopias unos de otros. Lo mejor de todo es que me sirvió esto, y a mis viejos también, para entender y aceptar muchas otras cosas. Hace seis años para mi papá una persona homosexual era la reencarnación del demonio más o menos, alguien que había que desterrar de la sociedad, pero hoy tiene otra cabeza. Y te estoy hablando de un señor de 84 años, eso quiere decir que si uno está dispuesto a aprender, no hay ninguna edad que lo impida”.

Manuel vuelve. Elsa en una mano y un peluche con un ojo flojo de Spider-Man en la otra. “Se van a casar”, informa con una graciosa solemnidad, y agrega “yo también me voy a casar, con Luna, pero cuando sea grande, porque ahora estoy jugando”.

 

María Fernanda Rossi

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