“¿Te has vuelto loco John, como que llevar guanacos de acá hacia las Malvinas?”, preguntaba muy serio Thomas Saunders, amigo y socio de toda la vida de John Hamilton, el de las ideas innovadoras.

*Mario Novack 

“Así es Thomas, iré poblando de guanacos, choiques y zorros la isla que compré en el archipiélago de Malvinas. Seguramente se adaptarán porque el clima es muy similar al que tenemos en Santa Cruz”, respondió) con tono seguro el escocés Hamilton. 

Él había llegado a las Malvinas procedente de Mecha, Caithness, Escocia y vino en 1880 con 22 años cumplidos al archipiélago austral. Después de trabajar en otras islas criando ovejas, Hamilton comprendió que la fortuna estaba cruzando el mar hacia el continente. 

Y fue haciendo contacto con otros inmigrantes escoceses, ingleses o malvineros que habían logrado la adjudicación de enormes cantidades de campo en la vecina Santa Cruz y también en la región de Magallanes, Chile. 

Además obtuvo un contacto con alguien de igual y tal vez mayor ambición. Se trataba de un joven inmigrante letón llamado Mauricio Braun, tiempo después el constructor del imperio con tiendas de alimentos, campos y varios emprendimientos de alta rentabilidad, llamado La Anónima. 

Si algo debe reconocerse es su intuición visionaria. A los 14 años Braun estudiaba inglés mientras cuidaba las ovejas, en campos cercanos a la señorial Punta Arenas. “el idioma inglés, decía Mauricio, me permitiría progresar en el comercio, mi vocación, pues toda la economía regional, estaba y estaría para siempre vinculada a Inglaterra. Transporte marítimo, proveedores de mercadería, consignatarios para la colocación de nuestros productos y banqueros. Recordemos además que debemos a los ingleses todos los implementos necesarios para la explotación lanar: maquinas esquiladoras, motores, alambres, arpillera de Calcuta, antisárnicos, etc.” 

Saunders escucha el relato de Hamilton con interés. “Viajé con Braun a Buenos Aires y le presenté unos amigos que le vendieron unos 200 caballos y después me emprendí en la aventura del “Gran Arreo”, que encaramos juntos. “Recuerdas Thomas”, pregunta efusivo John. 

“Como olvidarlo, junto con George Mac George y Harry Jamieson recorrimos miles de kilómetros (más de dos mil) desde el sur de la provincia de Buenos Aires hasta el río Gallegos. Compramos 200 caballos, 300 yeguas y 6 padrillos. De Necochea nos fuimos a Río Negro, donde adquirimos unas 5 mil ovejas e iniciamos la travesía hacia Santa Cruz”. 

“Seguimos la ruta india de los cursos de agua que había abierto el gobernador Carlos María Moyano, a más de 40 leguas de la costa atlántica. Dos años de arreo, con esquilas, antisárnicos y otras tareas. Lo más dificultoso fue cruzar los ríos. Este era el motivo por el cual llevábamos tantos yeguarizos: su carne fresca o en charque, nos servía de alimentos y con los cueros se hacían una especie de “pelotas” dirigidas con soga a la manera de los indios con las que cruzábamos a los animales de a uno o de a dos. Con este método primitivo cruzamos el río Negro, el Chubut, el Deseado, el Chico, las aguas caudalosas del Santa Cruz y el Coyle, antes de llegar a Río Gallegos”. 

“Hicimos la misma vida que los originarios, dormimos a la intemperie, aún en invierno envueltos en ponchos de lana y quillangos de guanaco. A la mañana, después del mate con charque y galleta, a buscar las ovejas más ariscas que se desprendían del piño. Lo más complicado fue en la zona de San Julián donde perdimos el rumbo y estuvimos a punto de morir de sed por la falta de agua”, dice Hamilton. 

“Pero llegamos y acá estamos juntos en esta estancia que armamos contigo y mi hermano “apunta Thomas Saunders. “pero que es esa ocurrencia de llevar guanacos y zorros santacruceños a Malvinas?” 

Hamilton respira hondo sonríe y pícaramente dice “nada se pierde con probar esto. Llevaremos zorros grises y también guanacos, para alimentar a los zorros. Tengo la isla Staats, la Wedell y la Beaver, así que probaremos su adaptación. 

“Y entonces…cuantos irán en este envío, pregunta Saunders, ahora casi entusiasmado. “En este viaje serán cinco y el año que viene unos diez, con eso estaríamos en condiciones de probar con este emprendimiento, responde Hamilton. 

La historia dirá que desde el puerto de Río Gallegos partieron con rumbo a Malvinas estos camélidos que habitan desde tiempos inmemoriales diversas regiones de nuestra Argentina. 

Pero como siguió el proyecto en Malvinas ¿ La respuesta está en el libro “Camélidos sudamericanos”, escrito por Bibiana Vilá, que narra que el proyecto de criadero puesto en marcha en la Isla Staads logró la introducción de siete zorros grises americanos llevados desde Santa Cruz. 

Esta población rápidamente se acrecentó y era alimentada con carcazas de ovinos que llevaban en barcos. La introducción de estos animales prosperó, no así la de choiques y zorrinos. Los zorros rápidamente se convirtieron en predadores de los huevos de las especies que anidaban en las orillas de la isla. 

Los guanacos santacruceños se reprodujeron rápidamente hasta llegar a unos 300 ejemplares que, según los observadores, tenían un manifiesto estado de debilidad. Después comenzaron las cacerías durante tres años seguidos, lo que redujo la población a una o dos docenas en la década del 60. El objetivo era reducir el número de ejemplares para el aprovechamiento de la tierra para el ganado ovino. En la actualidad se ha recuperado la cantidad de guanacos hasta un número superior a los 400. 

El equipo de investigadores predice que habrá problema de pureza genética y entrecruzamiento. Comparándolos con los animales del continente los investigadores han encontrado que algunos aspectos de esta población son semejantes, como por ejemplo la organización social dividida en grupos familiares con machos reproductivos, hembras y sus crías y grupos de solteros y animales solitarios. 

Se ha estudiado que los de la isla son más pequeños que los del continente, el peso de las crías es menor al momento de nacer, con crías débiles y fetos abortados en forma natural. Además de variados defectos físicos y fisiológicos al nacer. El equipo del doctor Franklin, que realizó el estudio no había publicado estudios de genética, pero la mayoría de estos problemas son asignados inequívocamente al cuello de botella genético que disminuyó notablemente la diversidad en la población. Incluso se puede especular que luego de las matanzas quedó sólo un par de machos parentales de todos los guanacos actuales. Pero lo que se está descubriendo actualmente es que no es la falta de alimento o la inanición lo que controla la población, sino la mortalidad perinatal. 

Estos guanacos no sólo han sobrevivido a esta dramática historia, sino que también demuestran su fuerte adaptabilidad y resiliencia. A pesar del entrecruzamiento y los recursos limitados, los guanacos sobreviven en condiciones muy difíciles para un herbívoro. 

¿Que decisiones y opciones plantea esta situación?. Las posibles respuestas incluyen actividades de control antrópico de la situación, como la eliminación de la población para recuperar la flora nativa altamente sobrepastoreada, la erradicación con traslado de animales, la elección de animales saludables fenotípicamente para iniciar rancheo de guanacos en otras islas, un control moderado con matanzas reguladas y alambrar ciertas áreas de modo tal de impedir el pastoreo y recuperar la vegetación nativa. 

Por otro lado, la opción conservacionista pasa principalmente por la preservación de esta población única en estas circunstancias tan particulares, tomándola como objeto de estudios de genérica, ecología y comportamiento, dejando que la población llegue a su equilibrio natural, por mecanismos naturales, concluye en su obra Bibiana Vilá. 

Una nota de color que habla de la riqueza histórica de Malvinas y su relación permanente con la provincia de Santa Cruz. 

Fuente: Por Mario Novack para El Diario Nuevo Día

Deja tu comentario