El ejemplar, publicado hoy en la revista Nature, fue encontrado en la Patagonia chilena en 2018. Un técnico del CONICET participó del descubrimiento, preparación y estudio del fósil.
En febrero de 2018, Jonatan Kaluza, técnico principal del CONICET en la Fundación de Historia Natural Félix de Azara, se encontraba en la Patagonia chilena –más específicamente, en el Valle del Río de las Chinas en la Región de Magallanes-, donde había acudido para dictar un curso práctico sobre extracción y conservación de fósiles a un grupo de paleontólogos del país transandino.
En el marco de aquella campaña, que fue financiada por Instituto Antártico Chileno (INACH), y pocos días antes de emprender el regreso, los investigadores se toparon con el esqueleto casi completo de un dinosaurio que vivó hace unos 74 millones de años, durante el Cretácico Superior. La nueva especie, bautizada como Stegouros elengassen, fue presentada hoy en la prestigiosa revista Nature.
Un anquilosaurio transicional
Aunque en un comienzo, debido al carácter esbelto de los huesos de las extremidades, los paleontólogos pensaron que debía tratarse de un ornitópodo, luego de preparar el fósil en el laboratorio advirtieron que el espécimen pertenecía al grupo de los anquilosaurios, una infraorden de dinosaurios acorazados de la que se han descubierto abundantes fósiles en el hemisferio norte, pero de cuya presencia en los continentes meridionales solo hay registros fragmentarios.
“Cuando la preparación del fósil estaba casi terminada, nos dimos cuenta que no podía tratarse de un ornitópodo, sino que, por las placas que le recubrían la espalda, debía tratarse de un euripodo, grupo basal que contiene tanto a los anquilosaurios como a los estegosaurios. Finalmente, llegamos a la conclusión de que se trata de un anquilosaurio transicional, esto es, un eslabón evolutivo entre los anquilosaurios y otros linajes más antiguos de dinosaurios acorazados”, afirma Kaluza.
Un arma novedosa
El rasgo más llamativo de la nueva especie es el arma que poseía en la cola, la cual no se parece a la de ningún dinosaurio conocido. Se trata de un arma grande compuesta por siete pares de osteodermos (huesos dérmicos) proyectados lateralmente de forma semejante a una fronda de helechos.
Hasta el descubrimiento de Stegouros, no existía registro de un dinosaurio acorazado de extremidades esbeltas que tuviera, además, un arma en la cola. Incluso, se creía que este tipo de armas habían evolucionado sólo en especies de miembros robustos y patas anchas, específicamente, en los estegosaurios y los anquilosaurios avanzados.
Pero el arma que Stegouros posee en la cola es diferente tanto de la de los estegosaurios (compuesta de pares de púas), como de la de los anquilosaurisos avanzados (similar a un garrote). De acuerdo a los investigadores, esta se parece a un macuahuitl, el arma de guerra de los antiguos aztecas.
Parankylosaurios: los anquilosaurios del hemisferio sur
Uno de los aspectos más destacados del trabajo es que los investigadores pudieron establecer una relación de parentesco entre Stegouros y dos especies de anquilosaurios descubiertas en el hemisferio Sur en la década del 80’: Antarctopelta oliveroi (Antártida) y Kunbarrasaurus ieversi (Australia). Mientras Antarctopelta es contemporáneo a Stegouros, Kunbarrasaurus vivió hace unos 119 millones de años, a fines del Cretácico Inferior.
“Pudimos estudiar los restos Antarctopelta, in situ y los de Kunbarrasaurus a distancia, a la luz del descubrimiento de Stegouros, y advertimos que había muchos aspectos en común entre los tres dinosaurios. El análisis de sus relaciones de parentesco nos permitió postular la existencia de un grupo de anquilosaurios transicionales del hemisferio sur -que incluiría a las tres especies-, al que denominamos formalmente con el nombre Parankylosauria, que se distinguiría de los anquilosaurios del hemisferio norte, a los que se los conoce como euankylosaurios”, explica Kaluza.
Kaluza señala que, aunque la idea de un linaje de anquilosaurios propio del hemisferio austral no es nueva, el carácter fragmentario de los registros de los que se disponía – de Antarctopelta solo se preserva un 15 por ciento del esqueleto- no había permitido establecer una filogenia. El carácter casi completo de Stegouros, del que se encontró cerca de un 85 por ciento del esqueleto, posibilitó trazar las relaciones de parentesco entre las tres especies.
Al reexaminar los restos de Antarctopelta, sobre todo, de algunos osteodermos muy grandes y enigmáticos cuya identificación no estaba clara, los paleontólogos descubrieron que estas osificaciones se correspondían perfectamente con los del arma de cola de Stegouros. Por otra parte, Antarctopelta tiene vértebras de la cola especialmente aplanadas, que son idénticas a vértebras aplanadas que se encuentran por dentro del macuahuitl de Stegouros y que fueron escaneadas mediante una tomografía computada. Dada la evidencia combinada de las vértebras de la cola y de los grandes osteodermos, los investigadores concluyeron que Antarctopelta también debía poseer un macuahuitl.
Los paleontólogos destacan que ciertas similitudes claves entre Stegouros y Kunbarrasaurus (húmero, pelvis, huesos del cráneo) no se conservan en Antarctopelta, mientras que ciertas semejanzas entre Antarctopelta y Stegouros no se encuentran en Kunbarrasaurus (como elementos de las extremidades distales y la cola). En este sentido, el hallazgo de Stegouros permite plantear la existencia de un grupo endémico de anuqilosaurios del sur, distinguibles de los del norte por sur menor tamaño, tener armaduras más ligeras y miembros más delgados, además de que algunos presentan el distintivo macuahuitl
De acuerdo con los investigadores, los parankylosaurios carecen de muchos rasgos que ya se encontraban presentes en los anquilosaurios del norte durante Jurásico Medio, hace unos 165 millones de años, lo que los lleva a deducir que las raíces de los parankylosaurios deben ser anteriores a esa fecha. “Esto significa que la mayor parte de la historia evolutiva de Parankylosauria aún deber ser descubierta”, concluye Kaluza.
Fuente: CONICET