Uno podría llegar a creer que cuando en 1520 don Hernando de Magallanes llegó al estrecho que hoy lleva su nombre, Transbordadora Austral Broom ya estaba ahí uniendo la isla y el continente.

Pero no, ante la necesidad de hacer esta conexión, en 1968 se formó la sociedad Transbordadora Austral Broom y de inmediato se inició la construcción de la primera nave: Crux Australis.

Entonces, los cruces de Punta Delgada a Punta Espora se hicieron regulares y con seguridad, lo que generó un fuerte incremento en el tráfico. A medida de que se fueron desarrollando las actividades ganaderas y petroleras en la Isla Grande, tanto en la parte chilena como en la argentina, la empresa se vio en la necesidad de ampliar su flota.

Según cuenta la propia página de la compañía, a mediados de la década del ’80, TABSA se adjudicó en licitación de CORFO (Corporación de Fomento de la Producción) la Melinka, tal vez la barcaza por antonomasia para los fueguinos.

En 2000 se realiza una importante innovación tecnológica con el diseño, construcción e incorporación del ferry Fueguino, la primera embarcación de cuatro pistas que posee modernos y eficientes sistemas de propulsión y de navegación.

En 2001, con el fin de desarrollar el turismo en la Patagonia argentino-chilena, Tabsa adquiere Tolkeyen Patagonia Turismo S.A. de Ushuaia.

En 2007, para mejorar servicio en la localidad de Primera Angostura, se construye una nueva nave que es bautizada como Patagonia.

Una de las características principales de la empresa es su condición de ser ciento por ciento regional, pues nació, se ha desarrollado y sigue operando en Magallanes.

Según los registros de la época, la expedición comandada por Hernando de Magallanes tardó 38 días en cruzar el estrecho que penetraron el 21 de octubre de 1520, de este a oeste. El hallazgo iba a permitir pasar de un océano que ya conocían (el Atlántico) a uno desconocido (el que luego el mismo Magallanes bautizaría como Pacífico).

Su navegación fue muy difícil, en el ingreso se encontraron un paisaje hostil de escasa vegetación y abundantes rocas.

Cuenta Antonio Pigafetta en su diario de viaje (su relato es la fuente individual más importante sobre el viaje de circunnavegación) que al navegar el estrecho contemplaron en las orillas grandes fogatas que desprendían mucho humo, y que por eso bautizaron el lugar con el nombre de “Tierra de Fuegos”.

Aquellas fogatas no eran más que producto de la intervención de los habitantes originarios de estas tierras, quienes las mantenían no solo como fuente de calor, sino como parte fundamental de sus rituales. Para ello se valían de la cantidad inmensa de gas natural que emanaba en la zona.

El 28 de noviembre de 1520 la expedición finalmente desemboca en el Pacífico y de este modo un nuevo océano se abría por primera vez ante ellos. Una masa de agua gigantesca de la que no conocían su extensión ni aparecía en los mapas de entonces.

El estrecho de Magallanes se convertiría algunos cientos de años después en el emblema de los fueguinos. Un paso obligado para quienes desean dejar la isla (ocasional o definitivamente) y que debe ser sorteado sin ningún remedio.

No hace falta más que esperar los primeros días del verano para encontrarse con una abultada demanda para cruzarlo. Bahía Azul se transforma en una mini sucursal de las ciudades fueguinas del lado argentino. Los vecinos se encuentran, aguardan juntos, comparten el mate y hasta se improvisan algunos picnics cuando se intuye que la espera va a ser larga.

Es definitivamente parte del ritual al que cualquiera se somete cuando apunta al norte. Las largas colas de vehículos grafican la paciencia a la que se apela. Se avanza lento pero constante. Irremediablemente los conductores se convierten en expertos matemáticos y calculan tiempos, sacan estadísticas, adivinan en cuántos minutos -o en cuántas horas- estarán sobre la barcaza, la máquina que por fin los dejará en el inicio del continente. A partir de allí la aventura se renueva.

En las radios de los autos, a pesar de las nuevas tecnologías, se sintoniza casi al unísono el 104.5 del dial. Radio Angostura se transforma en compañera infaltable de los viajeros. Anuncia cruces, informa novedades y sazona todo con la música insólitamente más diversa que cualquiera pudiera imaginarse.

Los trabajadores de TABSA saben que el tráfico será incesante durante la temporada alta, pero por más que sostengan el gesto adusto, siempre responden a la sonrisa y al saludo. Aunque sean cientos a lo largo del día.

Por más que se afirme con total certeza que el clima por estas latitudes es imprevisible, siempre se espera tener “buen tiempo” para el cruce. En los días de viento y de mar “picado”, la navegación se hace difícil. La pericia del capitán es indiscutible y siempre se llega indemne al otro lado. Pero cuando el mar está calmo, el paisaje y la travesía terminan siendo una experiencia única.

Si la suerte está del lado del viajero, podrá ver a las simpáticas toninas que acompañan las naves durante los aproximadamente 20 minutos que puede durar el cruce de 4650 metros (2.5 millas náuticas) que separan Bahía Azul de Primera Angostura. Dicen que estos animales se acercan a las embarcaciones para jugar en la ola que se forma en la proa porque lo aprendieron nadando en la estela de sus madres.

Y es la estela permanente que parece un tatuaje sobre sus aguas lo que marca la presencia enquistada de TABSA en aquella porción estrecha donde los mares se unen. Y los pueblos también.

María Fernanda Rossi

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