Ocho mil millones de personas habitamos este mundo ¿Somos muchos? ¿Somos pocos? Mientras en algunos contextos se señala que la población es demasiado alta, en otros aseguran que las tasas de natalidad son demasiado bajas.

A lo largo de la historia, hemos escuchado discursos alarmistas en torno a la “explosión” de la población o la “extinción” de la humanidad. Asimismo, es frecuente que estos relatos también presenten las tasas de fecundidad como un problema pendiente de solucionar, lo que reduce el cuerpo de las mujeres a un campo de batalla político y niega, a la mitad de la humanidad, su derecho a decidir, su derecho a la autonomía corporal.

Dicho esto, vale decir que la cantidad y las dinámicas que se dan en la población son importantes, no para alarmarse, sino para tomar decisiones a corto, mediano y largo plazo, dado el impacto que tienen en cualquier país del mundo.

¿En qué situación estamos en la Argentina? Según los resultados provisionales del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2022, en la Argentina viven 46.044.703 personas. La esperanza de vida aumentó desde fines del siglo XIX hasta hoy, con niveles cercanos a los de países más desarrollados y superiores al promedio de la región. Tal como se compila en el estudio “Odisea demográfica” (CIPPEC, UNFPA y UNICEF, 2022) entre 1950 y 1990, la fecundidad en Argentina se mantuvo estable (alrededor 3 hijos e hijas por mujer).

Entre 2014 y 2020, es donde se produce el descenso más pronunciado desde que se cuenta con registros anuales de esta variable en Argentina: la tasa global de fecundidad bajó un 34%. La tendencia a la baja fue aún más acelerada (-55%) en las adolescentes, un dato alentador puesto que los embarazos en edades tempranas son, en su amplia mayoría, no intencionales. A su vez, los cambios ocurridos en la mortalidad y la fecundidad en el país marcan un proceso de envejecimiento poblacional. En 1950 la proporción de adultos con más de 65 años en el país era de 4% mientras que en 2015 alcanzaba al 11%.

¿Por qué cambió la tendencia en la fecundidad? Las razones son diversas y están interconectadas entre sí: cambios en las preferencias, conductas sociales y culturales, muchos de ellos promovidos desde los movimientos feministas que tuvieron un gran auge en las últimas décadas y su vez, un mayor acceso a los derechos sexuales y reproductivos, facilitados por las políticas públicas de salud y educación sexual integral, que permitieron el acceso a métodos anticonceptivos de larga duración (en particular el implantes subdérmico).

¿En dónde estamos hoy? El país está atravesando una situación conocida como “bono demográfico”, que implica una elevada proporción de la población en edad de trabajar frente a una población dependiente infantil que disminuye, y una proporción de personas mayores aún no muy grande.

En este contexto es fundamental el diseño de políticas públicas consistentes con la dinámica poblacional esperada. Por ejemplo, la planificación de políticas de cuidados o primera infancia deberían adaptarse a esta nueva realidad. Así, las discusiones sobre temas previsionales, de cuidados, educación, regulación laboral o perfiles productivos deberían incorporar una dimensión de mediano y largo plazo que considere estos cambios poblacionales.

Cada país debe prever y comprender el modo en que cambia su población para lograr el mundo al que aspiramos y avanzar hacia los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030. A su vez, los Estados deben proporcionar respuestas singulares, basadas en datos que puedan ayudar a mitigar los efectos potencialmente negativos y aprovechar plenamente las oportunidades que también se presentan con el cambio demográfico garantizando los derechos humanos, en particular de las mujeres.

Por Mariana Isasi, jefa de la Oficina del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en la Argentina.

Deja tu comentario