El 25 de mayo de 1938, en Córdoba,  se realizó el Primer Congreso de Periodistas. En ese espacio, hombres (sí, sólo hombres) vinculados con la profesión de todo el país instituyeron el 7 de junio como “Día del Periodista” en honor a la “Gaceta de Buenos Ayres”, el primer diario argentino fundado durante la Revolución de Mayo por el abogado, politólogo y periodista Mariano Moreno.
En la primera edición del periódico Moreno escribe:
¿Por qué se han de ocultar a las Provincias sus medidas relativas a solidar su unión, bajo nuevo sistema? ¿Por qué se les ha de tener ignorantes de las noticias prósperas o adversas que manifiesten el sucesivo estado de la Península?… Para el logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a la luz un nuevo periódico semanal.
Palabras revolucionarias para una época revolucionaria de Argentina. Dar a conocer los actos de la Junta. Dar a conocer las acciones del primer órgano de gobierno independiente de nuestro país. La Gaceta de Buenos Ayres es el primer antecedente del boletín oficial. La pregunta que deviene a esa afirmación es: ¿Es eso el periodismo? ¿Es el boletín oficial? ¿Es la traducción de ese documento inmenso e ilegible que emiten casi de forma diaria los sucesivos gobiernos? o ¿Es un intermediario que obtura esa relación que quiso ser transparente? o ¿Es la reproducción in aeternum de los actos oficiales? Si eso es el periodismo, la otra pregunta que se atora entre las teclas es: ¿Qué pasa con todo lo demás?
Con mucho orgullo se escucha la frase “el periodismo es el cuarto poder”. ¿Lo es? Y si así fuera: ¿Quién elige a sus representantes? ¿Cuánto duran en sus cargos? ¿Qué mecanismos existen para removerlos en caso de que no cumplan la función de contralor que dicen cumplir? Ni el cuarto poder, ni el boletín oficial; sólo narradores de historias, mayoritariamente en situación de precariedad laboral a pesar de contar con un estatuto vigente desde 1938 (Ley Nacional 12.908).
Una de las grandes batallas que dio el kirchnerismo -y que perdió- tuvo que ver con los medios. El planteo lo recogieron del Foro Argentino de Radios Comunitarias y lo que buscaban básicamente era que el Estado garantizara la pluralidad de voces. Sucede que la objetividad no existe. Y no existe porque el “periodismo” como ente abstracto es una ilusión. Existen mujeres y hombres que ejercen la profesión desde sus propias construcciones subjetivas y desde ese lugar presionan cada tecla y alzan su voz al micrófono, buscando los conceptos que quieren transmitir. Y como los medios no reproducen “la realidad” sino que la construyen, la pluralidad de voces se vuelve fundamental en cualquier sistema democrático. Por esto, la pregunta clave para formularnos cualquier 7 de junio es si existe esa diversidad de miradas. Y sólo si la respuesta es afirma es que existe el periodismo y podremos celebrarlo.
Luz Scarpati
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