Mariano Moreno (Buenos Aires, 23 de septiembre de 1778 – alta mar, 4 de marzo de 1811) fue un abogado, periodista y político de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Tuvo una participación importante en los hechos que condujeron a la Revolución de Mayo y una actuación decisiva como secretario de la Primera Junta, resultante de la misma.
Moreno fue el ideólogo de esa revolución, abogado defensor de los derechos de los indios. Fue siempre fiel a sus ideales de liberación e ideología roussoniana aprendidos en la universidad más prestigiosa de la región en la época, la Universidad de Chuquisaca.
Moreno fue uno de los que no se dejaron seducir por la princesa Carlota Joaquina, hermana del Rey de España Fernando VII de Borbón y esposa del príncipe Juan de Braganza de Portugal, ya que no consideraba que ella fuera la gobernante adecuada para la independencia de estos pueblos. La ilusión del Carlotismo, de todos modos, le duraría muy poco a los patriotas.
Con sus escritos y exposiciones, Moreno contribuyó al desarrollo del libre comercio en el Río de la Plata. Además, en julio de 1810, la Junta lo designó para que redactara un Plan de Operaciones y el proyecto de estrategia política de la revolución, debido a la gran capacidad que Moreno tenía con la escritura y la oratoria.
El 16 de marzo de 1812 en la esquina de las actuales calles Moreno y Perú de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mariano Moreno inaugura la primera biblioteca pública de ese país.
La Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) es el organismo dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación que fomenta el fortalecimiento de las bibliotecas populares en tanto organizaciones de la sociedad civil e impulsa su valoración pública como espacios físicos y sociales relevantes para el desarrollo comunitario y la construcción de ciudadanía. Su función es orientar y ejecutar la política gubernamental, a través de un modelo de gestión asociado que favorezca la consolidación del carácter autónomo de este movimiento social único conformado por casi 2000 bibliotecas y 30.000 voluntarios que, a lo largo y a lo ancho del país, despliegan sus acciones desde el año 1870.
La Comisión se creó en 1870 con la promulgación de la Ley Nº 419, propiciada por Domingo Faustino Sarmiento, para fomentar la creación y el desarrollo de las bibliotecas populares que difunden el libro y la cultura.
Su creación se inspira en los Clubes de Lectores, ideados por Benjamin Franklin en 1727 en la ciudad de Filadelfia, y las experiencias estadounidenses de creación de bibliotecas en las aldeas y ciudades.
La primera biblioteca popular nació en San Juan en 1866, provincia natal de Sarmiento. Es bajo su iniciativa y la contribución de otro conjunto de personas que se conforma su acervo.
Durante el siglo XX, la vida de las bibliotecas populares y de la Comisión va adquiriendo matices y características en función de los gobiernos que, en cada momento, protagonizan los procesos políticos, sociales y culturales. En ocasiones, se da el fortalecimiento de estos actores y en otras se enfrentan a los avatares de la falta de acompañamiento, el abandono, e incluso la persecución en tiempos de gobiernos dictatoriales.
En la actualidad, este movimiento social y cultural único en la Argentina y en Latinoamérica, encara los nuevos desafíos que el siglo XXI les propone en materia de actualización de sus acervos, de incorporación de las nuevas tecnologías del conocimiento y la información, de renovación de su dirigencia y la puesta en valor de su trayectoria en tanto modelo organizativo de la sociedad civil.*
En Río Grande la primera biblioteca popular se inauguró en el año 1953 y nació del acto altruista de un vecino que pasaba por un muy triste momento familiar y personal. Eduardo Schmidt y su esposa decidieron abandonar la ciudad luego de que su hijo, Eduardo hijo, apodado cariñosamente como “Piluncho” perdiera la vida a una edad temprana.
Schimidt y su esposa pusieron a disposición de los habitantes de nuestra ciudad la casa que los albergó y con ella, toda la bibliografía que durante años había sido el arte y la distracción de los miembros de la familia. Así fue que el inmueble pasó a ser propiedad de una asociación vecinal con el objetivo de convertirse en la primera biblioteca de Río Grande. Desprendidos de sus posesiones materiales, emprendieron su solitario regreso al viejo continente.
Oscar Barabino, presidente de a Asociación de vecinos, fue el encargado de darle apertura el 8 de abril de 1953. En el mismo sitio de siempre y casi detenida en el tiempo abrió sus puertas para estudiosos y curiosos. “Esta obra que inspiró a su fundador el entrañable amor a su hijo desaparecido, perpetuará su memoria, dotando el pueblo de Río Grande de un medio que le permita acrecentar su cultura y moral, base fundamental en que se cimenta el engrandecimiento de los pueblos”, dijo el doctor y la biblioteca quedó inaugurada.**
El techo alto y el imponente piso de madera invitó a cientos de estudiantes a lo largo de algo más de seis décadas, en los tiempos en que wikipedia no existía ni en la mente de los inventores más osados o de los escritores más fantasiosos. El silencio era el jefe máximo y el movimiento sutil de las hojas de los libros era su sonido ambiente.
Hoy la rodea cierta mística y definitivamente está llena de nostalgia. La tristeza de los Schmidt quedó misteriosamente impregnada en sus cimientos. El aire denso de la entrada, las ventanas pesadas, las mesas interminables, los estantes que invitan al desafío constante de descubrir lo nuevo, en un ambiente que parece imposible en pleno siglo XXI.
Actualmente rodeada de toda la modernidad posible, en pleno centro de la ciudad, coronada por el jardín que nunca estuvo del todo prolijo, sobrevive. Sobrevive para el recuerdo de “Piluncho”, para los románticos del ejercicio de la memoria, para la generación curiosa, para la identidad local.
*CONABIP
**Crítica Sur
María Fernanda Rossi