La pandemia de COVID 19 declarada a principios de 2020 ha provocado una profunda crisis sanitaria, social y económica y actualmente todos los esfuerzos se están enfocando en encontrar una pronta salida. Sin embargo, la crisis climática representa una amenaza mucho más destructiva y mortal que la pandemia y es fundamental que la atención puesta en ella no se desvíe.

El calentamiento global ha conducido a nuestro planeta a una crisis de proporciones inéditas que amenaza la existencia de la vida tal y como la conocemos. Las alteraciones climáticas, que cada día se acentúan más, provocan sequías, tormentas extremas, huracanes, inundaciones, derretimiento de glaciares, aumento del nivel del mar y destrucción de habitas, lo que tiene como consecuencia la proliferación de enfermedades (nuevas y pre existentes), desplazamiento de millones de personas de sus hogares, hambre, desabastecimiento de agua potable, destrucción de infraestructura y la extinción de especies animales y vegetales. La realidad es que la crisis climática amenaza nuestra existencia de una forma mucho más concreta que una enfermedad para la cual, tarde o temprano, tendremos una vacuna y tratamientos efectivos.

Miles de personas mueren por año a causa de catástrofes naturales, hambrunas y enfermedades relacionadas con el calentamiento global y no existe en el horizonte una solución esperanzadora. Según datos de la Organización de la Naciones Unidas (ONU), las olas de calor fueron el riesgo meteorológico más letal en el período 2015–2019, afectaron a todos los continentes, ocasionaron récords de temperatura en muchos países y estuvieron acompañadas de incendios forestales sin precedentes, en particular en Europa, América del Norte, Australia, la pluviselva amazónica y las regiones árticas.

Según la ONU, el riesgo general de enfermedades o muertes causadas por el calor ha aumentado de forma constante desde 1980, y actualmente cerca del 30 % de la población mundial vive en zonas cuyas condiciones climáticas generan temperaturas potencialmente mortales al menos 20 días al año. Además, Las lluvias intensas y las crecidas asociadas a ellas crean las condiciones favorables para la aparición de diversos tipos de brotes epidémicos.

En aquellos países en los que el cólera es endémico, se estima que 1300 millones de personas están en riesgo de contraer la enfermedad, mientras que solo en África aproximadamente 40 millones de personas viven en puntos calientes de esa dolencia. En 2019, las altas temperaturas que se registraron en Australia, la India, Japón y Europa batieron todos los récords y afectaron negativamente a la salud y el bienestar de la población. En Japón, una intensa ola de calor provocó más de 100 víctimas mortales y 18.000 ingresos hospitalarios adicionales.

En Francia, se registraron más de 20.000 visitas a urgencias para tratar dolencias relacionadas con el calor entre junio y mediados de septiembre, y durante dos importantes olas de calor se produjeron 1462 muertes en las regiones afectadas. El año pasado también se produjo un gran aumento en la cantidad de casos de dengue en todo el mundo. En América se identificaron más de 2.800.000 casos sospechosos y confirmados de dengue, incluidas alrededor de 1250 muertes.

Según estimaciones de la ONU, para el año 2024 es probable que se produzcan nuevos aumentos de la temperatura mundial, y la actual crisis provocada por la pandemia de COVID 19 amenaza seriamente la posibilidad de que se logre la meta de mantener el calentamiento global por debajo de 1,5˚C a fines de siglo. Según el líder de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Petteri Talas, “se debe actuar con decisión para proteger al planeta tanto del coronavirus como de la amenaza existencial del cambio climático”. Aunque la pandemia ha llevado a una reducción transitoria de las emisiones de gases de efecto invernadero de un 6%, no sustituye una acción climática continuada. “Con frecuencia, las crisis económicas anteriores han ido seguidas de períodos de recuperación asociados con aumentos de las emisiones hasta niveles muy superiores a los previos a la crisis”, advirtió Talas.

Mientras los medios de comunicación atienden las 24 horas todo lo relacionado con el coronavirus, haciendo especial hincapié en la economía post pandemia, un informe reciente de la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional de Estados Unidos reveló que el año 2019 fue el segundo más caluroso de la historia. Según los científicos la temperatura fue el año pasado un 0,98 ºC más elevada, superada solo por la de 2016, y el último lustro ha sido el más cálido en los últimos 140 años. El año 2019 fue el más caluroso de los que se tenga registro para Europa, mientras que el de 2020 fue el enero más caluroso para ese continente. Según los datos facilitados por el programa Copernicus, la temperatura fue hasta un 0,6% superior a la media de 1981-2010. Según los datos de la OMM el período 2015-2019 comprende los cinco años más cálidos de los que se tiene constancia, y el período de 2010 a 2019 ha sido la década más cálida jamás registrada. A partir de los años ochenta, cada nuevo decenio ha sido más cálido que todos los anteriores desde 1850.

La crisis climática es, sin lugar a duda, el desafío más grande que enfrenta nuestra especie y la problemática que requiere la más urgente de las atenciones. La pandemia de COVID 19 no puede justificar que se pierda de vista la necesidad de revertir el cambio climático tomando todas las medidas tendientes a la disminución de las emisiones de gases a la atmósfera. La actual crisis económica provocado por la pandemia no puede servir de justificativo para que se deje de lado la lucha contra la crisis climática, muy por el contrario, es el momento de realizar cambios profundos en el paradigma actual de producción y consumo para garantizar la protección del ambiente y lograr una verdadera economía sustentable y amigable con el ambiente, que garantice el bienestar y la calidad de vida de nuestra especie y de todas las que habitan este planeta.

Abel Sberna

Fuente: news.un.org

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