Algo hermoso se está gestando. Tal vez, hasta revolucionario. Tal vez quiebre las viejas estructuras establecidas. Esas estructuras que comenzaron subversivas y derivaron en funcionales. Tal vez las bases se cansaron de mirar a sus dirigentes -a través de imágenes mediáticas- desparramando dientes juntos a autoridades nacionales y referentes de la patronal. O tal vez, todo sea una puesta en escena. Lo cierto es que cada vez son más los trabajadores que cuestionan los acuerdos que firman las cúpulas sindicales.
Hay, sin dudas, una crisis de representatividad feroz en Argentina. Algunos sostienen que esto es en realidad bueno, porque suponen que derivará en el fin del “caudillismo”, ya que son las ideas las que deben primar en los colectivos. Pero los que esgrimen tales argumentos olvidan que, en la práctica, son los hombres de carne y hueso los que firman los acuerdos que modifican -para bien o para mal- la realidad de la gente (la elección del género no está desprovista de sentido; no veo muchas mujeres firmando convenios de esas características).
La primera prueba de esta crisis de representatividad -que también opera sobre los sindicatos- fue en marzo del año pasado, cuando en medio de una convocatoria que había realizado la CGT y en pleno uso de la palabra de la cúpula, la multitud que rebalsaba el centro porteño, harta de las vuelta de los gremialistas, comenzó a rugir: “pone la fecha la puta que te parió”. Divino todo. Días más tarde el Triunvirato de la CGT, casi obligada por sus bases, le puso fecha al tan esperado paro nacional.
Meses más tarde se llevó adelante la firma del acuerdo entre la UOM y AFARTE, en el que se congeló por dos años el salario de los trabajadores metalúrgicos. Horas después, el Secretario General de la UOM seccional Río Grande, Oscar “Zurdo” Martínez, afirmaba a un medio nacional: “Nos dieron a elegir entre, dunga dunga, o muerte”. Tiempo después, el sindicalista anunció que no homologarían dicho acuerdo, contradiciendo la directiva nacional del gremio al que pertenece. ¿La rebelión en el sur contra Caló? Es difícil saberlo…
La semana pasada, la conducción de ASIMRA nacional, cuya cabeza es Luis Alberto Garcia Ortiz , firmó el mismo acuerdo, que obstinadamente se había negado a rubricar meses antes. ASIMRA es la entidad que nuclea a los supervisores metalúrgicos. Esta acción tomó por sorpresa a la seccional regional, que conduce Javier Escobar, despertando críticas y quiebres.
Para Escobar, el viraje que tomó la conducción se debe a las fuertes presiones que ejerce el Gobierno Nacional a las entidades gremiales. Uno de los mecanismos es la falta de envío de fondos por parte de la Superintendencia de Servicios de Salud a las obras sociales sindicales.

Para los referentes regionales de ASIMRA, el acuerdo firmado implica en rigor la reducción del 30% del salario de los trabajadores. Motivo por el que no lo firmarán, aunque por jerarquía están obligados a acatar lo que rubrique la conducción nacional.
Tras bambalinas, ASIMRA logró incorporar  una cláusula gatillo en función de la inflación. Escobar hace hincapié en un punto interesante: si el acuerdo es para sostener la producción de las fábricas electrónicas atento a la realidad que atraviesan, y si éstas incrementaran su productividad a lo largo de estos dos años de congelamiento salarial, ¿no debería llamarse a paritarias para discutir pauta salarial? En rigor, si las fábricas aumentan su productividad y a los metalúrgicos no se les incrementa el sueldo, esa diferencia que hacen las empresas es a costa del cuero de los trabajadores. Trabajar lo mismo, ganar menos y que la patronal gane más.

Vale la pena decir que todo esto sucede con una CGT convulsionada por la convocatoria a una marcha que realizó el lider de Camioneros Hugo Moyano. Uno a uno, los miembros del triunvirato se fueron bajando. El lunes se conoció que Carlos Acuña, Secretario General del Sindicato de Trabajadores de Estaciones de Servicio, que había confirmado su asistencia, se bajó de la convocatoria.
Algunos opinan que estas rupturas deja a las claras que la unidad de los trabajadores no es posible. Otros creemos que tal unidad será un hecho, con la cabeza de los dirigentes.
Luz Scarpati
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