En la Patagonia, los perros protectores aparecen como una alternativa efectiva a la hora de proteger el ganado en establecimientos amenazados por los perros asilvestrados o la aparición de un puma. Las primeras experiencias revierten situaciones y las pérdidas económicas. Éstos caninos nacen y se crían entre ovejas, hasta sentirlas como familia.

Fue en la estancia San Marcos, cerca de Pico Truncado, en el norte de Santa Cruz, donde días atrás encontraron casi 30 ovejas muertas. Los responsables: perros vagabundos. La problemática de la superpoblación canina en las localidades patagónicas comenzó a afectar también a la actividad ganadera y no desde ahora.

En Tierra del Fuego los perros asilvestrados se cuentan de a miles. En la estancia fueguina Gauzú Cue, las pérdidas por el ataque de los perros asilvestrados iban creciendo hasta hacer insostenible la economía de ese establecimiento rural. La solución para no seguir con pérdidas económicas en la actividad rural la empezaron a encontrar en otros perros, los llamados “protectores”. Son razas extranjeras que tienen muy desarrollado el sentido de la protección. Perro de Montaña de los Pirineos o Gran Pirineo, Mastín del Pirineo y Maremmano, son las razas más utilizadas.

Hasta ese momento, la estancia había invertido mucho dinero en alambrado eléctrico perimetral hasta de 20 kilómetros.

Sebastián Cabeza, junto a su familia es propietario de la estancia Gauzú Cue, y se convirtió en pionero en el cuidado de ganado ovino con perros protectores. “Cuando empecé en Argentina eran dos o tres los que estaban trabajando. Yo empecé porque me atacaban los perros y me mataban las ovejas”, recuerda el ingeniero rural fueguino.

Para explicar el tema memoriza que su porcentaje de señalada, que iba en baja, comenzó a mejorar a medida que incorporaba la modalidad de esos perros. Los resultados fueron muy buenos, a tal punto que Sebastián también trabaja en la producción de esos perros, para la venta a otros establecimientos rurales.

La experiencia de la estancia Gauzú Cue, situada en el centro de Tierra del Fuego, ahora se replica en otros establecimientos rurales; un establecimiento cercano a El Calafate compró cachorros, los mismos que otro en el noroeste de Santa Cruz y un productor de provincia de Buenos Aires.

Estos protectores son una alternativa que generan una defensa sin necesidad de causar daño a otra especie. En algunos sitios las amenazas no son solamente los perros vagabundos o asilvestrados, lo que lleva a la pregunta si estos protectores también sirven para ahuyentar otros predadores como por ejemplo el puma. Sebastián dice que sí, y lo explica fácilmente: “el perro protector genera disturbio. Cuando ve una amenaza empieza a ladrar, y el animal silvestre como el puma, no quiere problemas y se va”, asegura Cabeza.

Al permitir la coexistencia entre la actividad ganadera y los pumas, los perros protectores no solo representan una solución efectiva a un conflicto de larga data, si no que también promueven una serie de beneficios ambientales. El puma es una especie autóctona con un rol fundamental a la hora de mantener el buen funcionamiento de los ecosistemas. Como depredador tope, el puma influye sobre el número, comportamiento y distribución de otras especies ya sea animales o vegetales. La cacería descontrolada y erradicación del puma repercute negativamente sobre los ecosistemas que el puma habita pudiendo resultar en un incremento de sus presas herbívoras y la subsecuente degradación de la vegetación, incluyendo especies de alto valor forrajero.

Los protectores

Los perros protectores tienen condiciones naturales para proteger. Cabeza explica que “estos perros tienen varias características heredables de comportamientos. Por ejemplo, tienen dormido el acoso, y aumentada la protección de su grupo. Es diferente al perro de arreo que corretea. El perro protector no corretea nada hasta los seis meses de edad. Lo que se hace es utilizar el periodo de impronta. Sus primeros meses lo viven entre las ovejas, así los convencemos que las ovejas son de su familia”.

Hay que generar el ámbito propicio. Hay que castrarlos, y tenerlos con comidas siempre, nosotros tenemos comederos en el campo, siempre tienen comida disponible“, sigue explicando el productor.

La otra característica es el trabajo en equipo. Sebastián cuenta que el promedio es de un perro cada 300 a 400 ovejas, aunque esto depende si el terreno es un llano o muy quebrado. Explica que cuando hay más de uno, solos se dispersan en el campo. Pero cuando uno comienza a ladrar por una amenaza, inmediatamente los demás se acercan.

Cómo todo, el incorporar un sistema de protección del ganado con perros protectores, lleva tiempo y paciencia. Los perros de arreo deben aceptarlos al igual que el personal del establecimiento. Ésto lleva también acostumbramiento del personal. Las ovejas también deben acostumbrarse a convivir con estos caninos, pero como cuenta Sebastián “hoy los perros se lo pasan ladrando y las ovejas no se mueven, y esto es porque el protector no las corretea”, las protege.

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