ARIEL WILLIAMS (Trelew, 1967).

Es licenciado en Letras, poeta, narrador y crítico literario y profesor en Nivel Secundario y Superior.

Fue miembro fundador de la revista El Perseguidor.

Formó parte del Grupo Literario Verbo Copihue y del CELPAT (Centro de Estudios Literarios de la Patagonia).

Algunos de sus libros publicados son: “Viaje al anverso” (poesía, Ediciones del Desierto, 1997), “Lomasombra” (poesía, Terraza Libros, 2003), “Los fronterantes” (Poesía, El suri Porfiado, 2008), “Conurbano Sur” (poesía, Editorial Limón, 2005), “Daier Chango” (novela, editorial Jornada, 2010), “Discurso del contador de gusanos” (prosa poética, El Suri Porfiado, 2011), “El cementerio de cigarrillos”, (novela, Raíz de dos, 2012), “Notas de una sombra” (prosa poética, Espacio Hudson, 2014), “La risa huérfana” (poesía y prosa poética, Hilos Editora, 2016), “Los niños asesinos” (novela, Espacio Hudson, 2017). Recién salidas del horno, sus dos novelas “Invención y reinvención de Giorgia Bardat” y “Nadie es hermoso” (2020).
Reside en Puerto Madryn.

Para las lectoras y lectores de EL ROMPEHIELOS, vamos a compartir el comienzo del libro ¨Discurso del contador de gusanos¨ de Ariel Williams:

1

Soy alguien que camina. Es la única definición que puedo dar de mí. Caminar es avanzar un paso después de otro. Eso es lo único que hay. Por un barrio, por unas calles, por unas afueras: un paso arriba de un pedazo de tierra y algunas piedras, un paso saltando una raya que separa dos baldosas. Y otro paso. Al final a veces llego a casa. Casa no es el lugar donde vivo.

Veo unos postes de luz con sus filas tan bellas de cables. Detrás está el cielo azul del final de la tarde. Detrás de ese cielo no hay una Mirada. Nadie que diga ¨Estás ahí¨.

Necesito un método.

Voy a tomar vino en el bar. Ahí hay varios que darían esta definición de sí mismos: soy un vaso después de otro.

2

Si llovió es porque hay barro. Se va secando, pero está en el aire. Un método. Antes tenía uno. Encendía un cigarrillo después de cada momento del día. No era un mal método. Pero ahora el día casi no tiene momentos. No hay, entonces, método. Me atraviesan unos gusanos color lila. Salen por el ano. Hace un tiempo, lo llamaba ¨pensamientos¨. No los pensé yo, pero vinieron a mi cabeza. No sé de dónde vienen, pero sé por dónde se van. Parecen pasto, pero son gusanos. Parecen dedos de alguien muerto.

Ahogado por ejemplo. Dicen que los ahogados se ponen de color azul o lila. Pero no son dedos de ahogado, son gusanos. La diferencia está justamente en que comen. Pasan unos autos por la calle oscura: con sus luces, sacan pedazos de cosas de la noche. Como unas piernas que asoman de una pollera. El ventanal vacío de una casa. Una señora barriendo la vereda, invisible debajo del cielo negro.

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