Antoine de Saint Exupéry nació a comienzos del siglo XX. Este famoso escritor francés fue el iniciador de la aviación comercial argentina. Llevando correspondencia, recorrió muchas localidades entre Buenos Aires y Río Grande. Dicen que los cielos de la Patagonia lo inspiraron en la creación de varias de sus obras.

Sobre el autor de El principito, lo que nos interesa en esta oportunidad son un par de horas del 31 de julio de 1944. En esos días, el comandante Saint-Exupéry tenía 43 años y, por los dolores que sufría después de haber sobrevivido a varios accidentes, pensaba abandonar pronto la aviación. Esa mañana, salió en un vuelo de reconocimiento al sur de Marsella piloteando un P-38 Lightning. Fuera del alcance de los radares de la guerra, su avión desapareció en el misterio.

Al principio se pensó que tuvo un problema con el oxígeno que lo hizo desvanecerse y precipitar su avión en el Mar Mediterráneo. También se habló de que se sentía viejo y enfermo, de que había pasado la noche anterior ebrio y de juerga, de que piloteó como kamikaze para desintegrar su aeronave contra la tierra.

Una revista alemana de 1972, recogió una vieja información sobre Robert Hiechele, un joven piloto que contaba haber abatido entre las nubes al avión de Saint-Exupéry. Días después del supuesto episodio bélico el alemán falleció.

En 1998, un pescador de la costa de Marsella encontró entre sus redes una esclava plateada con el nombre del aviador y de su esposa. El descubrimiento trajo cierta polémica sobre su autenticidad.

En el año 2000, un buzo halló los restos de un P-38 Lightning al este de la isla de Riou, cerca de donde se había encontrado el brazalete.El gobierno francés confirmó que era el avión del escritor, pero no se pudo descifrar los motivos de la caída.

Tiempo después, a 80 km de donde se hallaron el brazalete y los fragmentos del avión, encontraron el cadáver de un soldado francés desconocido. No fue confirmado, pero es posible que se trate del cuerpo Saint-Exupéry.

En el 2008, Horst Rippert, piloto de la Luftwaffe durante la Segunda Guerra Mundial, confesó haber derribado con varios impactos de ametralladora el avión de Saint-Exupéry. Aseguró que vio caer la aeronave al agua pero no pudo ver lo que ocurrió con el piloto. Cuando se enteró de la desaparición del autor de El aviador y Vuelo nocturno, ató cabos y lo cacheteó una triste posibilidad: sufrió con la idea de haber matado a su propio héroe, al escritor que le despertó la vocación de volar, y juró que de haber sabido quién ocupaba esa cabina nunca se hubiera atrevido a disparar. Por más de 60 años guardó este terrible secreto. Investigadores franceses y alemanes tomaron con desconfianza su historia; afirman que pudo haber ocurrido, pero no es verificable.

En un libro reciente, Saint-Exupéry Revelations sur sa disparition (Éditions Vtopo, 2017), aparece la declaración de la hija de Karl Böhm, un soldado alemán destinado a una nave de salvataje que operaba en el Mediterráneo en aquellos años. La mujer afirma que su padre le contó que habían salvado a un piloto francés muy herido que decía ser un célebre escritor. El aviador aparentemente murió por las heridas del accidente y las torturas del interrogatorio.

Hasta el día de hoy, tanto la hermosa obra del escritor francés como el misterio de su muerte, siguen vivos. De haber continuado en la tierra y en los cielos unas décadas más, quién sabe cuántos libros maravillosos podría haber escrito.

 

Fede Rodríguez

 

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